Cruza la cinta amarilla
Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Predica de Hoy: Cruza la cinta amarilla
Predicas Cristianas Lectura Bíblica de Hoy: Santiago 4:4-10
Introducción
¿Cuantos han visto por el televisor o en el cine las escenas policíacas? Me refiero a los sitios donde se ha cometido un crimen, llegan los policías, y con una cinta plástica rodean la escena del delito. Estoy seguro que todos aquí en un momento u otro han visto esta cinta plástica que normalmente es amarilla, con letras negras grandes que dice: “línea policíaca no cruzar,” ¿vedad?
Ya sea en el noticiero, en las películas o en la vida real, todos aquí hemos visto esta cinta, y algunos de nosotros más que otros.
También todos sabemos que esa cinta fue diseñada para mantener a las personas afuera de la escena del crimen. Esto es debido a que si la persona que entra al área inmediata del delito no ha sido entrenada adecuadamente en que observar, y como colectar la evidencia, entonces una persona puede inconscientemente contaminar la evidencia, y esto puede causar que lo que se ha colectado pueda ser excluido en un juicio.
Ya sé que la mayoría de ustedes están pensando que lo que les acabo de decir es algo interesante, pero que no tiene nada que ver con ustedes porque no les interesan los procedimientos policíacos; pero les aseguro que hoy no les traigo una clase de procedimientos de CSI Miami. Así, que pasemos ahora a la Palabra de Dios y veamos en mensaje de la cinta amarilla.
Santiago 4:4-10 – !Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. 5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? 6 Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. 7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. 8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. 9 Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. 10 Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.
Principal causa de nuestros problemas
Cuando leemos el capitulo desde el inicio, encontramos que existen dos cosas de suma importancia para nosotros. Primero encontramos claramente expuesto que Santiago nos dice que la principal causa de nuestros problemas es la lujuria o pasión. Esto es algo que queda bien declarado en Santiago 4:1 cuando leemos: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?…”
En realidad, esto es una guerra interna que todos nosotros enfrentamos diariamente, algo que es difícil de controlar, y muy pocas personas logran hacerlo. Segundo vemos que Santiago nos enseña acerca de la oración. Es como encontramos en Santiago 4:3 cuando leemos: “…Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites…” En otras palabras, él nos advierte que en ocasiones nosotros oramos al Padre indebidamente. ¿Qué les quiero decir con esto?
Lo que les quiero decir es que en muchas ocasiones nuestras oraciones son codiciosas; oraciones en las que pedimos satisfacer nuestras pasiones y deleites. Estas son oraciones indebidas; estas son oraciones que no alcanzan los oídos de nuestro Padre celestial
¿Por qué digo esto? Digo esto porque lo primero que todo creyente fiel debe pedir y buscar para su vida es la presencia de Dios. En otras palabras hacer y confiar en lo que encontramos en Mateo 6:33 cuando leemos: “…Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas…” Manteniendo esto en mente, continuemos ahora con nuestro estudio de hoy. Hoy quiero que veamos la cinta amarilla que Dios ha puesto alrededor de la escena del crimen.
Ahora preguntémonos: ¿qué es necesario para que exista una escena de crimen? Demás está decir que lo que tiene que existir es un crimen, ¿verdad? Así que manteniendo ese pensamiento, examinemos ahora nuestra vida; examinemos nuestro alrededor, y juguemos a los policías para ver si podemos detectar una escena de crimen.
Detectando la escena de crimen
En el versículo cuatro vemos que Santiago nos dice: “…¡Gente adúltera! ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por tanto, cualquiera que quiere ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios…» Aquí vemos que Santiago usa unas palabras bien fuertes; palabras que nos hacen reflexionar. ¿Pero qué nos está diciendo con esto?
Simplemente puesto, lo que estamos viendo aquí es la escena del crimen, estamos viendo el crimen contra Dios que muchos cometemos. ¿Cómo así? Permítanme explicarles esto de otra manera para que entiendan bien lo que les digo.
El adulterio espiritual
En la Biblia encontramos que la segunda venida de Cristo se describe como la boda del Cordero. Esto es algo que queda bien claro en Apocalipsis 19:7 cuando leemos: “…Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado…”
Así que cuando leemos lo que Santiago nos dice aquí en los primeros versículos de hoy, podemos asumir confiadamente que en ellos él no se está refiriendo a un adulterio físico, sino más bien a un adulterio espiritual. Ahora, reflexionemos en esto por un momento; reflexionemos en el adulterio espiritual.
