Esposos de verdad
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Bosquejos Bíblicos
Bosquejos Bíblicos Predica de Hoy: Esposos de verdad
Bosquejos Bíblicos… Texto de la Predicación: 1 Pedro 3:7
Introducción
En un pasaje anterior, el apóstol Pedro nos ha hablado sobre el rol de la mujer dentro del matrimonio. Ahora, Pedro no quiere ignorar que los maridos tienen un deber que también deben cumplir con sus mujeres.
Esto es contrario a lo que muchos hombres piensan y quieren. A los hombres les encanta exigir a sus mujeres, pero muy poco son capaces de ver sus propias responsabilidades. A veces pareciera que las mujeres son las únicas que tienen deberes en el hogar, y en el matrimonio.
De hecho, muchos de los problemas matrimoniales es que el hombre es ajeno con las responsabilidades del hogar. La mujer que tiene que estar detrás de él, recordándoles qué debe hacer y qué no.
Si queremos ser buenos esposos, debemos estar conscientes de nuestras responsabilidades, y cumplirlos con diligencia.
I. El entendimiento del esposo
a. Vivir sabiamente.
Lo primero que dice el texto es que los hombres deben vivir en sabiduría con sus mujeres. Fíjense que el texto no comienza diciendo que los hombres deben ser saber quién es el que manda en el hogar. Dicen que los hombres deben ser sabios al gobernar.
Eso es porque el gobierno del hogar requiere mucha sabiduría. El hombre no está tratando con animales con los cuales puede enseñorearse fácilmente, sin que reciban una réplica. Están gobernando sobre personas que tienen emociones, sentimientos, y forma de pensar. Especialmente, está gobernando sobre un adulto, maduro y capaz de tomar decisiones, pero que al mismo tiempo es diferente a él: su esposa.
Pedro dice que para tener sabiduría el hombre debe considerar lo que su esposa es. El texto dice que se vive sabiamente, considerando que ellas son vasos más frágiles y coherederas de la salvación. Es decir, mientras mayor sea el entendimiento del hombre sobre estas cosas, mejor esposo será.
b. Darle honor.
Además, no es sólo tener consideración de esas cosas. El pasaje también que le demos honor a la mujer por tener esas características. Este honor no sólo se refiere a adulación, sino a respetarlas y darles el valor que como mujeres, y mujeres de Dios tienen. Mejor esposos seremos en la medida que honremos y valoremos a nuestras mujeres.
II. Un Vaso más Frágil.
a. Un vaso más frágil.
En comparación con el hombre, la mujer es un vaso más frágil y débil. Esta debilidad no consiste en habilidades físicas o mentales, capacidades intelectuales, o frutos espirituales; no es que la mujer sea menos inteligente, o menos capaz de ejercer ciertos trabajos, o que ella no pueda crecer espiritualmente tanto como un hombre.
Lo que esto quiere decir es que tanto física como emocionalmente, la mujer es más frágil que el hombre. Si comparamos el cuerpo de una mujer con la de un hombre, él suele ser más robusto, más alto, y con brazos anchos, mientras que ella tiende a ser más baja, con una figura más delineada y delicada. Tanto así, que el hombre puede aprovecharse, y usar la fuerza para maltratarla, amenazarla u obligarla a hacer cosas que ella no quiere.
Además, las mujeres por naturaleza son más susceptibles en sus emocionas. Las palabras, las decisiones, los sucesos y las actitudes no afectan a un hombre de la misma manera que a una mujer. Porque ella es un vaso más frágil.
b. Es digna de honra por eso.
Por siglos, esto ha hecho que los hombres traten con desdén a las mujeres. Un filósofo antiguo decía que la peor maldición de un hombre era reencarnar como una mujer. Otro erudito una vez dijo que los hombres no debían acercarse mucho a las mujeres, para que no fueran contaminados por su debilidad.
Los hombres hoy día quizá no dicen esto explícitamente. Pero sus actitudes si lo demuestran. Un hombre que se harta porque su mujer se llena fácilmente de tristeza ante una situación específica, la trata con desprecio. Porque no tiene consideración de que por ser más frágil, ella estará más susceptible.
Un hombre que es apero en sus palabras, y dice lo primero que llega a la cabeza, sin importar cómo eso puede herir a su esposa es una forma de no vivir sabiamente. Si ella es más frágil, debemos tener tacto y misericordia para decirles las cosas.
III. Coheredera de la salvación.
a. Coheredera de la salvación.
“Ella es coheredera de la gracia de la vida”. Lo que esta frase quiere decir es que la mujer, al igual y en la misma medida que el hombre, es heredera de la salvación.
Esto tiene sentido, cuando es contrastado con la cultura en la que escribe Pedro. La mujer era despreciada en las religiones. De hecho, para los judíos es como si Dios tuviera desprecio por las mujeres. Ellas no tenían la capacidad de servir a Dios; de conocerle y adorarle. Ella no tenían ningún rol y propósito ante Dios. De hecho, que un hombre hablara con una mujer en público, era un acto de indecencia.
Sin embargo, Jesucristo habló a las mujeres como personas con igual valor que el hombre. Ellas también pueden disfrutar de la salvación. Ellas no necesitan a un hombre para estar completas. Porque Jesucristo es su marido, en el cual están completas.
Ella no recibe la salvación porque su marido fue salvo, o por algo de su marido. Ella recibe salvación porque Dios también quiso salvar a las mujeres.
b. Su valor por esto.
Esto tiene una fuerte implicación para nosotros como maridos, y para los hombres en la iglesia. Primero, no hay que tratar a las mujeres como inferiores a nosotros. Sino como a personas por las que Cristo entregó su vida.
En segundo lugar, nunca debemos quitar la posibilidad de que nuestras mujeres sean virtuosas, capaces de servir al Señor en el hogar; entendidas y sabias en el evangelio. Un hombre que siempre trata a su mujer como una ignorante, que no tiene capacidad de mejorar, no entiende esta verdad.
Además, hace entender que, aunque la mujer no tenga el mismo rol que el hombre dentro de la iglesia, sí es cierto que la mujer puede ser servir al Señor, y su servicio es grato. La mujer no fue llamada a ser pastora o predicadora. Pero no por eso es menos importante. De hecho, la Escritura muestra que con su rol de esposa, y de una mujer es de mucho valor para la iglesia y para los hombres.
La función y los dones que Dios le ha dado a la mujer, en virtud de salvación, le dan un gran valor. ¡Las mujeres cristianas son un don precioso! Las mujeres pueden ser salvas, y amadas por el Señor.
Conclusiones
Por tanto, honremos a nuestras mujeres. Ellas merecen todo nuestro respeto y honor. Ellas deben someterse a nosotros. Pero nosotros debemos amarlas, y valorarlas. Son un tesoro y una joya, para los maridos, para la iglesia, y para el mundo entero.
© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.