¿Cuál es mi propósito?

¿Cuál es mi propósito?

Predicas Cristianas

Predica de Hoy: ¿Cuál es mi propósito?

Predicas Cristianas Lectura Bíblica de Hoy: Colosenses 1:24-29 

Introducción 

Hoy vamos a iniciar el servicio con un chiste. Resulta ser que había un hombre, que fue contratado para transportar 50 pingüinos a un zoológico local. En camino al zoológico, el camión se le rompió.

Esto produjo que al hombre le cayera una gran preocupación, y mientras estaba arrimado al lado de la carretera examinando el motor del vehículo, pensaba que seguramente que los pingüinos todos morirían, y que él tendría que pagar el costo.

Levantando su vista del motor, y mirando a su alrededor, el hombre vio un camión que se acercaba y lo paro. El hombre entonces hablando con el camionero y le dijo: te doy 500 dólares para que me lleves a estos pingüinos al zoológico. El camionero pronto accedió, recogió a los pingüinos y se fue

Al otro día, el hombre fue al pueblo, y se llevo tremenda sorpresa al ver que el camionero a quien él había contratado iba cruzando la calle, y los 50 pingüinos iban detrás de él todos en fila.

Al ver esto, el hombre le dijo al camionero: ¿no te di yo ayer 500 dólares para que llevases a estos pingüinos para el zoológico? El hombre entonces respondió: si, y los lleve, pero me sobró un poco de dinero, así que hoy nos vamos para el cine. ¿Qué cómico, verdad?

El propósito principal de Dios

Sin duda alguna este camionero no entendió lo que el hombre había pedido de él. Igualmente, muchos creyentes hoy en día no entienden lo que Dios quiere en su vida.

En otras palabras, no logran entender el propósito principal de Dios para con ellos. Y es por eso que hoy deseo que exploremos este tema; exploremos hoy el propósito principal de Dios con nuestra vida.

Colosenses 1:24-29 Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia; 25 de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, 26 el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, 27 a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, 28 a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; 29 para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí.

Cuando examinamos las palabras de Pablo aquí, encontramos que él dice algo que quizás no entendamos. Digo esto porque en el primer versículo que estamos usando hoy encontramos que él dice: “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros”. Como les dije, esto es algo que quizás no entendamos; después de todo, ¿cómo es posible gozarse en momentos difíciles?

En realidad la respuesta a esta pregunta no es nada difícil, y es fácilmente encontrada haciendo otra pregunta. Así que preguntémonos: ¿hemos nosotros tenido algún tipo de sufrimiento desde que nos entregamos a Cristo? La mayoría de todo creyente fiel responderá que sí. Todo creyente fiel responderá diciendo que si porque la gran realidad es que cuando genuinamente vivimos en Cristo, entonces dejamos de ser quien éramos, y pasamos a ser criaturas nuevas.

Demás está decir que una vez que esto sucede, en la mayoría de las ocasiones nos sentimos aislados; o sea el comienzo de un sufrimiento. Digo esto porque en la mayoría de las ocasiones, nuestras amistades, familiares, y casi todos los que nos rodean se alejan de nosotros. Se alejan porque cuando genuinamente nos entregamos a Cristo, entonces dejamos de formar parte de muchas cosas que antes hacíamos, pero que ahora por convicción del Espíritu Santo no hacemos.

En otras palabras se alejan de nosotros porque hemos escogido hacer como nos dice la Palabra en Efesios 5:11 cuando leemos: “…Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas…”

La Traducción en Lenguaje Actual de la Biblia traduce este versículo de la siguiente manera: “…No se hagan cómplices de los que no conocen a Dios, pues sus hechos no aprovechan de nada. Al contrario, háganles ver su error…”

Y hacer esto en la mayoría de las ocasiones causara que personas que estimamos o amamos se alejen de nosotros; ya no existirá la afinidad que una vez teníamos, y como les dije esto puede producir un sufrimiento.

Para que entiendan bien el punto que les estoy haciendo debemos notar que cuando Pablo escribió esta carta a la iglesia, él estaba encerrado en una prisión romana. Pablo estaba sufriendo en las manos del imperio romano a causa de su fe Cristiana. Pero también deseo que prestemos mucha atención al hecho de que aunque estaba encerrado en esa prisión, la prisión no lo detuvo de continuar obrando para Dios.

