La Importancia de la Oración

La Importancia de la Oración

Predicas Cristianas Prédica de Hoy: La Importancia de la Oración

© José R. Hernández, Pastor
El Nuevo Pacto, Hialeah, FL. (1999-2019)

Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Lucas 18:2-8

Introducción

Deseo iniciar el servicio de hoy compartiendo con ustedes un recuerdo muy especial de mi infancia. Cada noche, mi abuela se arrodillaba junto a su cama y oraba con una devoción que me tocaba el corazón. Aunque era muy pequeño para entenderlo todo, su amor por la oración me marcó profundamente.

Hoy, como pastor y como creyente, comprendo que la oración es nuestra conexión directa con Dios. Es como una charla con nuestro Padre celestial, donde podemos compartir nuestros pensamientos, miedos y esperanzas. Jesús nos enseñó sobre la oración en la parábola del juez injusto. A través de esta historia, vamos a explorar juntos la importancia de la oración en nuestras vidas.

I. La Persistencia en la Oración (verss. 2-5)

a. La Necesidad de la Persistencia

La viuda de la historia es un ejemplo para todos nosotros. Imagínense cómo se sentiría ella. ¿Se rindió? No, siguió pidiendo justicia. ¿Por qué lo hizo? Porque sabía que era lo correcto. Así debemos ser nosotros en la oración, perseverando aunque no veamos la respuesta de inmediato.

Quizás algunos de ustedes han estado orando por algo durante mucho tiempo. Puede que se sientan cansados y desanimados. Pero recuerden a la viuda. Ella no se rindió, y nosotros tampoco debemos hacerlo.

La Biblia nos dice: «Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias» (Colosenses 4:2). Pero, ¿qué significa perseverar en la oración? Significa seguir orando, seguir creyendo, y seguir confiando en Dios.

Jesús también nos enseñó sobre esto cuando dijo: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» (Mateo 7:7). No dijo que sería fácil. No prometió una respuesta inmediata. Pero nos aseguró que si seguimos buscando, hallaremos.

También podemos recordar las palabras del apóstol Pablo: «Orad sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17). No es una sugerencia; es una instrucción. La oración no es algo que hacemos una vez y luego olvidamos. Es una parte constante de nuestra vida con Dios.

Así que, hermanos y hermanas, les animo a seguir orando. No se rindan. No pierdan la esperanza. Dios escucha nuestras oraciones, y en Su tiempo perfecto, responderá. Como dice en Salmos 40:1: «Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.«

b. La Confianza en Dios

Hay algo muy especial en saber que Dios nos escucha. Imagínense hablar con alguien que siempre está dispuesto a escuchar, que siempre entiende, y que siempre sabe qué hacer. Eso es lo que tenemos en Dios.

La Biblia nos dice: «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye» (1 Juan 5:14). Pero, ¿qué significa esto? Significa que cuando oramos de acuerdo con Su voluntad, Él nos escucha. No estamos hablando al aire. Estamos hablando con nuestro Padre celestial que nos ama.

Quizás algunos de ustedes se preguntan: «¿Cómo sé si estoy orando conforme a Su voluntad?» La respuesta está en Su Palabra. Cuando leemos la Biblia y conocemos lo que Dios quiere, podemos orar con confianza. Como dice en Salmos 37:4: «Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.«

También es importante recordar que Dios responde a Su tiempo. A veces, podemos impacientarnos. Queremos respuestas ahora. Pero Dios ve el panorama completo. Él sabe cuándo es el momento perfecto. Como nos enseña Proverbios 3:5-6: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.«

Así que, les animo a orar con confianza. Crean que Dios les escucha. Crean que Él responderá. Y mientras esperan, confíen en Su amor, en Su sabiduría, y en Su tiempo perfecto. Él nunca les fallará.

c. La Paciencia en la Espera

Pregunto, ¿alguna vez han tenido que esperar algo que realmente querían? Puede ser algo tan simple como esperar en la fila del supermercado o algo más grande como esperar una respuesta a una oración importante. La espera puede ser difícil, ¿verdad?

