YO SOY me envió a vosotros

YO SOY me envió a vosotros

Predicas Cristianas

Prédica de Hoy: YO SOY me envió a vosotros

Predicas Cristianas Texto Bíblico: Éxodo 3:10-14

Introducción

Hoy deseo hablarles acerca de un aspecto en nuestra vida que con frecuencia desatendemos, pero que es de suma importancia. Hoy deseo que exploremos el tema acerca del llamado que todos nosotros tenemos, en otras palabras, acerca del llamado que Dios nos ha entregado.

Lo que nos sucede a la mayoría de nosotros es que sabemos que tenemos un llamado, pero no queremos aceptarlo. Lo que les he dicho no es para que nadie se ofenda, así que no quiero que nadie me mal interprete; como les dije, ignorar o desatender el llamado que Dios nos ha entregado es algo que nos sucede a la mayoría de nosotros. Pero déjenme decirles que aunque quizás podamos correr de nuestro llamado, algo que nunca podremos hacer es escondernos de Dios.

Todos nosotros podemos hacer numerosas excusas por la que no podamos cumplir con nuestro llamado, pero la realidad de todo es que el llamado que Dios nos ha entregado nunca debe ser ignorado o desatendido. ¿Qué es el llamado de toda persona que ahora forma parte del reino de Dios?

El llamado de toda persona es llevar el mensaje de salvación a todos aquellos que se encuentran perdidos en este mundo. Nuestro llamado es liberar de la esclavitud a todos aquellos que se encuentran esclavos al dios de este siglo (2 Corintios 4:4).

Hoy estaremos examinando un acontecimiento histórico que nos ayudara a identificar algunas áreas en nuestra vida que quizás nos estén deteniendo de cumplir con lo que Dios nos ha encargado, y nos proveerá la fortaleza para poder cumplir lo que agrada a Dios.

Pasemos ahora a la Palabra de Dios.

Éxodo 3:10-14Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. 11Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? 12Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte. 13Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? 14Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.

Como todos nosotros aquí sabemos, estos versículos forman parte de la historia de la vida de Moisés después que él huyo de Egipto. Examinémoslos ahora con más detalle para comprender lo que estaba sucediendo en ese entonces, y lo que con frecuencia sucede en nuestra vida. Así que, aquí tenemos a Moisés quien había sido un príncipe en Egipto, lo que significa que había sido un hombre que ejercía gran autoridad, pero que ahora era un simple pastor.

En este momento de la historia Moisés estaba desempeñando su labor diaria sin esperar nada en especial; sin embargo, algo muy especial sucedió. ¿Qué sucedió? Lo que sucedió fue que Dios había escogido ese día para hablarle; Dios le hablaría a Moisés en ese instante para revelarle su misión aquí en la tierra; Dios le hablaría a Moisés en este día para revelarle Su propósito divino.

En realidad lo que le sucedió a Moisés en ese momento no es muy diferente a lo que nos sucede o ha sucedido a muchos de nosotros hoy en día. Digo esto porque en la mayoría de los casos nosotros estamos tan ocupados en nuestras tareas diarias, o quizás divirtiéndonos, que se nos olvida o simplemente ignoramos que Dios está presente en todo lugar y en todo momento, y que se puede manifestar a nosotros en cualquier momento. Pensemos en esto por un breve momento.

¿Cuántos se acuerdan de la primera vez que alguien les hablo de Dios?

¿Cuántos se acuerdan de la primera vez que alguien les trajo el mensaje de salvación? Yo les puedo decir que yo me recuerdo como si hubiese sido ayer; les puedo decir que la primera vez que alguien me hablo a mí de Dios y del plan de salvación fue cuando yo menos me lo imaginaba.

La primera vez que alguien me ofreció en plan de salvación fue mientras yo patrullaba una de las zonas más peligrosas en esta ciudad, y fue en ese momento que yo acepte a Cristo como mi Rey y Salvador personal. Fue más o menos igual a lo que encontramos en Éxodo 3:2 cuando leemos: “…Y se le apareció el Angel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.»

En otras palabras, fue el día que Dios escogió para darme convicción de Su Palabra. Fue el día que Dios permitió que las palabras de ese siervo penetraran en mi corazón. ¿Le suena conocido esto a alguien?

En realidad mi testimonio no es muy diferente al de la mayoría de nosotros; digo esto porque la mayoría de nosotros recibimos el mensaje de salvación cuando menos lo imaginábamos. ¿Por qué sucedió esto de esa forma? Sucedió porque Dios nos llama a cada uno de nosotros individualmente, y de manera única. Dile a la persona que tiene a tu lado: tú eres único para Dios.