Lamentablemente, este es el crimen más común que nosotros cometemos. Digo esto porque en muchas ocasiones nosotros no le damos a Dios el lugar que Él merece en nuestra vida. El problema está en que cuando permitimos que las cosas de este mundo tomen prioridad en nuestra vida, en si lo que le estamos diciendo a Dios es que no le necesitamos; de esa manera despreciamos Su bendición, y estamos rechazando toda Su gloria, señoría y poder. Simplemente puesto, somos culpables de cometer adulterio espiritual.
Cometemos adulterio espiritual porque dejamos de confiar en Él. Es fácil caer en esta trampa, es fácil pensar que podemos resolver las situaciones por nuestra propia habilidad. Pero debemos reconocer que esa manera de pensar es una trampa que fue diseñada con el propósito de alejarnos de la voluntad de Dios.
Es por esa razón que aquí Santiago nos advierte diciendo: “..¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? 6 Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros…”
Nuestro apetito por las cosas de este mundo
La realidad es que nosotros no podemos permitir que nuestro apetito por las cosas de este mundo controle nuestra vida. Porque de hacer esto entonces es igual que entregarle un puñal al enemigo con que atacarnos. Es por eso que tenemos que examinarnos con frecuencia; tenemos que reflexionar a diario en nuestras acciones, palabras, y testimonio, para descubrir si le estamos siendo fiel a Dios.
Bueno, creo que como buenos detectives, todos pudimos localizar la escena del crimen; como diría Sherlock Holmes: elemental Dr. Watson, la escena del crimen es una vida de pecado. Y como les acabo de ilustrar, el crimen más común que comete el hombre siempre ha sido su infidelidad a Dios.
¿Pero qué de la cinta amarilla?
Continuando con nuestro estudio leemos: “…Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. 9 Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. 10 Humillaos delante del Señor, y él os exaltará…” ¿Cuántos pueden ver la cinta amarilla que detiene la entrada de Dios a la escena del crimen?
La primera pista para encontrar la cinta amarilla a nuestro alrededor la encontramos aquí cuando leemos: “…Acercaos a Dios….” ¿No la ven todavía? ¿Qué es la cinta amarilla? La cinta amarilla es la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es la barrera que existe entre Dios y nosotros. Permítanme explicarme.
En el mundo existen muchas personas que piensan que pase lo que pase o hagan lo que hagan, Dios está con ellos. Existen muchas personas que piensan que una vez que aceptaron a Cristo pueden continuar pecando y que Dios les guía y los bendice en todo momento. Esta es la mentira más grande que existe.
La mayor razón por la que muchos caen en esta trampa es porque desconocen la Palabra de Dios. Digo esto porque cuando conocemos la Palabra de Dios, no tendremos que buscar mucho para encontrar la verdad. Y la verdad es que no podemos decir que servimos a Dios, si continuamos en el pecado.
No podemos servir a Dios si vivimos en pecado.
Esto es algo que queda muy bien ilustrado en 1 Corintios 10:21 cuando leemos: “…No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios…” Dile a la persona que tienes a tu lado: tienes que escoger a quien servir.
Es muy triste el ver como existen tantas personas que rehúsan aceptar sus errores; en otras palabras, rehúsan aceptar la Palabra de Dios. Son esos momentos cuando escuchamos cosas como: «Dios me conoce y sabe como yo soy;» «acuérdese Pastor que somos salvos por gracia y no por la ley.»
Existe una gran verdad en estas dos respuestas. Dios si nos conoce individualmente, Él nos conoce mejor que nosotros nos conocemos a nosotros mismos. Y si somos salvos por gracia ya que ningún hombre ha podido cumplir con la ley de Dios.
Pero porque somos salvo por gracia, ¿significa esto que podemos continuar pecando? La respuesta a esto es también ¡NO! Esto es algo que queda extremadamente claro en Romanos 6:15 cuando leemos: “…¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera…”
Aquí es donde está el mayor problema en el pueblo de Dios, aquí es donde está el mayor problema en muchos que piensan que están bien con Dios. Digo esto porque estar bien con Dios significa que buscamos más de Él en todo momento, significa que caminamos hacia la perfección que es Cristo Jesús.