Pero hay algo hermoso en la espera cuando confiamos en Dios. La Biblia nos dice: «Mas los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán» (Isaías 40:31). ¡Qué promesa tan maravillosa!

Cuando esperamos en Dios, no estamos simplemente sentados sin hacer nada. Estamos confiando en Él. Estamos creyendo que Él tiene un plan. Estamos permitiendo que Él trabaje en nuestras vidas de maneras que no podemos ver.

¿Recuerdan la historia de José en la Biblia? Fue vendido por sus hermanos, injustamente encarcelado, y tuvo que esperar años antes de que Dios cumpliera Su plan en su vida. Pero José confió en Dios. Y al final, Dios lo usó de manera poderosa para salvar a su familia.

Así que, cuando estén esperando, no se desesperen. No pierdan la fe. Recuerden que Dios está trabajando. Él sabe cuándo es el momento perfecto. Y mientras esperan, Él les dará fuerzas. Como nos enseña Lamentaciones 3:25: «Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca.«

¿Qué les estoy tratando de decir con todo esto?

Lo que les estoy tratando de decir es que no basta con repetir nuestras peticiones.

Permítanme compartirles algo que he aprendido en mi caminar con Dios. La oración no es como una máquina expendedora donde insertamos nuestras peticiones y esperamos que caiga lo que queremos. No, la oración es mucho más profunda y hermosa que eso.

Como les acabo de decir, no basta con repetir nuestras peticiones. Debemos buscar a Dios con fe y paciencia, como la viuda persistente. Él es fiel y responderá. Como hemos visto en la historia de la viuda, ella no se rindió. Ella sabía lo que era justo, y siguió pidiendo hasta que lo obtuvo.

Así debemos ser nosotros en nuestra oración. No se trata de repetir palabras sin sentido, sino de buscar a Dios con todo nuestro corazón. De tener fe en que Él nos escucha. De tener paciencia para esperar Su respuesta.

Pensemos en esto por un breve momento. ¿Han tenido alguna vez una conversación con un amigo cercano? No solo hablan, también escuchan. Así es como debe ser nuestra oración con Dios. Hablamos con Él, pero también escuchamos. Buscamos Su voluntad, no solo la nuestra.

Y aquí está la parte hermosa: Dios es fiel. Él responderá. Puede que no sea en nuestro tiempo, o de la manera que esperamos, pero Él responderá. Como nos dice el Salmo 145:18: «Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras.«

Así que, no podemos dejar de orar, tenemos que seguir buscando a Dios. Tenemos que tener fe en Él, y tener paciencia. Y debemos tener la convicción que Él es fiel y responderá. Recordemos siempre que la oración no es un ritual vacío; es una relación viva con nuestro amoroso Padre celestial.

II. La Fe en la Oración (verss. 6-7)

a. La Fe como Fundamento de la Oración

Hermanos lo fundamental en nuestra vida cristiana es la fe. Usemos nuestra imaginación por un breve instante. Imaginen que están construyendo una casa. ¿Qué es lo primero que hacen? Construyen un cimiento fuerte y sólido. Sin ese cimiento, la casa se tambalearía y eventualmente se derrumbaría.

Así es la fe en nuestra oración. La fe es como el cimiento de nuestra casa; sin ella, nuestra oración se tambalearía. Es por eso que Santiago nos dice: «Pero pida en fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.» (Santiago 1:6)

¿Han visto alguna vez el mar en un día tormentoso? Las olas son inestables, moviéndose de un lado a otro, sin dirección. Así es una oración sin fe. Pero con fe, nuestra oración es fuerte y firme, como una casa construida sobre una roca.

La fe no significa que tengamos todas las respuestas. No significa que nunca tengamos dudas. Pero significa que confiamos en Dios, incluso cuando no entendemos. Como nos dice Hebreos 11:1: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.«

Así que tenemos que orar, tenemos que confiar en Dios. Nunca permitamos que nuestras oraciones sean como las olas del mar, inestables y sin dirección. Construyamos nuestras oraciones sobre la roca sólida de la fe, y pronto veremos cómo Dios obra en nuestras vidas.

b. La Fe en la Justicia de Dios

Hermanos, una verdad que a veces olvidamos es que Dios es justo. Sí, Él es amoroso y misericordioso, pero también es justo. Esto significa que siempre hace lo correcto, incluso cuando no lo entendemos.