Para comprobar que todos nosotros somos únicos y muy especiales para Dios lo único que tenemos que hacer es reflexionar en nuestro pasado, y recordar de la manera que Dios nos llamo a donde estamos hoy. Dios nos saco de la podredumbre de este mundo, y en un instante nos transformo a las personas únicas y especiales que somos hoy en día. ¿Qué tan únicos y especiales somos nosotros para Dios?

La respuesta a esta pregunta la encontramos claramente expuesta en 1 Pedro 2:9 cuando leemos: “…Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” Dile a la persona que tienes a tu lado: tú eres muy especial para Dios.

Lo que sucede es que a través del tiempo, es decir cuando nos acomodamos en la fe, nosotros oímos y/o escuchamos la Palabra de Dios; nosotros conocemos la verdad de Dios y nuestro llamado, pero envés de decir aquí estoy, decimos aquí voy. ¿Por qué sucede esto?

La mayor razón por la que esto sucede es porque cumplir con nuestro llamado significa que tendremos más responsabilidad de la que queremos. Cumplir con nuestro llamado significa que tendremos que prepararnos y ser valientes para descender al valle de la perdición que es este mundo, y combatir los poderes de las tinieblas, que a diario engañan y seducen a las multitudes a la esclavitud del pecado. Esto por supuesto, es mucho más difícil que simplemente asistir a los cultos de la congregación.

En otras palabras, la comodidad que encontramos en nuestra fe. En realidad esto fue lo que le sucedió a Moisés en este momento. Digo esto porque cuando él tuvo este encuentro con Dios, Moisés en realidad estaba muy pero muy contento y satisfecho. Pensemos en esto por un breve momento para determinar si lo que les digo es verdad o no.

Después que Moisés huyo de Egipto, él inicio una vida nueva; Moisés ahora tenía una esposa y nueva familia, y ellos vivían cómodamente en el desierto. Y es por eso que al recibir el llamado de Dios lo primero que él hizo fue comenzar a ponerle excusas a Dios por las que él no podía cumplir con el llamado. Pero Dios tenía otros planes en mente para él; de igual manera Dios tiene planes para cada uno de nosotros.

Lo que sucede con frecuencia es que en la mayoría de los casos, nosotros no logramos completamente entender los planes y propósito de Dios, y es por eso que como fieles creyentes nosotros siempre debemos descansar en lo que encontramos en Isaías 55:8-9 cuando leemos: “…Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 9Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.

Pero aunque podemos descansar y/o apoyarnos en esto, nosotros no podemos ignorar o desatender nuestro llamado haciendo excusas.  Fijémonos bien en lo que sucedió con Moisés para que entiendan bien lo que les digo.

Al recibir el llamado de Dios, lo primero que salió de la boca de Moisés fue una excusa para no cumplir con lo que Dios le estaba diciendo. Fíjense bien lo que nos dice aquí las escrituras cuando leemos:

“…¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?”

En esta excusa podemos fácilmente encontrar con exactitud lo que le sucede a la mayoría del pueblo de Dios hoy en día. En otras palabras permitimos que el enemigo nos convenza de que no somos nadie; permitimos que el enemigo nos convenza de que no valemos nada, y al igual que Moisés, comenzamos a cuestionar a Dios. Pero lo que sucede es que Dios nos conoce a nosotros mejor que nosotros mismos. Dios conoce nuestra fortaleza y debilidad.

Él conoce lo que somos capaces de hacer y lo que no podemos lograr. Lo que le sucedió a Moisés, es igual a lo que nos sucede a muchos hoy en día. Lo que le sucedió a Moisés es que él no se dio cuenta de que Dios le había estado guiando desde su nacimiento.

La razón por la que Moisés le contestó a Dios de esta manera fue porque él no se dio cuenta que Dios había permitido que él fuese criado por la reina de Egipto. Moisés no se dios cuenta que Dios había permitido que él fuese un príncipe en Egipto. Dios guío a Moisés desde mucho antes de lo que Moisés se imagino. ¿Por qué?

Porque Dios tenía un propósito con su vida

Dios usaría a Moisés para que guiara a Su pueblo a la tierra prometida. ¿Están entendiendo bien el punto que les estoy haciendo? Dile a la persona que tienes a tu lado: Dios quiere usarte para que liberes a Su pueblo de la esclavitud.

