La inmutabilidad de las promesas de Dios
Predicas Cristianas Prédica de Hoy: La inmutabilidad de las promesas de Dios
© José R. Hernández, Pastor
El Nuevo Pacto, Hialeah, FL. (1999-2019)
Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Hebreos 6:13-20
Introducción
En un mundo lleno de incertidumbre y cambio, hay algo que permanece constante: la promesa de Dios. En los cersiculos que hemos leído para la predica de hoy, se nos recuerda la inmutabilidad de la promesa de Dios a Abraham, y cómo esa promesa se convierte en una esperanza segura y firme para nosotros. Este pasaje bíblico nos ofrece un consuelo poderoso y una seguridad inquebrantable en medio de las pruebas y tribulaciones de la vida.
Deso que estemos muy conscientes de que la promesa de Dios a Abraham no fue una promesa ordinaria. Fue una promesa hecha con un juramento, una promesa que Dios hizo jurando por sí mismo, ya que no había nadie mayor por quien jurar. Esta promesa no dependía de las circunstancias cambiantes ni de la habilidad de Abraham para cumplirla. Dependía únicamente de Dios, quien es inmutable y fiel en todas sus promesas.
Y así como Dios fue fiel a Su promesa a Abraham, también es fiel a Sus promesas para nosotros. A través de Jesús, que entró por nosotros como precursor, tenemos una esperanza segura y firme. Esta esperanza es como un ancla para nuestras almas, una ancla que penetra hasta dentro del velo, en la presencia misma de Dios.
En la predica de hoy, mientras exploramos este pasaje bíblico, reflexionaremos sobre la inmutabilidad de la promesa de Dios y la esperanza firme que tenemos en Él. Examinaremos cómo estas verdades pueden impactar nuestras vidas y cómo podemos vivir de una manera que refleje nuestra confianza en las promesas de Dios.
I. La Inmutabilidad de la Promesa de Dios (verss. 13-14)

La promesa de Dios a Abraham es un ejemplo poderoso de la inmutabilidad de las promesas de Dios. Dios juró por sí mismo, no pudiendo jurar por otro mayor, y prometió bendecir abundantemente a Abraham y multiplicarlo grandemente.
Esta promesa no dependía de las circunstancias ni de la habilidad de Abraham para cumplirla. Dependía únicamente de Dios, quien es inmutable y fiel en todas sus promesas.
a. La Promesa de Dios a Abraham
La promesa de Dios a Abraham es un hito en la historia de la salvación. En Génesis, Dios le dice a Abraham: «De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente» (vers. 14). Esta promesa no fue un simple deseo o una declaración vacía. Fue un compromiso divino, un pacto sellado con un juramento.
Dios no hizo esta promesa a la ligera. Él juró por sí mismo, la más alta autoridad, garantizando así su cumplimiento. Este acto subraya la seriedad y la certeza de la promesa de Dios. No hay nada más seguro que una promesa de Dios respaldada por su propio nombre.
Además, la promesa de Dios a Abraham no se limitó a bendiciones materiales o temporales. Fue una promesa de bendición espiritual y eterna. A través de Abraham, todas las naciones de la tierra serían bendecidas [1]. Esta bendición se cumplió en Jesús, el descendiente de Abraham, quien trajo salvación a todo el mundo.
La promesa de Dios a Abraham nos muestra que Dios es un Dios de promesas. Él es fiel para cumplir lo que ha prometido, y podemos confiar en sus promesas. Como descendientes espirituales de Abraham, somos herederos de las mismas promesas. En Cristo, somos bendecidos con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales [2].
Por lo tanto, la promesa de Dios a Abraham no es solo una historia del pasado. Es una realidad viva que nos afecta hoy. Nos recuerda la fidelidad de Dios, nos da esperanza para el futuro y nos motiva a vivir en obediencia a Dios, al igual que Abraham.
b. La Inmutabilidad de Dios
La inmutabilidad de Dios es una de sus características divinas más consoladoras. Significa que Dios no cambia. Sus atributos, su naturaleza, su carácter, sus promesas son constantes. No son afectados por el tiempo, las circunstancias o los cambios en el mundo. Como dice en Malaquías 3:6, «Porque yo, Jehová, no cambio«.
Esta inmutabilidad de Dios es fundamental para nuestra fe. Nos permite confiar en Dios y en sus promesas. Como dice Números 23:19, «Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. ¿Acaso él dice, y no hace? ¿Acaso promete, y no cumple?» Sabemos que lo que Dios ha dicho, lo cumplirá. Lo que Dios ha prometido, lo hará. No hay incertidumbre ni vacilación en Dios. Él es constante y confiable.
