La reconciliación con Dios

La reconciliación con Dios

Mensajes Cristianos

Confiando en Dios Predica de Hoy: La reconciliación con Dios

Mensajes Cristianos Lectura Bíblica: Job 22:21-23

Introducción

Queridas hermanas en Cristo, es un verdadero placer y una bendición poder compartir con ustedes hoy. Como esposa de un pastor, comprendo las alegrías y desafíos que enfrentamos en nuestra caminar diario con Dios. Hoy, quiero hablarles sobre un tema que es fundamental para nuestra relación con Dios: la reconciliación.

Nuestro texto clave es Job 22:21-28, un pasaje que nos llama a reconciliarnos con Dios, a aceptar Su instrucción y a establecer la justicia. Pero, ¿qué significa realmente reconciliarse con Dios? ¿Y cómo afecta esto a nuestras vidas diarias?

La reconciliación es un proceso de restauración, de volver a una relación de paz y armonía.

En el contexto de nuestra relación con Dios, significa volver a Él, arrepentirnos de nuestros pecados y buscar su perdón. Pero no se trata solo de evitar el castigo; se trata de restaurar nuestra relación con nuestro Creador, de vivir en paz y armonía con Él.

Espero que a medida que exploremos este tema juntas, podamos profundizar en nuestro entendimiento de lo que significa estar reconciliadas con Dios y cómo esto puede transformar nuestras vidas.

Así que, queridas hermanas, les invito a que abran sus corazones y sus mentes a lo que Dios tiene para nosotras hoy. Que su Espíritu nos guíe y nos ilumine mientras buscamos crecer en nuestra relación con Él.

I. La Amistad con Dios (vers. 21)

Primero, debemos entender que la reconciliación con Dios comienza con la amistad. La palabra aquí nos dice: «Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; Y por ello te vendrá bien«. Esta amistad no es una relación superficial, sino una comunión profunda y sincera con nuestro Creador. Al igual que en cualquier amistad, esto requiere tiempo, comunicación y compromiso de nuestra parte.

Confiemos en las promesas de Dios

Pero, ¿cómo se ve esta amistad en la práctica? En primer lugar, implica pasar tiempo en la presencia de Dios, a través de la oración y la lectura de su Palabra.

Como dice en Salmos 1:2, «sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche«. Al sumergirnos en la Palabra de Dios, aprendemos más sobre Su carácter, Sus promesas y Su amor por nosotras.

Además, esta amistad con Dios también implica una comunicación abierta y sincera con Él. Filipenses 4:6 nos anima a «no estar ansiosos por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias«. No hay nada que no podamos compartir con Dios. Él conoce nuestros pensamientos y sentimientos más profundos, y quiere que se los presentemos.

Finalmente, la amistad con Dios requiere compromiso de nuestra parte. Debemos estar dispuestas a obedecer Sus mandamientos y seguir Sus caminos. Como dice en Juan 14:15, «Si me amáis, guardad mis mandamientos«. Al obedecer a Dios, demostramos nuestro amor por Él y fortalecemos nuestra amistad con Él.

Por lo tanto, la reconciliación con Dios no es un evento único, sino un proceso continuo de crecimiento en nuestra amistad con Él. A medida que pasamos tiempo con Dios, nos comunicamos abiertamente con Él y nos comprometemos a obedecerle, nuestra relación con Él se profundiza y se fortalece. Y a través de esta relación, experimentamos la paz y el bienestar que solo Dios puede dar.

II. La Ley de Dios (vers. 22)

El siguiente paso en nuestra reconciliación con Dios es recibir Su ley y poner Sus palabras en nuestros corazones. La ley de Dios no es un conjunto de reglas arbitrarias, sino una guía para vivir una vida que le agrada a Él. Al guardar Sus palabras en nuestros corazones, nos alineamos más estrechamente con Su voluntad y propósito para nuestras vidas.

