La desobediencia
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Prédica de Hoy: La desobediencia
© José R. Hernández, Pastor
El Nuevo Pacto, Hialeah, FL. (1999-2019)
Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Lucas 15:11-17
Introducción
A través de la vida todos hemos escuchado acerca de la obediencia. Nuestros padres la exigían de nosotros, y nosotros la exigimos de nuestros hijos. Pero ahora debemos preguntarnos, ¿somos obedientes a Dios?
Hago esta pregunta porque en ocasiones, muchos de nosotros llegamos a sentirnos como que Dios se ha olvidado de nosotros. En otras palabras, llegamos a pensar que Dios no nos bendice. Pero, ¿puede ser esto verdad?
La verdad es que Dios si desea bendecirnos en todo momento; Dios quiere lo mejor para cada uno de nosotros. Pero lo que sucede es que con frecuencia nosotros mismos somos los que detenemos las bendiciones. ¿Cómo detenemos las bendiciones?
Nosotros mismos detenemos las bendiciones cuando escogemos movernos fuera de la voluntad de Dios, y pensamos que la nuestra es mucho mejor. En otras palabras, entramos en un estado de rebeldía. Pero como todos sabemos toda acción tiene su consecuencia.
Este es el tema que estaremos estudiando en el día de hoy. Hoy estudiaremos las consecuencias de la desobediencia. Busquemos ahora en la Palabra de Dios un ejemplo de lo que les estoy hablando.
Consecuencias de la desobediencia
Para tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros en el día de hoy, será necesario tener un conocimiento básico de las costumbres y tradiciones de esa época. La cultura y las tradiciones de esa época eran muy diferentes a las de hoy en día. Según la tradición judía, los hijos no abandonaban el hogar de su padre cuando se casaban.
La tradición era que durante el periodo del compromiso el hombre construyera una adición a la residencia de su padre, donde viviría el hombre y su esposa después de la boda. Abandonar la residencia de su padre significaba que el hombre dejaría todo atrás. En otras palabras, la familia, las amistades, el trabajo, y en esencia cualquier futuro que pudiese tener.
Ahora bien, para poder darnos cuenta del gran significado de lo que este hijo pidió de su padre, debemos tener un mejor entendimiento de la ley de ese entonces. La ley en ese entonces dictaba que el hijo mayor recibiría una doble porción de la herencia del estado de su padre [1].
La ley también indicaba que si el padre deseaba, él podía hacerles regalos a sus hijos durante su vida. Con este pequeño conocimiento de la ley, podemos ver claramente que lo que este hijo pidió de su padre fue un regalo enorme. El hijo menor pidió que su padre le entregara lo que le pertenecería, algo que no se acostumbraba, ya que los hijos no recibirían la herencia antes de la muerte del padre [2].
Manteniendo estos breves detalles en mente, continuemos ahora con nuestro estudio de hoy.
El padre en esta parábola representa a Dios
Les voy a decir algo que quizás muchos sepan, seguido por algo que quizás no sepan. El padre en esta parábola representa a Dios, y los dos hijos representan a la gran mayoría de los creyentes en el Cuerpo de Cristo. Quizás muchos piensen que Dios nunca actuaría como el padre en esta parábola, pero la realidad del caso es que si lo hace. Fijémonos bien de la manera que actuó el padre para determinar si lo que les digo tiene sentido.
Como les dije, en este instante el hijo pidió algo muy fuera de lo normal a su padre. Según el tono de la pregunta, yo diría que además de ser fuera de lo normal, también fue de una manera un poco desagradable. Fíjense bien como aconteció, el hijo dijo: “…Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde…” ¿Por qué digo que esta forma de expresarse es un poco desagradable?
Digo esto porque cuando vamos a pedir algo de otra persona, lo normal es decir: “por favor”, o “me gustaría que…”, o quizás “deseo que”, pero como podemos apreciar, el hijo en ese momento no menciono ninguna o algo similar a esas cosas. Es más, yo diría que la actitud del hijo fue una actitud demandante.
Digo esto porque como podemos apreciar, aparentemente él no tomo en consideración los sentimientos ni el estado negativo financiero que esta petición podría causar en la vida de su padre y el resto de la familia. Pero, ¿qué hizo el padre? A pesar de que quizás se sentía herido y/o ofendido por la actitud de su hijo, el padre le entrego lo que él deseaba.
Quiero que nos fijemos bien que el padre no trato de detenerlo o de convencerlo a que se quedara, a pesar de que quizás sabía lo que le iba a suceder. El padre simplemente le entrego la porción que le tocaba. Lo que sucedió aquí es algo que muchos no logran entender; muchos no logran entender y preguntan, ¿por qué Dios no nos detiene de hacer las cosas mal hechas? Reflexionemos en lo que les acabo de decir por un breve momento.
Estoy seguro que todos aquí en un momento u otro, también hemos dicho o pensado, ¿por qué Dios permite que exista la maldad en el mundo? La respuesta a ambas preguntas es porque Dios nos ha entregado un gran regalo. ¿Qué gran regalo nos ha entregado Dios?
La respuesta a esta pregunta queda bien ilustrada en Génesis 2:16-17 cuando leemos: “…Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; 17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás…” ¿Qué regalo le dio Dios al hombre desde el inicio? Dios nos ha dado el libre albedrío, y si Él nos detuviese de hacer algo, o si nos obligase a hacer Su voluntad, entonces ya no tendríamos este gran regalo. Dile a la persona que tienes a tu lado: tú eres libre para escoger.
El padre en esta parábola no quería que su hijo se quedara en su casa si no lo deseaba; él no quería que se quedara por obligación o necesidad. El padre no quería que su hijo se quedara en su casa esperando a que él muriese. Y hermanos, Dios también desea lo mismo de nosotros.
Dios no quiere que le sirvamos por obligación.
Dios no quiere que lleguemos y permanezcamos ante Su presencia porque estamos esperando algo. Dios quiere que lleguemos y permanezcamos ante Su santa presencia porque le amamos; pero desdichadamente esto es algo que muchos no hacen.
Muchos sirven a Dios por compromiso, o porque piensan que están obligados, pero si encuentras que este es tu caso, entonces escucha bien lo que el Señor te dice en Juan 5:42 cuando leemos: “…Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros….” