Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios

Predicas Cristianas

Prédica de Hoy: Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios

© José R. Hernández, Pastor
El Nuevo Pacto, Hialeah, FL. (1999-2019)

Predicas Cristianas Texto Bíblico: Deuteronomio 8:11-20

Introducción

Una gran realidad es que como seres humanos al fin, todos nosotros tenemos luchas internas, y estas luchas internas, con frecuencia causan que nos apartemos de la voluntad de Dios.  Digo esto porque todos nosotros peleamos continuamente con nuestras emociones, sentimientos, impulsos, deseos, y ambiciones.

Con esto no estoy diciendo que todos estos sentimientos o deseos son malos, pero si existen muchos de ellos que son inspirados, o maquinados por el mal.  Y es por esa razón que con frecuencia muchos de nosotros nos encontramos peleando en contra de lo que bien sabemos que desagrada a Dios, y que en ocasiones nos sorprendemos a nosotros mismos de haber hecho.  Ahora preguntémonos: ¿existe una razón por la que queriendo hacer lo bueno en ocasiones no lo hagamos?

La realidad de todo es que no existe solo una razón, sino que existe un sin número de razones por la que en ocasiones queriendo hacer lo bueno no lo hacemos; en otras palabras le faltamos a Dios.

Por ejemplo, existen las presiones sociales; es decir la presión que ejercen nuestras amistades y compañeros de trabajo en nuestra vida.  Existen las presiones familiares; es decir la presión que ejercen nuestros seres queridos, hijos, hijas, esposos, esposas y demás.

Existen las presiones de la vida en sí; es decir las presiones que ciertas circunstancias y situaciones producen en nuestra vida cuando surgen. En otras palabras, todos somos afectados de una manera u otra por la presión que este mundo ejerce en nuestra vida.

Pero ha pesar de que no todo lo que nos influye es inspirado o maquinado por el mal, con frecuencia si somos afectados por el mal debido a una razón principal.  ¿Qué es la razón principal?  Este será nuestro tema en el día de hoy; pasemos ahora a la palabra de Dios.

Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios

Como acostumbro a decir, para tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros en el día de hoy, nos será necesario hacer un breve repaso de historia. 

Estos versículos forman parte de uno de los tres sermones que Moisés le presento al pueblo de Israel antes de que ellos cruzaran el Jordán para entrar en la Tierra Prometida.

Esto es algo que queda claramente expuesto en Deuteronomio 1:3 cuando leemos: “…Y aconteció que a los cuarenta años, en el mes undécimo, el primero del mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a todas las cosas que Jehová le había mandado acerca de ellos…”  Así que aquí tenemos a Moisés hablándole al pueblo de Israel; ellos estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida, y su jornada solo les había tomado cuarenta años.

¿Se pueden imaginar lo que sería vagar por un desierto por cuarenta años? Dile a la persona que tienes a tu lado: les tomo cuarenta años.  Estamos hablando de una jornada de aproximadamente unas 200 millas de distancia, pero a ellos les tomo cuarenta años. ¿Por qué suponen que sucedió esto?

Libres pero no preparados

En realidad existen dos razones; la primera razón es que Dios sabía que ellos no estaban lo suficientemente preparados para combatir las oposiciones, y es por eso que Él no les guío por el camino más recto que existía. 

Esto es algo que queda bien claro en la traducción de la Nueva Versión Internacional de la Biblia en  Éxodo 13:17 cuando leemos: “…Cuando el faraón dejó salir a los israelitas, Dios no los llevó por el camino que atraviesa la tierra de los filisteos, que era el más corto, pues pensó: «Si se les presentara batalla, podrían cambiar de idea y regresar a Egipto…»

Ahora debemos preguntarnos: ¿por qué pensó Dios de esta manera?  Dios pensó de esta manera porque Dios quería solo lo bueno para Su pueblo; Él pensó de esta manera porque Él les estaba protegiendo del mal o las malas situaciones que Él sabía que ellos confrontarían.  Dios sabía que los filisteos eran una fuerza poderosa, y que verían al pueblo de Israel no como una nación, sino como esclavos escapados, y les atacarían.

Así que la primera razón por la que Dios no guío al pueblo de Israel por el camino más recto, y más corto, fue porque Él sabía que ellos no estaban preparados físicamente y espiritualmente para enfrentar la batalla.  Pero en la segunda razón es donde comienza nuestra lección para el día de hoy.

Olvidaron lo que Dios había hecho por ellos

¿Cuál fue la segunda razón por la que a ellos les tomo cuarenta años entrar a la Tierra Prometida?  La respuesta es fácil; en el camino, el pueblo que Dios libero, el pueblo que Dios amo, el pueblo que debería estar continuamente dándole gracias a Dios escogió olvidarse de todo lo que Dios había hecho por ellos.

En el camino, el pueblo que Dios escucho [1], libero, guío, y amo, se reveló  en contra Dios [2] y escogió olvidar las señales que Dios había hecho para liberarles de la esclavitud. 

Es por esta razón que en los versículos que estamos estudiando en el día de hoy encontramos que Moisés les advierte: “…Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy…”  ¿Por qué le dijo Moisés esto al pueblo?

Moisés les dijo esto porque la gran realidad es que excepto dos hombres, la mayoría de ellos no se acordaban de las señales (la plagas de Egipto, columna de nube y columna de fuego, cruzar el Mar Rojo, las leyes entregadas por Dios en el Monte de Sinaí), que Dios les había dado porque o eran muy jóvenes cuando sucedieron; o, no las habían presenciado porque no habían nacido aún [3]. 

Entonces, Moisés no quería que según ellos se acomodaran y empezaran a disfrutar de las bendiciones que Dios les entregaría, que ellos no olvidaran la razón por la cual ellos estaban ahí.

Moisés no quería que ellos se olvidaran de mantener las leyes de Dios; él no quería que ellos se olvidaran que solo por obra y gracia de Dios ellos habían llegado para tomar posesión de la Tierra Prometida. La realidad es que las palabras de Moisés en estos versículos nos hablan a nosotros hoy con el mismo metal que le hablaron al pueblo de Israel en ese entonces.

Digo esto porque la gran realidad es que la mayoría de nosotros no somos muy diferentes al pueblo de Israel de ese entonces.  Todos los que estamos aquí sentados, en un punto o otro en nuestra vida estuvimos perdidos en el desierto.

Estoy seguro que todos podemos recordarnos de estar en búsqueda de algo, completamente perdidos sin rumbo o propósito, sedientos de algo, pero no sabíamos de qué.

Tratamos todas las soluciones a nuestro alcance tratando salir de ese sufrimiento, pero en si nada funciono. Vagábamos sin rumbo o dirección por ese desierto árido y desconsolante cargados de problemas, preocupaciones, y sufrimientos.  Pero todo esto fue hasta el día cuando finalmente nos rendimos a la voluntad de Dios, y aceptamos a Jesús como nuestro Rey y Salvador personal.

No olvidarte de Jehová: Estamos en camino a la Tierra Prometida

Ese día cuando se nos fue demostrado el camino a la Tierra Prometida, y decidimos renunciar a la ciudadanía del mundo, para aceptar la ciudadanía del cielo.  Ahora pregunto: ¿cuántos nos podemos recordar de ese día?

Pero más importante aun: ¿cuántos podemos decir que hoy nos sentimos de la misma manera que nos sentimos en ese entonces?  ¿Cuántos podemos decir que el primer amor que sentimos por Dios y Su obra en ese día continua ardiendo hoy con la misma intensidad?

Yo sé que todos los que estamos aquí reunidos amamos a Dios; yo sé que todos aquí estamos convencidos que nuestra residencia permanente, (el cielo: la Tierra Prometida), está segura. 

Podemos estar seguros de esto porque en Juan 14:2 el Señor nos dice: “…En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros…”  Dile a la persona que tienes a tu lado: Él fue a preparar un lugar para nosotros.  Pero desdichadamente aquí es donde comienza el problema para muchos de nosotros.

Digo esto porque a pesar de haber alcanzado esta promesa cuando aceptamos a Cristo como nuestro rey y Salvador, a muchos de nosotros se nos ha olvidado del lugar que Él nos rescato.

Se nos ha olvidado la jornada

En otras palabras, todos sabemos que Él nos guío a la Tierra Prometida, pero se nos ha olvidado la jornada.  Se nos ha olvidado el tiempo que estuvimos vagando por el desierto de este mundo; se nos ha olvidado que Él fue quien nos guío a la promesa en la que podemos descansar en el día de hoy.  ¿Por qué sucede esto?

Esto es algo que sucede, porque la gran mayoría de nosotros nos hemos acomodados grandemente donde nos encontramos en este momento. En otras palabras, hemos recibido las bendiciones que Dios nos ha dado y estamos completamente satisfechos. El problema que existe es que cuando alcanzamos este nivel de satisfacción, en la mayoría de los casos comenzamos a apartarnos de la voluntad de Dios para con nosotros.

En la mayoría de los casos estamos tan satisfechos de lo que hemos recibido que dejamos de entregarle a Dios, y a Su obra, el lugar número uno en nuestra vida.  En otras palabras se nos olvida lo que nos dice el Señor en Mateo 22:37 cuando leemos: “…Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente…” 

Y una vez que permitimos que nuestro amor por Dios se enfrié, entonces no le será muy difícil al enemigo convencernos de que lo que tenemos y hemos logrado, lo hemos logrado debido a nuestra fuerza y voluntad. 