Dios es justo y amoroso, y podemos confiar en Él. Fíjense bien como esto es algo que se nos dice claramente en Salmos 145:17 cuando leemos: «Justo es Jehová en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras.«

Piensen en un juez en un tribunal. Su trabajo es tomar decisiones justas, basadas en la ley. Pero a diferencia de los jueces humanos, Dios nunca se equivoca. Él ve todo y conoce todo. Su justicia es perfecta.

¿Recuerdan la historia de Abraham? Cuando Dios le dijo que iba a destruir Sodoma y Gomorra, Abraham preguntó: «¿Destruirás también al justo con el impío?» (Génesis 18:23). Y Dios le aseguró que no lo haría. Él es justo.

Así que cuando oren, recuerden que están hablando con un Dios justo. Pueden confiar en Él. Pueden saber que Él hará lo correcto. Como dice en Deuteronomio 32:4: «Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto.«

No podemos tener miedo de acercarnos a Él con nuestras peticiones y preocupaciones. Él nos escucha, y responderá de acuerdo con Su justicia perfecta. No es un juez injusto; es nuestro Padre amoroso y justo. Confiemos en Él, y veremos Su justicia en sus vidas.

c. La Fe en la Respuesta de Dios

La realidad es que la decepción es algo que todos hemos experimentado. ¿Por qué digo esto? Lo digo porque a veces oramos por algo y no recibimos lo que queremos. Puede ser doloroso y confuso. Pero quiero recordarles una verdad importante.

Aunque no siempre obtengamos lo que queremos, podemos confiar en que Dios sabe lo que es mejor. Esto es algo que queda bien reflejado en Romanos 8:25 cuando leemos: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.«

¿Recuerdan la historia de José en el Antiguo Testamento? Fue vendido por sus hermanos, esclavizado, y encarcelado injustamente. Pero Dios tenía un plan. A través de todas esas pruebas, José llegó a ser el segundo en mando en Egipto y salvó a su familia del hambre.

Lo que parecía un desastre se convirtió en una bendición. José dijo a sus hermanos: «Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien» (Génesis 50:20).

Así es como trabaja Dios. Él ve el panorama completo. Él sabe lo que es mejor para nosotros. Puede que no entendamos por qué no recibimos lo que queremos, pero podemos confiar en que Dios está trabajando para nuestro bien.

Como dice en Isaías 55:8-9: «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.«

Así que la próxima vez que se sientan decepcionados, recuerden que Dios está en control. Él sabe lo que es mejor, y está trabajando para su bien. Confíen en Él, y verán cómo todas las cosas les ayudarán a bien.

¿Qué les estoy tratando de decir con todo esto?

Lo que les estoy tratando de decir es que la fe en la oración no es como una varita mágica que podemos agitar para obtener lo que queremos. No es una fórmula mágica, sino una confianza profunda en Dios. Nos acercamos a Él con fe genuina, creyendo en Su justicia, amor y sabiduría.

¿Recuerdan la historia de Daniel en el foso de los leones? Daniel no oró para que los leones desaparecieran. Oró con fe en Dios, sabiendo que Él era justo y amoroso. Y Dios cerró la boca de los leones [1].

La fe en la oración no es como ir a una tienda y elegir lo que queremos. Es como ir a nuestro Padre amoroso, sabiendo que Él sabe lo que es mejor para nosotros [2].

La fe en la oración es como un niño que confía en su padre para que lo lleve de la mano a través de un camino oscuro. No sabe a dónde va, pero confía en su padre. Así debemos ser nosotros con Dios [3].

La fe genuina en la oración no es pedir lo que queremos, sino confiar en que Dios sabe lo que necesitamos. No es una fórmula mágica, sino una relación profunda y amorosa con nuestro Creador. Él es justo, amoroso y sabio, y podemos confiar en Él con todo nuestro corazón.

