En Jehová he confiado

En ti, oh Jehová, he confiado

Prédica de Hoy: En ti, oh Jehová, he confiado

© José R. Hernández, Pastor
El Nuevo Pacto, Hialeah, FL. (1999-2019)

Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Salmo 31:1-5

Introducción

Entre muchas de las cosas que podemos encontrar que afectan la vida de un incontable número de personas, encontramos la falta de confianza. Digo esto porque la falta de confianza es algo que afecta todo aspecto en nuestra vida.

Por ejemplo; si no confías en que un producto hará lo que promete hacer, entonces no compraras el producto. Si no confías en que asistir a un evento social no te será de beneficio (no solo monetario), entonces no asistirás. Si no confías en tu pareja, entonces nunca tendrás paz y sosiego.

Pudiéramos continuar haciendo una lista extensa de la desconfianza, pero creo que todos ya tenemos muy buena idea a lo que me refiero. Y debido a la desconfianza del hombre existen numerosos seminarios acerca de aprender a confiar, especialmente en aquellos que te rodean, (amistades, familiares, compañeros de trabajo, y especialmente tu pareja). ¿Cuántos han visto o han escuchado del ejercicio llamado: “cae confiadamente”?

Para los que nunca han escuchado de él, es un ejercicio muy utilizado en los seminarios que buscan promover la confianza de las personas. Existen numerosas maneras de llevar a cabo este ejercicio, pero normalmente es algo hecho en un grupo, donde el grupo forma un círculo, y una persona se para en el medio, cruza sus brazos, cierra sus ojos, y deliberadamente se deja caer hacia atrás.

El objetivo del ejercicio es que la persona confié en que uno de los que tiene a su alrededor lo/la agarrara antes de caer contra el piso y darse un golpe. En otras palabras, se le pide a la persona que confié su bienestar en otros. Así que el tema que estaremos enfocando hoy será el tema de la confianza.

Pasemos ahora a la Palabra de Dios.

Salmo 31:1-5 – En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; Líbrame en tu justicia. 2 Inclina a mí tu oído, líbrame pronto; Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme. 3 Porque tú eres mi roca y mi castillo; Por tu nombre me guiarás y me encaminarás. 4 Sácame de la red que han escondido para mí, Pues tú eres mi refugio. 5 En tu mano encomiendo mi espíritu; Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad.

Salmo escrito por el Rey David

Como acostumbro a decir, para tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros en el día de hoy, nos será necesario hacer un breve repaso de historia. Según los historiadores, este Salmo fue escrito por el Rey David, quien fue una persona que experimentó gran sufrimiento desde el día en que venció a  Goliat en el campo de batalla.

Esto es algo que queda bien reflejado en 1 Samuel 18:8-9 cuando leemos: “…Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino. 19 Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David…”

Lo que sucedió fue que después de esta victoria, la fama y reputación de David creció de tal manera que el pueblo le quería más que al rey; esto causó que el rey llegara a odiarle de tal manera que busco matarle en más de una ocasión. Fue durante esta persecución que David escribió el Salmo que estamos explorando hoy [1].

Esta persecución incesante eventualmente condujo a que David tuviese que huir de su país para salvar su vida. Esto es algo que queda bien declarado en 1 Samuel 27:1 cuando leemos: “…Dijo luego David en su corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl; nada, por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí, y no me ande buscando más por todo el territorio de Israel; y así escaparé de su mano…” Pero algo muy importante a notar, es que su sufrimiento no se terminó después del exilio.

Digo esto porque después que David asumió el reino de Israel, su propio hijo (Absalón) también le hizo huir para salvar su vida. Esto es algo que queda bien detallado en 2 Samuel 15:14 cuando leemos: “…Entonces David dijo a todos sus siervos que estaban con él en Jerusalén: Levantaos y huyamos, porque no podremos escapar delante de Absalón; daos prisa a partir, no sea que apresurándose él nos alcance, y arroje el mal sobre nosotros, y hiera la ciudad a filo de espada…”. Pero a pesar de todo esto, David nunca dejo de confiar en las promesas de Dios.