La inmutabilidad de Dios también nos da seguridad en medio de un mundo cambiante. Aunque todo a nuestro alrededor puede estar en constante cambio, Dios permanece igual. Su amor por nosotros no cambia [3]. Además, la inmutabilidad de Dios nos da esperanza para el futuro.
Sabemos que las promesas de Dios para el futuro se cumplirán porque Dios es inmutable. Su plan para la salvación, Su promesa de vida eterna, Su promesa de un nuevo cielo y una nueva tierra, todas estas promesas se cumplirán porque Dios es fiel e inmutable.
Por lo tanto, la inmutabilidad de Dios no es una doctrina abstracta o irrelevante. Es una verdad que afecta cada aspecto de nuestras vidas. Nos da confianza en las promesas de Dios, seguridad en medio de la incertidumbre y esperanza para el futuro.
c. La Fidelidad de Dios en Sus Promesas
La fidelidad de Dios es una de sus características más notables y consoladoras. Dios es fiel en todas sus promesas. Esto es algo que se nos dice claramente en 2 Corintios 1:20 cuando leemos: «Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, para la gloria de Dios por medio de nosotros«. Esto significa que todas las promesas de Dios se cumplen en Cristo y son seguras para nosotros.
La fidelidad de Dios en sus promesas se ve claramente en la promesa que hizo a Abraham. Esto es algo que queda bien declarado en el vers. 15, cuando leemos: «después de haber esperado con paciencia, obtuvo lo que Dios había prometido«. A pesar de los muchos años de espera y las circunstancias aparentemente imposibles, Dios cumplió Su promesa a Abraham. Esto nos muestra que podemos confiar en la fidelidad de Dios, incluso cuando las circunstancias parecen desalentadoras.
La fidelidad de Dios en Sus promesas también se ve en la promesa de vida eterna. Por ejemplo, en Tito 1:2, Pablo habla de «la esperanza de vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes de los tiempos eternos«. Esta promesa de vida eterna es segura porque Dios es fiel. Podemos tener la confianza de que, si hemos puesto nuestra fe en Cristo, tendremos vida eterna [4].
Además, la fidelidad de Dios en sus promesas nos da esperanza y seguridad en medio de las pruebas y tribulaciones. Como encontramos en Hebreos 10:23 cuando leemos: «Mantengamos firme la confesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió«. Aunque podemos enfrentar dificultades y desafíos en esta vida, podemos tener la seguridad de que Dios es fiel a sus promesas. Él nunca nos abandonará ni nos dejará.
La fidelidad de Dios en Sus promesas también nos motiva a vivir vidas de obediencia y fe. Como encontramos en 2 Pedro 3:13 cuando leemos: «Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia«. Esta esperanza en las promesas de Dios nos impulsa a vivir vidas que reflejen su justicia y amor.
Por lo tanto, la fidelidad de Dios en sus promesas no es solo una doctrina teológica. Es una realidad viviente que afecta cada aspecto de nuestras vidas. Nos da confianza en las promesas de Dios, seguridad en medio de la incertidumbre, motivación para vivir vidas de obediencia y fe, y esperanza para el futuro.
II. La Esperanza Firme en Dios (vers. 16)

La esperanza es una parte esencial de nuestra fe cristiana. Pero no es una esperanza vaga o incierta. Es una esperanza firme y segura en Dios y en sus promesas. Esta esperanza es como un ancla que nos mantiene firmes en medio de las tormentas de la vida.
Esta esperanza firme en Dios se basa en la fidelidad de Dios y en Sus promesas inmutables. Como hemos visto, Dios es fiel en todas sus promesas. Él no cambia. Sus promesas son seguras y confiables. Por lo tanto, podemos tener una esperanza firme en Dios.
a. Jesús como Nuestra Esperanza
Jesús es el centro de nuestra esperanza cristiana. Él es la promesa cumplida de Dios, el cumplimiento de todas las promesas de Dios. En Jesús, todas las promesas de Dios se cumplen y se hacen realidad.
Jesús es nuestra esperanza porque él es nuestro Salvador. Él murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó de los muertos para darnos vida eterna [4]. En Jesús, tenemos la esperanza de la salvación y la vida eterna.
Jesús es también nuestra esperanza porque él es nuestro Sumo Sacerdote. En el vers. 20 vemos que se nos dice que Jesús, como precursor, entró por nosotros dentro del velo. Él ha entrado en la presencia de Dios por nosotros y está intercediendo por nosotros. En Jesús, tenemos la esperanza de un acceso directo a Dios y de su ayuda y gracia en tiempos de necesidad.
Además, Jesús es nuestra esperanza porque él es nuestro Señor y Rey. Él está gobernando y reinará para siempre. En Jesús, tenemos la esperanza de un reino eterno de justicia y paz.
Por lo tanto, Jesús es nuestra esperanza. Él es la promesa cumplida de Dios, nuestro Salvador, nuestro Sumo Sacerdote, y nuestro Señor y Rey. En él, tenemos una esperanza firme y segura.
b. La Esperanza como Ancla del Alma
El apóstol describe nuestra esperanza en Dios como un ancla para el alma (vers. 19). Pero, ¿qué quiere decir esto?
Bueno, como todos sabemos, un ancla es lo que mantiene un barco estable en medio de la tormenta, o lo mantiene en un lugar estable. En otras palabras, el ancla evita que el barco sea arrastrado por el viento y las olas. De la misma manera, nuestra esperanza en Dios es lo que nos mantiene estables en medio de las tormentas de la vida. Nos impide ser arrastrados por las dificultades, las pruebas y las tentaciones.
Esta esperanza es segura y firme. No es una esperanza incierta o inestable. Es una esperanza basada en la fidelidad de Dios y en sus promesas inmutables [5]. Podemos tener confianza en la esperanza que tenemos en Dios porque sabemos que Dios es fiel y que cumplirá Sus promesas.
Además, esta esperanza no es solo para esta vida. Es una esperanza para la eternidad [6]. Nuestra esperanza en Dios nos da la seguridad de la vida eterna.
Por lo tanto, nuestra esperanza en Dios es un ancla para el alma. Es lo que nos mantiene estables en medio de las tormentas de la vida. Es una esperanza segura y firme, basada en la fidelidad de Dios y en sus promesas inmutables. Y es una esperanza para la eternidad.
III. La Influencia de la Promesa y la Esperanza en Nuestras Vidas

Las promesas de Dios y la esperanza que tenemos en Él tienen una influencia profunda y transformadora en nuestras vidas. Nos dan dirección, propósito y motivación. Nos ayudan a enfrentar las dificultades y los desafíos con fe y confianza. Y nos dan la seguridad de un futuro eterno con Dios.
Primero, las promesas de Dios y la esperanza que tenemos en Él nos dan dirección y propósito. Como dice en Proverbios 3:5-6, «Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas«. Las promesas de Dios y la esperanza que tenemos en Él nos guían en la dirección correcta y nos dan un propósito en la vida.
a. La Seguridad en las Promesas de Dios (verss. 17-18)
Las promesas de Dios son una fuente de seguridad para nosotros. En un mundo lleno de incertidumbre y cambio, las promesas de Dios son inmutables y seguras.
Esta seguridad en las promesas de Dios nos da confianza en medio de las pruebas y las dificultades. Sabemos que Dios es fiel y que cumplirá sus promesas [7]. Podemos confiar en que Dios cumplirá sus promesas, incluso cuando las circunstancias parecen desalentadoras.
Esta seguridad en las promesas de Dios también nos da esperanza para el futuro. Sabemos que Dios tiene un plan para nosotros, un plan para darnos esperanza y un futuro [8]. Podemos tener la seguridad de que nuestro futuro está en las manos de Dios, y que Él tiene un plan para nosotros.
Por lo tanto, la seguridad en las promesas de Dios es una parte esencial de nuestra fe cristiana. Nos da confianza en medio de las pruebas, esperanza para el futuro, y la seguridad de que Dios es fiel y cumplirá sus promesas.
b. La Esperanza en Medio de las Pruebas
Las pruebas y dificultades son una realidad en esta vida. Sin embargo, como creyentes, no enfrentamos estas pruebas solos. Tenemos la esperanza en Dios y en sus promesas, lo que nos da la fuerza para perseverar en medio de las pruebas.
El apóstol en Santiago 1:2-4 nos dice: «Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.» Las pruebas pueden ser difíciles, pero también pueden ser una oportunidad para crecer en nuestra fe y confianza en Dios.
Además, tenemos la esperanza de que Dios está trabajando en medio de nuestras pruebas [9]. Aunque no siempre entendemos por qué enfrentamos ciertas pruebas, podemos tener la esperanza de que Dios está trabajando para nuestro bien.
