Llamado a santidad
Prédica de Hoy: Llamado a santidad
© José R. Hernández, Pastor
El Nuevo Pacto, Hialeah, FL. (1999-2019)
Bosquejos Bíblicos
Bosquejos Bíblicos Lectura Bíblica: Levítico 20:7
Introducción
En Levítico 20:7, Dios hace un llamado a Su pueblo para que sean santos, porque Él es santo. La santidad es un tema recurrente en la Biblia, y se refiere a la pureza, la separación y la dedicación a Dios.
El llamado a santidad en Levítico 20:7 es un recordatorio de que Dios es santo y espera que Su pueblo también lo sea. Él nos ha llamado a vivir en obediencia a sus mandamientos y a separarnos del pecado y la impureza.
En este versículo, Dios habla directamente a Moisés y le dice que instruya al pueblo de Israel para que se santifique y sea santo, porque Él es santo. Este llamado a la santidad se extiende a todos los creyentes en Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
I. ¿Qué es la santidad?
Ser santo significa vivir una vida que honre a Dios y que esté en línea con Su voluntad y propósito para nosotros. Esto implica apartarnos de las prácticas y comportamientos que van en contra de Su voluntad, y buscar en cambio una vida de obediencia y servicio a Él.
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pedro hace un llamado similar a la santidad en 1 Pedro 1:15-16, diciendo: «sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.«
Así que como podemos ver, la santidad no es simplemente una cuestión de seguir ciertas reglas o cumplir con ciertos rituales, sino que es una forma de vida que se basa en la relación con Dios.
La clave para entender esto está aquí en las palabras de Pedro cuando dice: «en toda vuestra manera de vivir«. ¿Qué les estoy diciendo con esto? Lo que les estoy diciendo, y deseo que comprendan es que al vivir en santidad, nos acercamos a Dios y experimentamos Su presencia y poder en nuestras vidas.
II. ¿Podemos alcanzar una santidad completa en esta vida?
La respuesta a esta pregunta es NO. La santidad es una meta que nunca se alcanza completamente en esta vida terrenal. La santidad no es un llamado a la perfección ya que nadie es perfecto excepto Cristo. Es importante entender que la santidad no significa que nunca cometeremos errores o que nunca tendremos que arrepentirnos de nuestros pecados.
Todos somos pecadores (Romanos 3:23)y necesitamos la gracia de Dios para ser salvados (Efesios 2:8) y transformados. Pero la santidad significa que estamos comprometidos a seguir a Cristo y a vivir de acuerdo con Sus mandamientos, aunque no siempre lo logremos de manera perfecta.
Así que es un llamado a vivir una vida en obediencia a Dios, y aunque podemos crecer en santidad en nuestra vida diaria, nunca llegaremos a ser completamente santos mientras vivamos en este mundo lleno de maldad.
El apóstol Pablo habla de este desafío en Filipenses 3:12-14, donde dice: «No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.«
La santidad es una búsqueda constante y continua en la que seguimos avanzando hacia la meta de ser cada vez más como Cristo. Es un proceso que se extiende a lo largo de toda nuestra vida, y aunque nunca llegaremos a ser completamente santos en esta vida terrenal, podemos confiar en la promesa de Dios de que un día seremos completamente santos en Su presencia en la eternidad.
III. ¿Cómo podemos alcanzar la santidad?
La santidad no es algo que podamos alcanzar por nuestra cuenta, sino que es un fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas. Al seguir a Cristo y permitir que Su Espíritu nos guíe, podemos crecer en santidad y en nuestra relación con Dios.
Para alcanzar la santidad, es importante seguir algunos pasos clave:
a. Arrepentimiento y perdón (Mateo 3:8)
El arrepentimiento es un aspecto fundamental de la vida cristiana. Para experimentar un verdadero arrepentimiento, es necesario que nos demos cuenta de que hemos ofendido a Dios y a aquellos que nos rodean. Debemos ser honestos con nosotros mismos y con Dios al confesar nuestros pecados y pedir perdón.
Además, debemos estar dispuestos a hacer cambios concretos en nuestra vida para dejar de hacer lo malo y comenzar a hacer lo bueno. Esto implica un cambio de actitud y de comportamiento, y la búsqueda de la ayuda de Dios para superar cualquier debilidad o tentación.
También es importante pedir perdón a aquellos a quienes hemos herido o perjudicado con nuestras acciones. Esto puede ser difícil, pero es necesario para reconciliarnos y reparar las relaciones dañadas.
Como cristianos, debemos arrepentirnos de nuestros pecados y pedir perdón a Dios y a aquellos a quienes hemos herido. Esto implica reconocer nuestros pecados, sentir tristeza y remordimiento por ellos, hacer cambios concretos en nuestra vida, y buscar la ayuda de Dios para superar nuestras debilidades y tentaciones.
b. Santificación diaria (Mateo 7:7; Juan 5:39; 1 Tesalonicenses 5:17)
Debemos dedicar tiempo cada día para buscar la presencia de Dios a través de la oración, la lectura de la Biblia y la meditación en sus enseñanzas.
La Biblia es la Palabra de Dios y es una fuente de sabiduría y verdad. Al estudiarla, podemos aprender más sobre quién es Dios y cómo quiere que vivamos nuestras vidas. También podemos encontrar consuelo, esperanza y dirección en sus páginas.