Seguramente que algunos ya deben estar haciéndose esa pregunta, ¿por qué tenemos que saber todo esto? Es importante que notemos estos pequeños detalles de la vida de este hombre, porque estos breves detalles nos revelan dos cosas muy importantes.

Número uno; nos revela que ninguno de nosotros somos exentos de tener que atravesar por momentos difíciles, y nos ilustra el peligro constante que tenemos que afrontar a diario.

Número dos; nos revelan la actitud que debemos tomar en esos momentos cuando todos en el mundo aparentan estar en contra de nosotros; en otras palabras, nos revelan en quien tenemos que depositar nuestra confianza y por qué. Continuemos ahora con nuestro estudio para determinar si lo que les digo tiene sentido.

En Jehová he confiado

Continuando con nuestro estudio leemos: “…En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; Líbrame en tu justicia. 2 Inclina a mí tu oído, líbrame pronto; Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme…”. Lo primero que vemos bien claro aquí es una declaración de la confianza absoluta que David tenía en Dios. Él dijo: “…En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; Líbrame en tu justicia. Inclina a mí tu oído, líbrame pronto…”. En realidad esto aquí es una oración, y lo que podemos ver bien reflejado en esta porción del Salmo, es que David invoca el nombre de Dios con una confianza absoluta. ¿Por qué podía David orar con tanta confianza?

La razón por la que él podía orar tan confiadamente la podemos encontrar bien reflejada en Salmos 89:18 cuando leemos: “…Porque Jehová es nuestro escudo, Y nuestro rey es el Santo de Israel…”.  Dile a la persona que tienes a tu lado: David conocía muy bien quien Dios es.

Ahora debemos detenernos aquí por un breve momento y preguntarnos: ¿demostramos nosotros esta misma confianza en Dios? Cuando somos honestos con nosotros mismos, yo diría que la mayoría de nosotros contestaremos esta pregunta con un NO. Ahora la pregunta que debemos hacernos es: ¿por qué sucede esto? ¿Por qué es que la mayoría de las personas no pueden depositar toda su confianza en Dios?

Yo diría que la razón principal por la que la mayoría de las personas no pueden depositar toda su confianza en Dios, es porque desde muy temprana edad, todos aquí fuimos adoctrinados a confiar en nuestra propia fortaleza, en nuestra propia habilidad, en nuestro conocimiento y demás.

Pero aunque todos debemos confiar y reconocer nuestras habilidades e incapacidades, lo que nunca podemos dejar de hacer es confiar en Dios. Y es por eso que debemos reflexionar en nuestra vida y preguntarnos, ¿en quien confió? ¿Por qué tenemos que reflexionar en esto?

Tenemos que hacerlo porque la realidad de todo es que todo el que confíe en la fuerza humana estrictamente, tarde o temprano se tropezara con la duda y la confusión, y es por eso que aquí vemos que David oro diciendo: “…no sea yo confundido jamás…”. En otras palabras, con esto aquí él le estaba pidiendo a Dios que no permitiera que sus emociones y opiniones, produjeran duda o confusión en cuanto a la voluntad de Dios.

¿Por qué pedía David esto de Dios?

La razón principal por la que él pedía que Dios mantuviera sus pensamientos claros y enfocados en la voluntad de Dios es porque David reconoció, desde muy temprana edad, (batalla contra Goliat [2]), que la duda y confusión solo producen desilusión y cobardía. Y la desilusión y la cobardía son cosas que directamente afectan nuestra fe; la desilusión y cobardía causaran que nuestra fe comience a escasear o a secarse, y demás está decir que una vez que esto sucede, entonces nunca agradaremos a Dios.

Esto es algo que queda extremadamente claro en Hebreos 11:6 cuando leemos: “…Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan…”. Dile a la persona que tienes a tu lado: sin fe es imposible agradar a Dios.

