Nuestra fe
Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Prédica de hoy: Nuestra fe mueve montañas
Tabla de Contenido
Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Santiago 1:1-8
Introducción
«Fe» es una palabra crucial en el vocabulario de una persona que profesa fervientemente el evangelio. La vivimos, y por ella nos permitimos hacer una voluntad superior a la nuestra: la de Jehová.
Gracias a la fe podemos adquirir sabiduría, y sin ella todo lo que hacemos es en vano. Porque es inútil hacer cosas en las que no creemos. Esta no es solo una cualidad, tenemos que trabajar y poner atención al nivel de confianza. De hecho, es la parte central que nos permite entregar nuestra existencia a un propósito que no podemos ver pero sentir.
Si podemos creer con fe inquebrantable, podemos hacer todo lo que Dios tiene delante de nosotros. Es la raíz de la fe y del amor; para que dure hay que saber cuidarlo. Pues como nos explica Hebreos 11:6: “Sin fe es imposible agradar a Dios”.
I. Nuestra fe mueve montañas – Un signo de fe
1. Certeza y convicción (Hebreos 11:1)
En este extracto describimos brevemente lo que incluye el significado de la fe: seguridad y convicción. Usualmente en la vida estamos constantemente esperando. Sabemos que se dan diferentes situaciones y etapas. Esperamos el crecimiento de los niños, el paso de las estaciones, el final del día. ¿Lo veremos? No, nos es imposible mirar hacia el futuro, pero estamos convencidos de lo que sucederá.
La fe es garantía de que existimos, vivos, presentes aquí y ahora. Es la forma en que Dios se nos revela de manera soberana y poderosa.
2. Vivimos por la fe (2 Corintios 5:6-7)
La fe es la parte central de nuestra vida, porque caminar en ella significa renunciar al mundo. Aunque estamos en nuestros cuerpos, la Biblia nos dice que no vivamos pensando en el cuerpo. En cambio, tenemos que prepararnos para siempre estar presentes en el Señor. Esto solo se puede lograr creyendo firmemente en la palabra de Dios.
La fe va de la mano con nuestro modo de vida. Además de ser una condición para seguir a Dios, también se convierte en una forma de seguirlo. No sólo debemos “tener fe” sino vivirla, morar en ella y no olvidar.
3. La fe es perseverancia y paciencia (Santiago 1:3)
Si alguien realmente cree en algo, no lo abandona. La fe también tiene una paciencia larga y tranquila. Él crea perseverancia y nos invita a creer que todo es posible.
Lo primero que debemos comprender para expresarnos con fe es la inclinación. Si esperamos ansiosamente que «algo suceda», no estamos viviendo honestamente en la fe. En este sentido, nuestra fe debe ser humilde, como la de un niño. Esperamos porque sabemos que algo va a pasar, no por incertidumbre o miedo. En cuanto a la fe, no hay lugar para la duda.
II. Nuestra fe mueve montañas – La fe como armadura
1. La fe nos embosca con coraje (Mateo 8:23-27)
En caso de fracaso, Jesús usaba la fe como su mejor arma. En este pasaje incluso llamó a sus discípulos «hombres de poca fe» porque tenían miedo de la tormenta.
El miedo es una reacción natural del cuerpo en situaciones peligrosas. Pero si creemos que Dios puede salvarnos, este miedo desaparecerá.
La fe nos hace valientes para resolver cualquier problema. Pero lo más importante es saber que esto no sucede por sí solo. Creer es un acto humilde.
2. La fe como salvación (Juan 11:25-26)
La resurrección de Lázaro es uno de los pasajes más asombrosos de la Biblia. Nos enseña que Jesús es ciertamente la fuente de vida, pero debemos tener fe para ver Su gran gloria.
Marta creía tan firmemente que Jesús hizo un milagro. Su hermano fue salvo por esta fe. Asimismo, nuestra propia salvación es vivir por fe. Debemos creer que Jesús ha vencido al mundo, y en esa seguridad abrazamos sus promesas.
Para movernos en este mundo según las órdenes de Dios, necesitamos que sus promesas guíen nuestras acciones. Grabarlos y compartirlos en la comunidad es parte de nuestro viaje. Esta es la meta de la salvación.
3. Pedir con fe (Mateo 21:20)
Jesús enseñó la manera correcta de orar a Dios. Siempre con fe y humildad, nunca pidiendo nada. Sabemos que podemos pedirle porque él, como padre, conoce nuestras necesidades. Sin embargo, se nos recuerda que debemos orar con verdadera fe.
Nada es imposible ni difícil para el Creador. Cuando aceptamos esta verdad, nos damos cuenta de que no hay nada que temer en sus manos.
III. Nuestra fe mueve montañas: ¿Cuál debe ser nuestra fe?
1. Como un grano de mostaza (Mateo 17:20)
La fe no es algo que no podamos medir, es un don de Dios y como tal su alcance supera lo que sabemos. Sin embargo, la Biblia usa esta metáfora dos veces. Debemos tener al menos tanta fe como una semilla de mostaza. ¿Qué significa?
Las semillas de mostaza son bastante pequeñas. Su característica especial es que, si se cuida adecuadamente, crece y se expande como un gran árbol.
Por tanto, nuestra fe debe ser como una semilla que, bien plantada, puede convertirse en manifestación de la obra de Dios. Comienza muy pequeño y humilde para convertirse en algo grande. Debemos, pues, reflexionar en el Evangelio que nuestra fe nos hace crecer sin límites.
2. La fe debe ser segura (Santiago 1:6)
El comienzo del libro de Santiago amplía este tema. Explique que los que todavía dudan son como las olas del mar que se mueven de un lugar a otro. Cuando confiamos en nuestra fe, sucede lo contrario. Encontramos refugio en el evangelio, y cuanto más fe tenemos, más difícil nos resulta desviarnos de él.
Si estamos seguros de nuestro Dios y de lo que Él testifica en Su palabra, el pecado no puede vencer nuestra fe. Él nos mantiene arraigados sin desviarnos de nuestro camino.
Esto no significa que el pecado deje de existir, sino que ahora tenemos la fuerza y el poder de Dios con nosotros.
Conclusión
Cuando algo es realmente importante en nuestra vida, lo cuidamos bien y queremos que dure. Dado que Dios es nuestra máxima prioridad, debemos vivir una fe cuyas dimensiones justifiquen esa prioridad.
La fe debe ser un tema que atesoremos en constante oración y ayuno. Debemos sostenernos como árboles plantados allí, ser fuertes y honrar a Dios con nuestra existencia. Recordemos que sin él es imposible acercarse al Padre y comprender este inmenso amor.
Es sobrenatural y encontramos respuestas que el mundo no puede responder. Hay gozo y seguridad en esta verdad, porque el mundo tiene sus penas y soledades, pero como no nos conformamos al mundo, podemos sentirnos seguros. Por la fe somos salvos.
Cada día es necesario preguntarse cuál es nuestra fe. De ello depende nuestro crecimiento y desarrollo como cristianos. Esforcémonos por ser como semillas de mostaza, y en este cambio irreparable podamos sentir lo que predicamos.
© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.