No somos perfectos, no seremos perfectos, no podremos cumplir con Su ley, y es por eso que el derramó Su gracia sobre el hombre para que pudiéramos obtener el privilegio de ser llamados hijos de Dios. Pero esto NO significa NI implica que tenemos una licencia para pecar. Esto NO significa NI implica que Dios estará presente en una vida pecaminosa.
Cuando permitimos que el pecado abunde en nuestra vida, cuando permitimos ser dominados por el pecado, entonces NO estamos con Dios. Cuando dejamos que el pecado domine nuestra manera de pensar, actuar y ser, Dios NO está con nosotros. Esto es algo que queda bien reflejado en 1 Juan 3:6 cuando leemos: “…Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido…” Existe la barrera, existe la cinta amarilla, existe la Palabra de Dios.
Pecadores, limpiad las manos
Continuando con nuestro estudio leemos: “….Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones…” Hagámonos ahora una pregunta, cuando nos ensuciamos las manos y nos las lavamos, ¿nos lavamos las manos a media o nos las lavamos hasta que no quede suciedad?
Claro está en que nos las lavamos hasta que queden limpias, pero desdichadamente este no es el caso de muchos en el Cuerpo de Cristo. La gran realidad es que una vez que llegamos a los caminos del Señor su sangre nos lava, y nos deja completamente limpios.
Esto es algo indiscutible, y queda bien claro en Apocalipsis 1:5 cuando leemos: “…y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre…” Pero el problema está en que nosotros nos volvemos a ensuciar.
Muchos de nosotros no mantenemos nuestras manos limpias, sino más bien continuamos metiéndolas en la suciedad. En otras palabras, continuamos jugando con el pecado como si fuese nuestro juguete favorito. Pero el pecado en toda ocasión nos separa de la presencia de Dios.
Esto es algo que queda bien expresado por el profeta cuando leemos Isaías 59:2 que nos dice: “…pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír….
Nosotros podemos tratar de justificar el pecado.
Podemos tratar de justificar nuestras malas acciones; pero Dios ha puesto Su Palabra alrededor de esa escena de crimen y no la cruzara. Él no la puede cruzar para habitar en medio del pecado porque Él es santo, y nosotros somos los que la tenemos que cruzar para llegar a Él.
Recordemos siempre que Dios nunca cambiará Su Palabra para agradar al hombre. El hombre es quien tiene que cambiar su vida para agradar a Dios; si no fuese así, entonces ¿qué sentido tendría haber recopilado las sagradas escrituras, y qué sentido tendría hablarle a los profetas indicando al mundo lo que agrada y desagrada a Dios?
Porque Dios nos advierte y amonesta diariamente a través de Su Palabra; hace esto con el propósito de que seamos salvos. Pero lo que sucede es que la variación de ideas en el hombre lo hace cada día más imperfecto y lo separa más de Dios, al creer que Él puede ser burlado.
Para concluir.
Aquí leemos que Santiago nos dice: “…Humillaos delante del Señor, y él os exaltará…” Dios envió a su hijo primogénito para que muriese por el hombre porque Dios nos ama. Pero deseo que quede bien claro que aunque Dios ama al pecador, Él aborrece el pecado.
Dios quiere que tengamos una relación íntima con Él, Dios quiere que limpiemos nuestras manos del pecado y que caminemos en Cristo. Pero Él no comprometerá su Palabra y carácter por ninguno de nosotros.
Tomemos muy en serio la advertencia contenida en estos versículos, porque de no hacerlo, entonces se nos hará fácil caer nuevamente en una vida de pecado. Y es por eso que en Gálatas 5:1 se nos advierte: “…Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud….” Si no nos mantenemos firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libre, entonces le será muy fácil al enemigo encerrarnos nuevamente en una prisión de sufrimiento, en una prisión de dolor, en una prisión de tristeza, en una prisión de depresión.
Así que nunca te olvides que Cristo está presente para liberarte, Cristo está presente para limpiar tus manos y romper las cadenas que te atan.
Cristo está presente llamándonos a salir de en medio de la escena del crimen; Cristo está presente llamándonos a cruzar la cinta amarilla que nos separa de la presencia de Dios.
Escucha hoy Su voz, escucha Su advertencia, limpiemos hoy nuestra vida, y busquemos Su rostro. Escucha hoy que Él te dice: cruza la cinta amarilla.
© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.