Finalmente, tenemos la esperanza de la eternidad con Dios [10]. Las pruebas de esta vida son temporales, pero la gloria que nos espera en la eternidad con Dios es eterna.
Por lo tanto, aunque enfrentamos pruebas y dificultades en esta vida, tenemos la esperanza en Dios y en Sus promesas. Esta esperanza nos da la fuerza para perseverar, la confianza de que Dios está trabajando para nuestro bien, y la esperanza de la eternidad con Dios.
c. La Vida que Refleja la Confianza en Dios
La confianza en Dios y en sus promesas debe reflejarse en nuestra vida diaria. No es suficiente simplemente decir que confiamos en Dios; nuestra vida debe demostrar esa confianza.
Primero, una vida que refleja la confianza en Dios es una vida de obediencia [11]. Si confiamos en Dios y en Sus promesas, obedeceremos sus mandamientos.
Segundo, una vida que refleja la confianza en Dios es una vida de fe [12]. Aunque no siempre podemos ver cómo Dios está trabajando, confiamos en que Él está cumpliendo Sus promesas.
Finalmente, una vida que refleja la confianza en Dios es una vida de esperanza [13]. Aunque enfrentamos pruebas y dificultades, tenemos la esperanza de que Dios está trabajando para nuestro bien y de que tenemos un futuro eterno con Él.
Por lo tanto, una vida que refleja la confianza en Dios es una vida de obediencia, fe y esperanza. Es una vida que demuestra nuestra confianza en Dios y en sus promesas.
Para concluir
En la predica de hoy hemos explorado la inmutabilidad de la promesa de Dios y la esperanza firme que tenemos en Él. Hemos visto cómo estas verdades pueden impactar nuestras vidas y cómo podemos vivir de una manera que refleje nuestra confianza en las promesas de Dios.
Primero, hemos visto que la promesa de Dios a Abraham es un ejemplo poderoso de la inmutabilidad de las promesas de Dios. Dios es fiel para cumplir lo que ha prometido, y podemos confiar en sus promesas. Como descendientes espirituales de Abraham, somos herederos de las mismas promesas. En Cristo, somos bendecidos con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales.
Segundo, hemos visto que nuestra esperanza en Dios es una esperanza firme y segura. Esta esperanza es como un ancla para nuestras almas, una ancla que penetra hasta dentro del velo, en la presencia misma de Dios. En Jesús, tenemos una esperanza segura y firme.
Finalmente, hemos visto que las promesas de Dios y la esperanza que tenemos en Él tienen una influencia profunda y transformadora en nuestras vidas. Nos dan dirección, propósito y motivación. Nos ayudan a enfrentar las dificultades y los desafíos con fe y confianza. Y nos dan la seguridad de un futuro eterno con Dios.
Por lo tanto, en un mundo lleno de incertidumbre y cambio, podemos tener confianza en las promesas inmutables de Dios y en la esperanza firme que tenemos en Él. Podemos vivir vidas que reflejen nuestra confianza en Dios y en sus promesas. Y podemos tener la seguridad de un futuro eterno con Dios.
Mientras vivimos nuestras vidas en este mundo, podemos enfrentar pruebas y tribulaciones. Pero en medio de estos desafíos, podemos tener la seguridad de que Dios es fiel a sus promesas. Podemos confiar en él, sabiendo que él nunca nos fallará ni nos abandonará.
Hoy, te animo a que reflexiones sobre las promesas de Dios en tu vida. ¿Estás confiando en sus promesas? ¿Estás viviendo en la esperanza que él ofrece? Que nuestras vidas reflejen nuestra confianza en las promesas inmutables de Dios y nuestra esperanza firme en él.
Es mi oración que las verdades que hemos explorado en la predica de hoy te animen y fortalezcan en tu fe. Que te ayuden a vivir una vida que honre a Dios, y que refleje tu confianza en Él. Y que te de la esperanza y la seguridad que necesitas para enfrentar las pruebas y los desafíos de la vida. Amén.
[1] Génesis 22:18
[2] Efesios 1:3
[3] Romanos 8:38-39
[4] Juan 3:16
[5] Números 23:19
[6] Tito 1:2
[7] Deuteronomio 7:9
[8] Jeremías 29:11
[9] Romanos 8:28
[10] 2 Corintios 4:17
[11] 1 Juan 2:3-6
[12] Hebreos 11:1
[13] Romanos 15:13
© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.