Las restricciones impuestas sobre Pablo por esa prisión no detuvieron su ministerio, y yo diría que ni siquiera retardo su progreso (Pablo escribió la mayoría de los libros del Nuevo Testamento mientras sufría encarcelamiento).

Desdichadamente la iglesia de hoy sufre, y los ministerios se detienen o retardan, porque muchos en el pueblo de Dios permiten que situaciones, y emociones interfieran con su fe. Como he dicho en numerosas ocasiones, es bien fácil tener fe cuando las cosas marchan de la manera que nosotros queremos o deseamos

La realidad es que es bien fácil confiar en Dios cuando no existe adversidad,  pero en el momento que algo malo nos sucede, o en el momento cuando las cosas no marchan de la manera que nosotros deseamos, entonces comenzamos a sufrir. El problema no está en que suframos.

El problema está en que cuando comenzamos a sufrir, en vez de orar y alabar a Dios, la mayoría de los creyentes tratan de resolver las situaciones por su propia fuerza y voluntad, en vez de acudir a Dios. Esto en casi toda ocasión causa que nos enterremos más profundamente en el problema, y demás está decir que esto nos conduce a un mayor sufrimiento

Pablo aquí nos dice que se gozaba en lo que estaba padeciendo, esto es algo que como dije es difícil de entender. Pero aunque difícil de entender, no es imposible hacer. Y es por eso que en 1 Pedro 4:16 encontramos que se nos dice: “…pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello…” Pero esto es algo que algunos encuentran extremadamente difícil de hacer. ¿Por qué? La razón principal es la falta completa o la escasez de fe en la vida de muchos.

La realidad de todo es que si nuestra fe no está firme, si nuestra confianza en Dios no es absoluta, entonces se nos hará muy difícil sino imposible ver que sufrir debido a Cristo es algo que debería producir gran gozo en nuestra vida. ¿Cómo así? Simplemente puesto, sufrir a causa de Cristo no es un sufrimiento, sino una ocasión para gozarnos. ¿Cómo puede ser esto posible?

La respuesta a esta pregunta es extremadamente fácil; si tenemos algún tipo sufrimiento esto nos indica que estamos sirviendo a Dios  correctamente, esto significa que estamos agradando a Dios, y ¿a quién estamos nosotros llamados a agradar? Estamos llamados a agradar a Dios; esto es algo que queda bien reflejado en las palabras del Señor en Juan 14:15 cuando leemos: “…Si me amáis, guardad mis mandamientos…”

La verdad es que el padecimiento forma parte de nuestro crecimiento, y no es algo que nos debe tomar por sorpresa, sino tenemos que esperarlo. Esto es algo que se nos advierte claramente en 1 Pedro 4:12-13 cuando leemos: “….Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, 13 sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría…” Dile a la persona que tienes a tu lado: guerra avisada no mata a soldado.

Así que el sufrimiento va mano en mano con nuestra fe, pero aun en medio de nuestro sufrimiento, cuando nos mantenemos fiel, el Señor nos bendecirá. Esto es algo que el Señor nos dice claramente en Lucas 6:22-23 cuando leemos: “…Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. 23 Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas…” La pregunta que ahora debemos hacernos es: ¿estamos dispuestos a sufrir?

Continuando con nuestro estudio leemos: “…de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, 26 el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, 27a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria…

Aquí vemos claramente expuesto el propósito de Dios para con Pablo. El propósito de Dios para con Pablo fue de anunciar el evangelio de Jesucristo, y este es el propósito principal de Dios con cada uno de nosotros. Como he dicho en otras ocasiones, y es algo que no me canso de repetir, no tenemos que ser pastores, diáconos o ministros para anunciar el evangelio, solo tenemos que ser Cristianos.

Muchos piensan que para poder anunciar el evangelio o ministrar se necesita un titulo otorgado por una universidad o seminario, pero esto no es cierto. Claro está en que la educación formal nunca esta demás, pero la gran realidad es que no hay que ser un erudito, no hay que ser un sabio, no hay que ser maestros en teología; lo único que se necesita para anunciar el evangelio es un corazón dispuesto.

Lo que necesitamos es reconocer el propósito principal de Dios en nuestra vida, y aceptar la responsabilidad que se nos ha encargado. Si lo oyeron bien, se nos ha encargado una gran responsabilidad. Cuando decidimos caminar con Cristo, todos asumimos una gran responsabilidad; asumimos la responsabilidad de anunciar el evangelio a las naciones.