Pero ahora la pregunta que debemos hacernos es: ¿cómo podemos nosotros desarrollar la fe que David demostró ante las adversidades que afrentaba?  Para contestar esta pregunta examinemos ahora el resto de los versículos que estamos explorando hoy.

A continuación leemos: “…Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme. 3 Porque tú eres mi roca y mi castillo; Por tu nombre me guiarás y me encaminarás. 4 Sácame de la red que han escondido para mí, Pues tú eres mi refugio. 5 En tu mano encomiendo mi espíritu; Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad…”.

Ahora deseo que prestemos mucha atención aquí cuando David dijo: “…Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme…”. Para tener un mejor entendimiento de lo que él estaba diciendo con esto,  tenemos que pensar en lo que es una construcción. Cuándo se va a construir, ¿qué es lo primero que se hace? Lo primero que se hace es limpiar el terreno, y luego se echa el cimiento. El cimiento es normalmente compuesto de cemento; y si se está construyendo en un lugar pantanoso, antes de echar el cemento primero se echa una buena capa de piedra de cal.

En todo caso, el cimiento es lo esencial. Ahora preguntémonos: ¿sobre qué cimiento tenemos nosotros que edificar? La respuesta a esta pregunta es fácil, nuestro cimiento es la Palabra de Dios; nuestro cimiento es nuestro Rey y Salvador Jesucristo.

Pero si esta base sólida no existe en nuestra vida, entonces todo lo que se construya tarde o temprano se vendrá abajo. Es como nos dice el Señor en Mateo 7:26-27 cuando leemos: “…Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27 y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina…”. Dile a la persona que tienes a tu lado: el cimiento es lo principal.

Continuando pensemos ahora en lo que representaba un castillo o fortaleza para el pueblo de ese entonces. Cuando tomamos el tiempo de estudiar historia, no es difícil encontrar que una fortaleza o castillo para el pueblo de antigüedad representaba seguridad.

No es que todos vivieran dentro de las paredes fortificadas de un castillo o fortaleza; como todos sabemos, aunque si existían edificios y viviendas dentro de las fortalezas, la mayoría de la población vivía afuera de las paredes, pero si se refugiaban dentro de la fortaleza cuando eran atacados por sus enemigos. Y ahora debemos reflexionar en nuestra vida por un breve momento y preguntarnos: ¿dónde nos refugiamos nosotros en momentos de ataque?

Lamentablement existe un gran número de personas que buscan refugio en lo que han escuchado; existe un gran número de personas que buscan refugio en lo que se les ha dicho; existe un gran número de personas que buscan refugio en su propia opinión o sabiduría. En otras palabras, buscan refugio en todo menos que en Dios. ¿Por qué sucede esto?

La respuesta a esta pregunta puede lucir como algo retórico, pero la realidad es que la mayor razón por la que esto sucede es porque el cimiento nunca fue echado correctamente. También existen aquellos que aun siendo confrontados con la verdad, rehúsan aceptarla y escogen continuar en sus errores. ¿Por qué sucede esto?

Nuevamente repito, esto sucede porque el cimiento nunca fue echado correctamente, sino que todo fue construido sobre un terreno pantanoso o arenoso, y es por eso que cuando llegan los vientos, las lluvias, y crece el rio (momentos difíciles, tiempos de prueba, tiempos de duda o incertidumbre), todo lo edificado cae como una casa de cartón. Dile a la persona que tienes a tu lado: echa un buen cimiento. ¿Qué resultado obtendremos cuando hacemos esto?

Continuando con nuestro estudio leemos: “…Por tu nombre me guiarás y me encaminarás.  4 Sácame de la red que han escondido para mí, Pues tú eres mi refugio…”. Cuando edificamos sobre la roca de nuestra salvación; cuando edificamos sobre la Palabra de Dios, entonces no existe nada que nos pueda desviar, o que pueda derrumbar la obra que Dios ha iniciado en nosotros.

