Suelta la naranja
Predicas Cristianas
Prédica de Hoy: Suelta la naranja
Predicas Cristianas Texto Bíblico: Hebreos 10:26-31
Introducción
Hace un tiempo atrás vi un documental muy interesante. Se trataba de unos cazadores en la jungla que se dedicaban a atrapar animales. Según lo que ellos explicaron existe muy buen dinero en atrapar animales salvajes y venderlos a los zoológicos.
Entre muchas de las tácticas que ellos utilizaron la más interesante de todas fue la que ellos usaron para atrapar a los monos. Estoy seguro que todos nosotros aquí podemos planear diferentes maneras para atrapar a un animal, pero la estrategia que estos cazadores usaron fue algo muy interesante. Fíjense bien como es la cosa.
Primero de todo ellos tenían un lugar favorito para atrapar a los monos. Este lugar era un tronco de un árbol seco que estaba en medio de una sección de un pasto verde, cual estaba rodeado de árboles y matorrales. Lo interesante de todo esto no es que el árbol estaba apartado del resto del matorral; lo interesante fue que el tronco del árbol tenía un hueco suficientemente grande para que cupiera la mano de un mono.
Entonces, lo que ellos hacían era que colocaban una naranja dentro del hueco y se escondían a esperar. No paso mucho tiempo cuando apareció un mono de dentro del matorral que caminaba cerca del árbol. Como todos nosotros sabemos, los animales tienen muy buen olfato, y aparentemente el mono sintió el olor de la fruta y se acerco al árbol para investigar.
Acto seguido, el mono metió la mano dentro del hueco, agarro la fruta y trato de sacar la mano, pero no la podía sacar porque ahora su mano formaba un puño alrededor de la naranja.
Una vez que los cazadores vieron esto, ellos muy calmadamente caminaron hacia el mono, le tiraron una red por encima, le apretaron la muñeca para hacerle soltar la naranja y lo metieron en una jaula.
¿Que cosas verdad? Estoy seguro que muchos se están preguntando: ¿qué tiene que ver esto con nosotros? Pero les digo que tiene mucho que ver. En el día de hoy quiero que examinemos la táctica usada por estos cazadores. Vamos a examinar esta táctica con el propósito de ver si esto es algo que puede ser utilizado para atrapar a una persona.
Hoy quiero que examinemos nuestra vida para ver si nos podemos encontrar atrapados en el pecado.
Hebreos 10:26-31– Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 27sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. 28El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. 29¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? 30Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. 31¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!
Lo más obvio que encontramos aquí es la gran advertencia acerca de lo que sucede cuando perseveramos en una vida de pecado. Algo de suma importancia a notar es que estos versículos no están dirigidos al mundo.
Estos versículos no están dirigidos a aquellos que aun no conocen la verdad y están siendo arrastrados por esa corriente de maldad que arrastra al mundo. Estos versículos son una advertencia a la iglesia, son una advertencia a los creyentes. Pero, ¿por qué encontramos esta advertencia dirigida a los creyentes?
Encontramos esta advertencia dirigida a los creyentes porque lo que ha sucedido desde el inicio, es que el pueblo de Dios se ha acomodado en el conocimiento de que Dios perdona nuestros pecados.
Esto ha conducido a muchos a acomodarse de tal manera en su fe, que en muchas ocasiones pecan voluntariamente. Pecan conscientemente, y se dicen así mismos que existe el tiempo de pedirle perdón al Padre, y que como Dios es misericordioso Dios les perdonara. No levante la mano nadie, pero: ¿has pensado de esa manera alguna vez?
La razón por la que muchos se acomodan en esta manera de pensar es porque en ocasiones, tal como el mono cayó en la trampa de la golosina, el creyente cae en la trampa del pecado. Digo esto porque una de las muchas tácticas que utiliza nuestro enemigo es el árbol de la tentación que florece con la fruta del placer.
Lo que sucede con frecuencia es que los creyentes son atrapados en la prisión del pecado a causa del placer; a causa de no poder soltar esas cosas del mundo que nos pueden traer un gozo o satisfacción momentáneo. Examinemos lo que le sucedió al mono por no soltar la naranja, para determinar si lo que les digo tiene sentido.
Debido a que el mono no abrió su mano para soltar la fruta y huir, cual fue su primer instinto, su futuro fue cambiado por completo. Este animal pasó de vivir una vida feliz y libre en su hábitat a ser un prisionero en un zoológico. Este mono nunca más correría por los pastos y la jungla. Este mono ahora estaría encerrado en una prisión de cemento y barras de acero por el resto de su vida natural. Sin duda alguna todos podemos deducir que su futuro fue gravemente influenciado por su acción, ¿verdad?
