La santidad

La santidad

Prédica de Hoy: La santidad

© José R. Hernández, Pastor
El Nuevo Pacto, Hialeah, FL. (1999-2019)

Bosquejos Bíblicos

Bosquejos Bíblicos Lectura Bíblica: RVR 1960, Números 5:1-4

Introducción

Cuando leemos estos versículos, nos parecen muy asperos, muy radicales, porque nuestro Dios le dice a Moisés que deben echar fuera a todos los impuros, a todos los leprosos del campamento donde él vive entre Su pueblo. Dios le dijo a Moisés que hechase fuera a hombres y mujeres que no estaban limpios conforme a la ley.

Pero a pesar de que este mandamiento suena muy aspero, en estos versiculo podemos encontrar la importancia de la santidad y pureza para Dios. Este pueblo se encontraba en camino a la Tierra Prometida, y tenían que ser un pueblo apartado de la injusticia, de toda suciedad y de todo lo que pudiera contaminarlos. Pero, ¿cómo se aplica esto a nosotros hoy en día?

I. Dios exige la santidad de Su pueblo (RVR 1960, 1 Pedro 1:15-16)

La misma exigencia de Dios en cuanto a la pureza y santidad de Su pueblo en ese entonces se aplica también a nosotros, pero en lugar de ser desechados, Él nos santificó y purificó mediante el sacrificio de Cristo en la cruz (RVR 1960, Hebreos 10:10).

A pesar de que todavía somos pecadores, imperfectos e inmundos en nuestra carne, por medio de Jesucristo, nuestro Dios, hemos recibido una nueva naturaleza que puede estar en comunión con la santidad del Señor. «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.» (RVR 1960, 2 Corintios 5:17).

II. La santidad y pureza son de suma importancia para Dios (RVR 1960, Romanos 15:15-16)

El Espíritu Santo que ahora mora en nosotros es quien nos nos santifica, nos aparta del pecado, y nos ayuda a renovar nuestra vida. El Espíritu Santo que ahora mora en nosotros es quien nos conduce a vivir una vida agradable al Señor, mientras vivamos en este mundo (Tito 3:5). Él nos salvó, no por las obras justas que haríamos, sino por Su gracia, por el lavamiento del renacimiento y renovación del Espíritu Santo.

III. Dios nos dio Su palabra para que alcancemos la santidad (RVR 1960, Efesios 5:2)

A través de Su palabra el Señor nos santifica, nos limpia. Es por eso que debemos leerla y escucharla todos los días, porque Su palabra es como agua que nos limpia, que lava la suciedad de nuestra mente y corazón.

No existe nada ni pecado que la palabra de Dios no pueda quitar de nuestra vida. A pesar de tengamos el corazón endurecido y lleno de pecado, Su palabra nos limpia, nos purifica, y rompe las cadenas del mal de nuestro corazón. Esto es algo que que muy bien ilustrado en Jeremías 23:29 cuando leemos: «¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?» (RVR 1960).

IV. Vivir en santidad

En los procesos, pruebas, y dificultades de nuestra vida, tenemos que fortalecernos mediante la oración. Aquí unos pasos que nos ayudarán a vivir en santidad:

  1. Leer y estudiar la palabra de Dios (RVR 1960, Juan 5:39)
  2. Practicar el ayuno para derribar al enemigo (RVR 1960, Mateo 17:21)
  3. Confiar en el poder de la oración (RVR 1960, Juan 14:13-14)
  4. Tenemos que perdonar (RVR 1960, Mateo 6:14)
  5. Apartarnos de los deseos de la carne (RVR 1960, Gálatas 5:16)
  6. Ser justos (RVR 1960, 1 Timoteo 6:11)

Para concluir.

Así como todos los impuros fueron expulsados ​​del campamento de Israel, también nosotros los cristianos debemos decidir alejarnos de todo lo que no agrada a Dios en nuestra vida.

No podemos pensar que nuestro Dios sea indiferente a las tinieblas que muchas veces dejamos entrar en nuestra vida, a las injusticias que cometemos, y a los ídolos que muchas veces guardamos en nuestro corazón. Dios quiere un pueblo que viva según Su palabra a pesar de que quizás seamos rechazados por el mundo (Lucas 6:22-23).

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