Y es por eso mismo que las palabras de Moisés aquí nos advierten: “…no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, 13 y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; 14 y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre…”  Dile a la persona que tienes a tu lado: no te acomodes.

Acomodamos en las bendiciones

Cuando nos acomodamos en las bendiciones que Dios nos ha entregado, entonces se nos hace muy fácil olvidarnos de dónde, y cómo Él nos rescato, del lugar que estábamos.  Y en todo caso esto nos conduce a ignorar lo que Él demanda de nosotros.

Cuando se nos olvida de dónde y cómo Dios nos rescato del estado en que nos encontrábamos, entonces se nos hace fácil hacer excusas, se nos hace fácil dar explicaciones que no tienen sentido; se nos hace fácil darle a Dios el segundo lugar en nuestra vida.

Cuando se nos olvida de dónde y cómo Dios nos rescato del estado en que nos encontrábamos, entonces se nos hace fácil olvidar que Él fue quien nos ha puesto donde estamos.

Cuando se nos olvida de dónde y cómo Dios nos rescato del estado en que nos encontrábamos, entonces se nos hace fácil olvidar que Él fue quien nos ha dado todo lo que tenemos. 

Fíjense bien como lo dijo Moisés aquí cuando leemos: “…Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día…”  Quizás algunos digan: bueno esto aquí tiene que ver con el pacto que Dios hizo con el pueblo de ese entonces y no con nosotros.  Pero si piensas así te equivocas grandemente.

Digo esto porque todo creyente cae bajo este mismo pacto que Dios hizo con el pueblo de ese entonces.  Esto es algo que queda extremadamente claro en Gálatas 3:29 cuando leemos: “…Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa…”

Cristo es quien nos provee el poder para obtener nuestras riquezas.  Esto es algo que queda bien claro en las palabras de nuestro Rey y Salvador en Juan 10:10 cuando leemos: “…El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia...”

Esto no quiere decir que todos aquí seremos millonarios, o que la razón por la que muchos no son ricos es porque su fe no es lo suficientemente fuerte, como algunos falsos maestros enseñan. 

Digo esto porque la riqueza es mucho más que una cifra de dinero, y la realidad es que ninguna cifra de dinero jamás podrá comprar las riquezas que Dios nos provee, y definitivamente no nos pueden comprar la entrada al cielo.

Para concluir

No podemos permitir ser personas olvidadizas; no nos podemos olvidar de lo mucho que Dios ha hecho por nosotros. ¿Qué son las cosas más grandes que Dios ha hecho por nosotros?

Fuimos liberados de la esclavitud al diablo; esto es algo que queda bien ilustrado en Tito 3:3-5 cuando leemos: “…Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. 4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, 5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.”

Fuimos escogidos por Dios para anunciar Su poder, misericordia y gloria; esto es algo que queda bien declarado en 1 Pedro 2:9 cuando leemos: “…Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable…” 

Y son por estas razones que nosotros nunca debemos olvidarnos de todo lo que Él ha hecho por nosotros, porque de hacer esto entonces será fácil que Él ocupe el segundo lugar en nuestra vida y nuestro corazón.

Dios nunca puede ocupar el segundo lugar en nuestra vida, Él tiene que ocupar el primero. Hermanos, nuestro primer pensamiento al levantarnos en la mañana debe ser dándole gracias a Dios por Su misericordia, y por Su gracia.

Y el ultimo pensamiento antes de dormir debe ser dándole gracias a Él por las bendiciones que recibimos todos los días, dándole gracias a Dios por Su presencia en nuestra vida.

En este mundo existen presiones que tratan de afectar nuestra fe negativamente; existen presiones sociales, familiares, y circunstanciales, pero no podemos permitir que estas presiones nos desvíen de la voluntad de Dios.  

Sino que siempre tengamos en mente las palabras de Moisés aquí cuando leemos: “…Mas si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios y anduvieres en pos de dioses ajenos, y les sirvieres y a ellos te inclinares, yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis. 20 Como las naciones que Jehová destruirá delante de vosotros, así pereceréis, por cuanto no habréis atendido a la voz de Jehová vuestro Dios…”  Las palabras claves aquí son: “…anduvieres en pos de dioses ajenos…”

Dioses ajenos son todas esas cosas a la que en ocasiones nos rendimos y dejamos de escuchar lo que Dios nos dice.   Cosas como las emociones y sentimientos (odio, rencor; no perdonar); los impulsos de la carne y deseos (ambiciones, lujuria, venganza).

Recordemos que como fieles creyentes tenemos que vivir según Su voluntad, cumpliendo con Sus mandatos, y entregándole siempre a Él, el primer lugar en nuestra vida. Por eso les digo hoy, nuca no nos olvidemos de dónde Dios nos rescato.  Dile a la persona que tienes a tu lado: “…Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios…

[1] Éxodo 3:7
[2] Éxodo 32:1-8
[3] Números 14:30-31

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