Asumimos la responsabilidad de amonestar, y de enseñar a todos aquellos que quizás no conozcan a Dios, y a aquellos que se han apartado de Él. La palabra aquí nos dice: “…para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios…”

En otras palabras, el propósito principal es presentar la Palabra de Dios en toda situación, aun cuando esto no pueda ser lo más popular o nos pueda causar un sufrimiento.  Como fieles creyentes tenemos que reconocer que no podemos escatimar en cumplir el propósito principal de Dios con nosotros. Dile a la persona que tienes a tu lado: cumple el propósito de Dios.

Continuando con nuestro estudio leemos: “…a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre…” El propósito principal de Dios con un siervo fiel es de amonestar; en otras palabras, ayudar a aquellos que puedan estar confundidos, y de llamar al arrepentimiento a todos los que andan por malos caminos.

Fíjense bien como Pablo dice aquí: “…para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí…” Pablo trabajaba y obraba para engrandecer el reino de Dios aquí en la tierra. Pablo luchaba contra los poderes de ese entonces, él luchaba en contra de las religiones populares y establecidas de ese entonces.

Pero quiero que notemos bien cuando dice: “…según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí…” Quiero que notemos estas palabras aquí porque quiero que nos demos cuenta de que Pablo no dependía de sus fuerzas; él no estaba dependiendo de su sabiduría.

Pablo estaba dependiendo del Espíritu Santo que ahora moraba en él. Hermanos, nosotros tenemos que hacer lo mismo. Si deseamos que el propósito principal de Dios se cumpla en nuestra vida, entonces tenemos que aprender a depender menos de nuestra habilidad y más en el poder del Espíritu Santo.

En otras palabras, tenemos que permitir que el Espíritu Santo nos guíe en todo momento, que guíe nuestros pensamientos, nuestras pisadas, y nuestras palabras. Pablo no dependió de su propia fuerza para cumplir con el propósito principal de Dios en su vida.

Nosotros tampoco podemos depender de nuestra propia fuerza porque de hacer eso, entonces nunca lograremos nada. Pero cuando nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, entonces aprenderemos a confiar más en Dios que en nuestras habilidades.

Aprenderemos que por mucho que nosotros podamos hacer, en realidad no podremos obtener una victoria total sobre las situaciones, tribulaciones o dificultades por nuestra propia fuerza.

Para concluir.

Existen muchos que se han levantado clamando ser los poseedores de la verdad; existen muchos que se han levantado clamando que solo a través de su religión o secta podrá una persona ser salva u obtener vida eterna. Pero la salvación y la vida eterna no suceden porque pertenezcamos a una iglesia, o seamos miembros de un concilio o denominación. La salvación es solo por obra y gracia de Dios.

No existe nada ni nadie en este mundo que nos pueda salvar. No existe institución que nos pueda garantizar vida eterna, solo existe uno que puede garantizar la vida eterna, y su nombre es Jesús.  Es como nos dice la Palabra en Hechos 4:11-12 cuando leemos: “…Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. 12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos…”

Pero a pesar de que estos versículos aquí están bien claros, esto no ha detenido a todos aquellos que predican un evangelio diferente; esto no ha detenido a todos aquellos que tergiversan las escrituras para acomodarlas según sus necesidades, y para cumplir con sus propósitos.

¿Qué es lo único que puede detener a estas personas malvadas? Lo único que puede detener a estas personas malvadas es que los creyentes lleguen al en entendimiento del propósito principal de Dios para con ellos

En otras palabras, creyentes que estén dispuestos a cumplir con lo que Dios nos ha encargado; creyentes dispuestos a cumplir con la responsabilidad que se nos ha entregado. Por eso te digo hoy, deja de jugar a la iglesia y acepta tu responsabilidad; comprende tu propósito.

La iglesia, es decir el Cuerpo de Cristo, necesita creyentes como Pablo. Se necesitan creyentes dispuestos a obrar para el reino de Dios en todo momento. Se necesitan creyentes que no permitan ser detenidos por situaciones o circunstancias.

Se necesitan creyentes que lleguen al entendimiento del propósito principal de Dios para con ellos. Así que ahora la pregunta que queda es: ¿lo reconoces tú?

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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