Además, el estudio de la Biblia nos ayuda a desarrollar una relación más profunda con Dios. A medida que leemos y meditamos en sus palabras, el Espíritu Santo nos guía y nos habla al corazón, ayudándonos a crecer en nuestra comprensión de Dios y en nuestra relación con él.
Es importante recordar que el estudio de la Biblia no debe ser una actividad meramente intelectual o académica, sino una oportunidad para crecer en nuestra relación con Dios. Cuando estudiamos la Palabra de Dios con humildad, fe y dependencia del Espíritu Santo, podemos experimentar la transformación que Dios desea obrar en nuestras vidas.
c. Renovación de la mente (Romanos 12:2)
Debemos renovar nuestra mente con la verdad de la Palabra de Dios y permitir que el Espíritu Santo nos guíe en nuestras decisiones y acciones diarias.
Romanos 12:2 nos llama a la renovación de la mente, lo que significa que debemos cambiar nuestra forma de pensar y ver el mundo para que esté en línea con la voluntad de Dios. En otras palabras, es una invitación a transformar nuestra manera de pensar para que sea más como la de Cristo.
La renovación de la mente es un proceso que comienza cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, y continuamos a lo largo de nuestras vidas a medida que aprendemos más sobre Dios y Su voluntad para nosotros. Esto implica cambiar nuestra forma de pensar acerca de todo, desde nuestras prioridades y valores hasta nuestras relaciones y perspectivas sobre la vida.
La renovación de la mente también involucra el discernimiento espiritual, que es la capacidad de discernir lo que es verdadero y lo que es falso en el mundo que nos rodea (discernimiento). A medida que renovamos nuestra mente, podemos discernir la voluntad de Dios para nuestras vidas y tomar decisiones que estén en línea con sus propósitos.
La renovación de la mente no es algo que podemos hacer por nuestra cuenta. Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para transformar nuestras mentes y para guiarnos en nuestro crecimiento espiritual. Al orar, leer la Palabra de Dios y buscar la comunión con otros creyentes, podemos permitir que el Espíritu Santo trabaje en nosotros para renovar nuestra mente y transformarnos en la imagen de Cristo.
d. Amor y servicio (Marcos 12:29-31)
Debemos amar y servir a los demás como Cristo lo hizo, buscando siempre el bienestar de los demás antes que el nuestro.
Jesús nos enseñó que el amor a Dios y el amor al prójimo son los dos mandamientos más importantes. Además, nos mostró a través de su vida y ministerio cómo servir a los demás con humildad y compasión.
En Juan 13:14-15, Jesús dice: «Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. 15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.»
Este versículo nos muestra que el servicio es una parte integral de nuestra vida cristiana, y que debemos estar dispuestos a servir a los demás, incluso en las tareas más humildes y aparentemente insignificantes.
Además, debemos buscar el bienestar de los demás antes que el nuestro. Filipenses 2:3-4 dice: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.»
Las palabra del apóstol Pablo aquí nos llama a poner a los demás primero, y a considerar sus necesidades y deseos por encima de los nuestros. Como cristianos, debemos amar y servir a los demás como Cristo lo hizo, buscando siempre el bienestar de los demás antes que el nuestro. Esto es un reflejo de nuestro amor por Dios y nuestro deseo de seguir el ejemplo de Jesús.
e. Separarnos del pecado (Isaías 59:2)
Debemos separarnos del pecado y de todo lo que nos aleja de la presencia de Dios. En Isaías 59:2 nos dice que nuestros pecados nos separan de Dios: «pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.»
Como cristianos, debemos estar conscientes de los pecados en nuestra vida y hacer un esfuerzo por separarnos de ellos. Esto significa renunciar a cualquier comportamiento o hábito que nos aleje de Dios y nos impida tener una relación cercana con Él.
La separación del pecado puede implicar diferentes cosas para cada persona, pero en general, implica alejarse de cualquier cosa que sabemos que está mal a los ojos de Dios, como mentir, robar, tener envidia, ser egoísta o practicar cualquier forma de inmoralidad sexual, entre otros.
También podemos separarnos del pecado a través de la oración y el arrepentimiento. Cuando reconocemos nuestros pecados y pedimos perdón a Dios, Él nos limpia y nos renueva (1 Juan 1:9). Debemos buscar la ayuda de Dios y de otros cristianos para vencer el pecado y vivir una vida que agrade a Dios.
Al seguir estos pasos, podemos alcanzar la santidad en nuestra vida diaria. Es un proceso que requiere esfuerzo y dedicación, pero que es posible con la ayuda y la gracia de Dios.
Conclusión
La santidad es una meta que nunca se alcanza completamente en esta vida, pero podemos acercarnos a ella cada vez más a medida que seguimos a Cristo y vivimos en obediencia a sus mandamientos. ¿Por qué digo esto? Lo digo porque el llamado a la santidad no es un llamado a la perfección, ya que solo ha existido un solo ser prefecto, y su nombre es Cristo Jesús.
El llamado a la santidad es un llamado a vivir una vida que honre a Dios y esté en línea con Su voluntad y propósito para nosotros. Como cristianos, podemos buscar la santidad a través de la obediencia y el servicio a Dios, permitiendo que Su Espíritu nos guíe.
El llamado a la santidad es una invitación a vivir una vida que refleje la santidad de Dios. Es un recordatorio de nuestra necesidad de estar en obediencia a Dios y de separarnos del pecado y la impureza. Al vivir en santidad, nos acercamos a Dios y experimentamos Su presencia y poder en nuestras vidas.
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