Las personas piensan que la esclavitud es una cosa del pasado; algo que se acabo hace mucho tiempo atrás, y que no existen más esclavos. Pero esto no es la verdad; el mundo tal como lo conocemos esta lleno de esclavos. Quizás esto le pueda servir de sorpresa a muchos, pero el numero de esclavos en este mundo superan los millones. ¿De qué esclavitud les hablo?

Les estoy hablando de la esclavitud a Satanás. El mundo está lleno de personas que no sirven a Dios. Personas que están atadas a vicios y corrupción; personas que están completamente perdidas en religiones y sectas; personas que se han apartado de los caminos de Dios debido a la corrupción y apostasía que ha sucedido en la iglesia; en otras palabras, el mundo está lleno de personas que están sirviendo al diablo sin darse cuenta.

Todo lo que tenemos que hacer es mirar a nuestro alrededor, y pronto descubriremos que lo que les digo es cierto. Pero no obstante esto, tenemos el valor de cuestionar a Dios, y tratamos de darle excusas por las que no podemos cumplir con lo que Él nos ha llamado a hacer.

Dios nos llamo a que llevásemos el mensaje de salvación, y ¿qué hacemos? Permitimos que los poderes de las tinieblas llenen nuestra mente de dudas; permitimos que los poderes de las tinieblas nos descorazonen y decimos o pensamos: “Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?” En otras palabras, al igual que Moisés tratamos de salirnos de lo que Dios nos ha encomendado.

Pero mirando a nuestro alrededor en este momento, hoy yo veo aquí hombres y mujeres más grandes que Moisés. Hoy yo veo aquí hombres y mujeres que son más que capaces de liberar a los hijos de Dios de la esclavitud. Hoy yo veo aquí hombres y mujeres que son más que capaces de guiar a todos aquellos que se encuentran perdidos hacia la tierra prometida, que es el Reino de Dios.

Pero para esto pueda suceder, no podemos preocuparnos de lo que vamos a decir o hacer. No puede existir duda en nuestra mente de que Dios nos usara. La realidad es que ninguno de nosotros conocemos nuestra capacidad con exactitud, pero Dios si la conoce muy bien.

Les puedo decir que antes de llegar a los caminos de Dios y aceptar el llamado, yo temía pararme y hablar enfrente de personas. Las rodillas me temblaban, la voz se me iba, y la mayoría de las veces, aunque iba muy bien preparado, se me olvidaba lo que iba a decir. Pero algo milagroso sucedió, algo que yo no esperaba. ¿Saben lo que sucedió?

Dios me llamo, y yo recibí convicción de lo que encontramos aquí cuando leemos: “…Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.” Déjenme decirles que esto fue todo lo que tomo para mí. Digo esto porque con esto aquí Dios nos está diciendo que Él nos envía, y si Dios nos envía, eso quiere decir que Él esta con nosotros.

Y si este es el caso entonces es como encontramos en Romanos 8:31 cuando leemos: “…Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” No existe poder alguno que nos pueda detener porque como nos dice la Palabra en Romanos 8:37: “…Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.”

Así que cuando a tu mente lleguen dudas o temores que traten de detenerte de cumplir el llamado que Dios te ha dado, recordemos siempre lo que encontramos aquí cuando leemos: “…YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.”

Para concluir

Como verdaderos siervos de Dios, tenemos que aceptar las responsabilidades a la que nos conllevan estas palabras. Tenemos que dar los pasos para cumplir con nuestro llamado, y liberar al pueblo de Dios. No podemos preocuparnos de lo que va a suceder o como va a suceder. Recordemos que Dios sabe muy bien cómo y cuándo sucederán las cosas.

Lo único que nosotros tenemos que hacer es permitir ser guiados por Su santa y divina presencia, y ser obedientes a Su verdad. Cuando seamos cuestionados por el mundo, y les puedo decir que lo seremos, tenemos que hacer igual que Dios les dijo a Moisés que hiciera y decir: “…YO SOY me envió a vosotros.”.

Recordemos siempre que nosotros servimos al Dios todopoderoso y lleno de gracia, y que cuando Él nos encargo nuestra misión es porque Él conoce muy bien nuestra capacidad. Recordemos que Él conoce nuestras habilidades mejor que nosotros mismos. Así que, ¿si Él confía en nosotros, quienes somos nosotros para cuestionarle?

Dile a la persona que tienes a tu lado: cumple con el llamado de Dios sin temor.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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