III. La Importancia de la Humildad en la Oración (vers. 8)

a. La Humildad en Nuestro Acercamiento a Dios

El Señor pregunto: «Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?» Esta pregunta nos lleva a reflexionar sobre nuestra fe y humildad en la oración.

Piensen en la viuda de la parábola. A pesar de su posición humilde en la sociedad, ella no se rindió. Siguió pidiendo justicia con humildad y persistencia. No se acercó al juez con orgullo o demandas, sino con una súplica sincera y humilde.

La Biblia nos enseña: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes» (Santiago 4:6). La viuda recibió lo que pedía no por su poder o posición, sino por su humildad y fe [4].

La humildad en la oración es reconocer nuestra dependencia de Dios. No venimos a Él con nuestras ideas y demandas, sino con un corazón abierto y dispuesto a escuchar [5].

Recordemos la actitud de la viuda. Aunque era pobre y despreciada por el mundo, su humildad y persistencia la llevaron a recibir justicia. Nunca olvidemos la palabras del Señor cuando nos dice: «El que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido» (Lucas 18:14).

La humildad en la oración no es debilidad; es fuerza. Es reconocer quiénes somos y quién es Dios. Es acercarnos a Él como la viuda, confiando en Su amor y gracia. La humildad en la oración es la puerta que nos lleva a la presencia de Dios. No olvidemos esto, hermanos y hermanas, y oremos siempre con un corazón humilde y sincero, como la viuda persistente en la historia que Jesús nos contó.

b. La Humildad en Nuestras Peticiones

Para menor entender este próximo punto, quiero que piensen en las palabras de Jesús en el jardín de Getsemaní: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú» (Mateo 26:39). ¿No es esta la actitud que debemos tener en nuestras oraciones?

Jesús, siendo el Hijo de Dios, se humilló y pidió la voluntad de Su Padre, no la Suya. Él nos mostró el camino a seguir. Al igual que Jesús, nuestras oraciones deben ser humildes, buscando lo que Dios quiere, no lo que nosotros queremos.

¿Cuántas veces hemos orado pidiendo algo que deseamos, sin pensar si es la voluntad de Dios? La humildad en nuestras peticiones significa poner a Dios primero, como lo hizo Jesús. «No sea como yo quiero, sino como tú.«

Recordemos la historia de Jonás, quien trató de huir de la voluntad de Dios. ¿Qué pasó? Terminó en el vientre de un gran pez. Pero cuando oró con humildad, Dios lo escuchó y lo salvó [6].

O piensen en el rey Salomón, quien pudo haber pedido riquezas o poder, pero pidió sabiduría para gobernar al pueblo de Dios [7]. Dios le concedió su petición porque era humilde y buscaba la voluntad de Dios.

Hermanos, nuestras oraciones deben reflejar un corazón humilde, que busca la voluntad de Dios. No debemos acercarnos a Él con demandas egoístas, sino con un corazón dispuesto a seguir Su camino

Busquemos que nuestras oraciones sean como las de Jesús en Getsemaní, llenas de humildad y sumisión a la voluntad de Dios. Que busquemos siempre Su camino, no el nuestro, y que nuestras peticiones reflejen un corazón que ama y confía en nuestro Padre celestial.

c. La Humildad en Nuestra Espera

A veces, esperar puede ser lo más difícil. Queremos respuestas ahora, soluciones ahora. Pero Dios nos llama a esperar con humildad y confianza. La Biblia nos enseña: «Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo» (1 Pedro 5:6).

¿Han sentido alguna vez como si estuvieran esperando eternamente por algo? Tal vez una respuesta a una oración, una sanación, un trabajo. La espera puede ser dolorosa y frustrante. Pero quiero que piensen en la historia de Abraham y Sara, quienes esperaron años por el hijo que Dios les había prometido [8]. Esperaron con fe y humildad, y Dios cumplió Su promesa en Su tiempo perfecto.

O piensen en el pueblo de Israel, esperando en el desierto durante 40 años antes de entrar en la Tierra Prometida [9]. Fue un tiempo de prueba y aprendizaje, donde aprendieron a confiar en Dios y a humillarse bajo Su mano poderosa.