Lo mismo se aplica a nosotros. Si no tomamos en serio la advertencia contenida en los versículos que estamos estudiando en el día de hoy, entonces se nos hará bien fácil quedar atrapados igual que el mono. Esto es algo que queda bien reflejado en Proverbios 11:6 cuando leemos «La justicia de los rectos los librará; Mas los pecadores serán atrapados en su pecado.»
Si no tomamos bien en serio la advertencia contenida aquí en estos versículos, entonces le será muy fácil al enemigo atraparnos y encerrarnos en la prisión de los vicios, en la prisión del placer de la carne, y todas las otras numerosas prisiones que existen en su dominio. Le será muy fácil al enemigo tirar su red y atraparnos en una prisión de sufrimiento, en una prisión de dolor, en una prisión de tristeza y desolación.
Pero la realidad de todo es que Dios NO envió a su Hijo Unigénito al mundo para que viviéramos encerrados en una prisión. Dios NO envió a su Hijo Unigénito para que continuáramos esclavos del pecado. Dios envío a Su Hijo al mundo para hacernos libres; Dios envió a Su Hijo al mundo para romper las cadenas que nos ataban; Dios envió a Su Hijo al mundo para derrumbar las murallas de cementos y arrancar las barras de acero que nos mantenían prisioneros.
Fíjense como esto es algo que el apóstol nos deja claramente expuesto en Gálatas 5:1 cuando leemos: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.»
Hermanos, Dios no envió a nuestro Señor a morir por nuestros pecados para que siguiéramos pecando. Dios envió a su Hijo Unigénito para llamarnos al arrepentimiento. Esto es algo que nuestro Señor nos dice muy claramente en Lucas 5:32 cuando leemos «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.»
Dios envió a su Hijo Unigénito para que a través de Su sacrificio perfecto pudiéramos obtener la vida eterna. Pero en muchas ocasiones en vez de vivir agradecidos, vivimos en rebeldía.
En vez de vivir gozosos y satisfechos vivimos encerrados en prisiones, vivimos encerrados en la prisión del pecado nunca encontrando como escapar. Esto sucede porque en vez de arrepentirnos y no mirar atrás, permitimos que el enemigo susurre sus mentiras a nuestros oídos y quedamos atrapados.
Quiero que escuchen bien porque no quiero que nadie mal interprete lo que les estoy diciendo. Quiero que me escuchen bien porque este mensaje es uno que muchos encontraran bastante fuerte.
Quiero que queda muy claro que mi intención no es de ofender o abochornar a alguien, mi intención es que todos aquí nos examinemos y nos demos cuenta donde estamos en nuestro caminar.
Ahora bien, con lo que les he dicho yo NO estoy diciendo o implicando que Dios no perdona nuestros pecados. Nosotros servimos a un Dios todopoderoso, a un Dios lleno de gracia y misericordia.
Pero aunque Dios si perdona nuestros pecados, algo que nunca podemos ignorar o olvidar es que Dios juzgara a la humanidad. Esto es algo que queda extremadamente claro en Apocalipsis 20:12 cuando leemos: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.”
Así que sin que quepa duda alguna, un día estaremos cara a cara con nuestro Rey y Salvador y tendremos que dar cuenta por nuestras acciones o falta de ellas. Y es por esa razón que en los versículos que estamos estudiando en el día de hoy encontramos esta gran advertencia acerca de perseverar en el pecado. ¿Por qué?
Porque Dios no quiere que nadie de pierda, sino que todos seamos salvos del juicio venidero que vendrá sobre este mundo corrupto y lleno de maldad.
La advertencia de Dios para Su pueblo
«Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados.» Esto aquí es algo que todo cristiano tiene que mantener siempre en mente.
Digo esto porque si decimos que somos cristianos, pero seguimos pecando, entonces le estamos diciendo a Dios que el sacrificio de Cristo en la cruz fue en vano. Le estamos diciendo a Dios que el sacrificio de Su Hijo Unigénito en la cruz no fue lo suficiente para nosotros, pero como verdaderos creyentes, nosotros no podemos caer en esta trampa del enemigo.
Como verdaderos creyentes no podemos continuar en lo mismo que estábamos antes de conocer a Cristo. Una vez que llegamos a Cristo un cambio tiene que suceder, tiene que haber un arrepentimiento genuino. Pero ¿qué significa un arrepentimiento genuino?
Un arrepentimiento genuino significa perseverar en una vida de santidad. Un arrepentimiento genuino significa caminar en Cristo, nunca mirando atrás. Esto es algo que queda mejor expresado por el apóstol en 2 Corintios 5:17 cuando leemos: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.» Y también Efesios 4:22 que nos dice: «En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos.» Dile a la persona que tienes a tu lado: suelta la naranja. De no hacer esto entonces nos estamos engañando a nosotros mismos.
La gran realidad es que todos nosotros podemos engañar al hombre, pero les pregunto: ¿que podemos esconder de Dios? La repuesta a esta pregunta es fácilmente encontrada en Salmos 94:9 cuando leemos: «El que hizo el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá?«
Y también en Proverbios 15:3 que nos dice: «Los ojos de Jehová están en todo lugar, Mirando a los malos y a los buenos.» Así que como podemos ver, nosotros podemos engañar al hombre, pero nadie puede esconder algo de Dios.
Continuando con nuestro estudio leemos: «El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?»
Pensemos en esto por un momento. Aquí encontramos que se nos dice claramente que cuando decidimos no soltar las cosas del mundo, cuando decidimos pecar, existe un precio que tendremos que pagar.
Aquí encontramos que se nos dice claramente que existen consecuencias graves para todo aquel que sabiendo la verdad del evangelio, que sabiendo la verdad acerca de la voluntad de Dios continúa pecando.
Como todos sabemos y les dije previamente, Dios perdona nuestros pecados. Esto es algo que queda extremadamente claro en Colosenses 2:13 cuando leemos: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados.”
Cristo lavó nuestros pecados con su sangre en la cruz, pero continuar en una vida de pecado es igual que pisotear el sacrificio perfecto por el ser perfecto.
En ocasiones fácil caer en la trampa del enemigo; en ocasiones es fácil dejarnos llevar por los impulsos de la carne y los placeres temporáneos que ofrece este mundo, pero recordemos que todo esto eventualmente nos conlleva a pecar, y cuando pecamos, entonces estamos pisoteando el sacrificio de Jesús.
El enemigo nos ataca de diferentes maneras, el enemigo utiliza diferentes tácticas con cada uno de nosotros. Digo esto porque la realidad de todo es que lo que yo puedo considerar una gran tentación, otra persona lo puede ver como una cosa simple que puede ser vencida sin mayor esfuerzo. Pero una cosa que todo ataque del enemigo tiene en común es que nos quiere conducir a pecar para que nos alejemos de la presencia de Dios.
Desde el comienzo del mundo nuestro enemigo nos ha atacado usando el área más débil de nuestro carácter. En otras palabras, el enemigo tiene un lugar favorito para sentarse a esperar a que caigamos en la trampa.
Es por esta razón que hoy les traigo este mensaje tan fuerte, es por esta razón que les traigo este mensaje que muchos encontraran difícil de aceptar. Difícil porque es un mensaje que nos hace examinarnos y evaluarnos a nosotros mismos; es un mensaje que nos llama a un encuentro cara a cara con la verdad de Dios.
Para concluir
El mono no tuvo suficiente razonamiento o capacidad mental para pensar que con solo soltar la fruta podía sacar la mano y huir.
El mono mantuvo su mano agarrada a la fruta porque él conocía que era algo que deleitaría su paladar. Pero debido a un pequeño placer del paladar, el mono perdió su libertad. Debido a un placer temporal, ahora estaría encerrado en una prisión de cemento y acero.
Nosotros somos muy diferentes al mono, nosotros podemos razonar y tenemos la capacidad mental para distinguir entre el bien y el mal. Nosotros conocemos la verdad, y es por eso que NO podemos permitirle al enemigo que nos atrape en la trampa del pecado.
No podemos permitir que el enemigo nos encierre en una vida de dolor, tristeza y sufrimiento. No podemos permitir que un simple placer, que un simple gusto nos aleje de la voluntad de Dios. Cuando a nosotros lleguen estas situaciones y seamos tentados a pecar, tengamos en mente que: «El Señor juzgará a su pueblo.»
Soltemos de una vez y para siempre las cosas de este mundo, soltemos el pecado para no quedar atrapados.
Soltemos la fruta del pecado y saquemos la mano de la trampa. Dile a la persona que tienes a tu lado: suelta la naranja.
© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.
Por favor respete los derechos de autor. No copie y publique esta predicación en otros sitios web. Comparta esta predicación a través del vinculo incluido aquí debajo.