Además, el Salmo 119:11 nos recuerda: «En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti«. Este versículo nos insta a internalizar la palabra de Dios, a hacerla parte integral de nuestro ser. No se trata solo de leer la Biblia, sino de absorber su verdad y permitir que moldee nuestras vidas y decisiones.

Por otro lado, en Deuteronomio 6:6, Dios nos dice: «Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón«. Esto nos muestra que Dios desea que Su ley sea algo que llevamos en lo más profundo de nosotros, no solo algo que seguimos externamente.

Finalmente, en Proverbios 3:1-2, se nos aconseja: «Hijo mío, no te olvides de mi ley, Y tu corazón guarde mis mandamientos; Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán«. Aquí vemos que guardar la ley de Dios en nuestros corazones no solo nos acerca a Él, sino que también nos trae paz y vida.

Por lo tanto, recibir la ley de Dios y guardarla en nuestros corazones es un paso esencial en nuestra reconciliación con Él. Nos ayuda a entender mejor Su voluntad para nuestras vidas y nos guía en el camino que debemos seguir.

III. La Paz y el Bienestar (vers. 23)

Finalmente, la reconciliación con Dios nos trae paz y bienestar. Al volver en amistad con Dios, tendremos paz y nos vendrá el bien. Esta paz no es simplemente la ausencia de conflictos, sino una profunda sensación de tranquilidad y seguridad que proviene de saber que estamos en armonía con Dios.

Esta paz trasciende todo entendimiento humano, como se nos dice en Filipenses 4:7: «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús«.

Esta paz es un regalo divino, una gracia que se nos da cuando nos reconciliamos con Dios. No es algo que podamos obtener por nuestros propios medios, sino que es un fruto de nuestra relación con Dios.

Además, esta paz no es una paz pasiva, sino una paz activa que nos impulsa a vivir en armonía con los demás.

Como se nos dice en Romanos 12:18: «Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres«. Esta paz nos lleva a buscar la reconciliación no solo con Dios, sino también con nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

Por lo tanto, la reconciliación con Dios no solo nos trae paz y bienestar, sino que también nos transforma en agentes de paz en el mundo. Nos convierte en embajadores de la reconciliación, como se nos dice en 2 Corintios 5:20: «Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios«.

Por lo tanto, amigas, busquemos la reconciliación con Dios, no solo por el bienestar y la paz que nos trae, sino también por el llamado que tenemos de ser embajadoras de su reconciliación en el mundo.

Conclusión

La reconciliación con Dios es un proceso que implica volver en amistad con Él, recibir Su ley y experimentar la paz y el bienestar que esto trae. Como mujeres de fe, debemos esforzarnos por buscar esta reconciliación en nuestras vidas diarias. Recordemos siempre las palabras de Job 22:21-23 y hagamos de la reconciliación con Dios una prioridad en nuestras vidas.

Este proceso de reconciliación no es un evento único, sino un camino continuo que debemos recorrer a lo largo de nuestras vidas. Cada día nos presenta nuevas oportunidades para profundizar nuestra amistad con Dios, para meditar en su ley y para experimentar la paz que viene de estar en armonía con Él. Como se nos dice en Lamentaciones 3:22-23: «Las misericordias del Señor son nuevas cada mañana; grande es tu fidelidad«.

Además, esta reconciliación con Dios no es solo para nuestro propio beneficio, sino que también tiene un impacto en las personas que nos rodean. Al vivir en reconciliación con Dios, podemos ser un testimonio de Su amor y gracia para otros. Como se nos dice en Mateo 5:16: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos«.

Por lo tanto, hermanas, hagamos de la reconciliación con Dios una prioridad en nuestras vidas. No solo porque nos trae paz y bienestar, sino también porque nos permite ser un faro de Su amor en un mundo que tanto lo necesita. Que Dios nos guíe y nos fortalezca en este camino de reconciliación.

© Hilda T. Hernández. Todos los derechos reservados.

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