La Palabra aquí nos dice: “…Por tu nombre me guiarás y me encaminarás…”, y esto es exactamente lo que Dios hace con todo aquel que deposita su confianza en Él. Es igual a lo que encontramos en Proverbios 16:3 cuando leemos: “…Encomienda a Jehová tus obras, Y tus pensamientos serán afirmados…”; cuando encomendamos a Dios nuestros pensamientos y nuestro corazón, Él nos guiara en todo momento.

Cuando encomendamos a Dios nuestros pensamientos y nuestro corazón, Él nos sustentara. Claro está en que en ocasiones pueden surgir momentos de dudas; en ocasiones pueden surgir momentos de confusión; pero cuando el cimiento ha sido echado correctamente, cuando permitimos que la Palabra de Dios sea lo todo suficiente para revelarnos y enseñarnos las respuestas, entonces no permaneceremos en duda o confusión.

Esto es algo que podemos encontrar bien reflejado en Salmos 55:22 cuando leemos: “…Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo…”.  Dile a la persona que tienes a tu lado: Dios es nuestro refugio. ¿Qué tenemos que hacer para que esto suceda en nuestra vida?

Continuando con nuestro estudio leemos: “…En tu mano encomiendo mi espíritu; Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad…”. Para los que no se han dado cuenta, las palabras: “…En tu mano encomiendo mi espíritu…” fueron las últimas palabras de Jesucristo en la Cruz del Calvario [3].

Claro está en que en este instante David no estaba a punto de morir físicamente, pero si se encontraba abatido, adolorido por las traiciones, y sufriendo. Así que podemos decir confiadamente que lo que David estaba haciendo aquí es entregándole a Dios su dolor; lo que David estaba haciendo aquí es entregándole a Dios sus preocupaciones y sufrimientos, y esto mismo es lo que todos nosotros debemos, y tenemos que hacer, si genuinamente deseamos que Dios sea nuestro refugio.

Una gran realidad acerca de nuestro caminar es que nuestro enemigo nos atacara. Esto se nos advierte claramente en Efesios 6:11-12 cuando leemos: “…Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes….”.

La realidad es que nuestro enemigo nos atacara con la misma intensidad, o superior, con la que atacó a David. ¿Por qué hace esto? Lo hace para tratar de matar nuestro espíritu; en otras palabras, tratar de matar nuestra confianza en Dios, y Su santa y divina Palabra.  Pero son en momentos como esos que tenemos que decir: “…En tu mano encomiendo mi espíritu; Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad…”. Dile a la persona que tienes a tu lado: encomiéndate a Dios.

Para concluir.

Para poder combatir los males que continúan creciendo en nuestra sociedad, y los poderes del infierno que atacan nuestra vida, tenemos que desarrollar una confianza absoluta en Dios y Su poder. Tenemos que darnos cuenta de que nuestra supervivencia y bienestar están en Sus manos.

El poder de Dios es lo único que puede vencer los ataques del enemigo. Satanás puede andar como un león rugiente buscando aquellos que permitirán que él los devore [4], pero el que genuinamente confía en Jehová nunca será devorado. ¿Por qué no? Porque como quiera que los pinten, nuestro enemigo es un ser derrotado; nuestro enemigo fue vencido por la sangre del Cordero [5].

Así que cuando a nosotros lleguen los ataques del enemigo con toda la intensidad del infierno, recordemos que el poder de Dios es más que suficiente para destruir todo poder de las tinieblas.

Cuando a nosotros lleguen los ataques de nuestro enemigo con toda la intensidad del infierno, recordemos que dentro de nosotros existe uno mayor que todo problema o situación. Recordemos lo que nos dice la Palabra en 1 Juan 4:4 cuando leemos: “…Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo…”.

Ahora pregunto: ¿qué no podrá hacer el Espíritu Santo que ahora mora en ti? ¿Podrás tu dejarte caer confiando en que Dios te sustentara?

[1] Easton’s Bible Dictionary
[2] 1 Samuel 17
[3] Lucas 23:46
[4] 1 Pedro 5:8-9
[5] 1 Corintios 15:55-58; Apocalipsis 12:11

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

El Nuevo Pacto .. Predicas Cristianas

Publicaciones Similares