La espera requiere humildad porque significa reconocer que no somos los dueños de nuestro tiempo. No podemos apresurar a Dios. Debemos confiar en Su plan y en Su momento perfecto.

Así que la próxima vez que se encuentren esperando, recuerden estas palabras: «Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios.» No es fácil, pero es lo que Dios nos pide. Y la promesa es hermosa: «para que él os exalte cuando fuere tiempo.» (1 Pedro 5:6)

Como dice el Salmo 27:14: «Espera a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová.» La humildad en nuestra espera nos acerca más a Dios y nos prepara para las bendiciones que Él tiene preparadas para nosotros en Su tiempo perfecto.

¿Qué les estoy tratando de decir con todo esto?

Lo que les estoy diciendo es que la humildad en la oración es algo que a veces pasamos por alto, pero es fundamental en nuestra relación con Dios. La humildad en la oración refleja nuestro entendimiento de quiénes somos y quién es Dios. Oremos con un corazón sincero, buscando Su voluntad y esperando en Su tiempo perfecto.

¿Recuerdan la historia del fariseo y el publicano en Lucas 18:10-14? El fariseo oraba con orgullo, mientras que el publicano oraba con humildad, reconociendo su pecado. Jesús nos enseña que fue el publicano, no el fariseo, quien fue justificado ante Dios.

La humildad en la oración significa reconocer nuestra pequeñez y nuestra necesidad de Dios. No somos nada sin Él. Como dice el Salmo 8:4: «¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?» Somos pequeños ante la grandeza de Dios, pero Él nos ama y nos escucha.

También significa someternos a Su voluntad. No venimos a Dios con una lista de demandas, sino con un corazón abierto a lo que Él quiere para nosotros. Como Jesús oró en el huerto de Getsemaní: «No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42).

Y finalmente, la humildad en la oración significa esperar en Dios. No apresuramos a Dios; confiamos en Su tiempo perfecto. Como dice el Salmo 37:7: «Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.«

La próxima vez que oren, piensen en estas cosas. Acérquense a Dios con un corazón humilde, reconociendo quiénes son ustedes y quién es Él. Busquen Su voluntad y esperen en Su tiempo. La humildad en la oración es un camino hermoso hacia una relación más profunda y significativa con nuestro amoroso Padre celestial.

Para concluir

Hoy hemos explorado juntos la belleza y la profundidad de la oración. Hemos aprendido que la oración no es simplemente un acto ritual, sino una conversación íntima y amorosa con nuestro Padre celestial. Hemos visto la importancia de la persistencia, la confianza, la paciencia, la fe y, sobre todo, la humildad en nuestra oración.

La oración es un regalo, una oportunidad para acercarnos a Dios, para conocer Su corazón y Su voluntad. Es un momento para someternos a Él, para reconocer nuestra dependencia y nuestra necesidad de Su guía y Su gracia.

Recordemos siempre la imagen de mi abuela arrodillada junto a su cama, orando con una devoción que tocaba el corazón. Que ese sea el reflejo de nuestra vida de oración: sincera, humilde, persistente y llena de fe.

Que no nos cansemos de buscar a Dios, de hablar con Él, de escucharlo. Que nuestras oraciones no sean palabras vacías, sino expresiones genuinas de nuestro amor, nuestra fe y nuestra confianza en Él.

Que aprendamos a esperar en Su tiempo perfecto, confiando en Su amor y Su sabiduría. Que nuestras oraciones reflejen un corazón que busca sinceramente la voluntad de Dios, no la nuestra. Y sobre todo, que nuestra vida de oración sea un testimonio de nuestra relación con Dios, una relación que crece y se profundiza cada día a través de la oración.

Oremos juntos ahora, con corazones abiertos y humildes, agradeciendo a Dios por Su amor, Su gracia y Su presencia en nuestras vidas. En el nombre de Jesús, Amén.

[1] Daniel 6:22
[2] Jeremías 29:11
[3] Proverbios 3:5
[4] 1 Corintios 4:7
[5] Proverbios 15:8
[6] Jonás 2:1-10
[7] 1 Reyes 3:9
[8] Génesis 21:1-7
[9] Números 14:33-34

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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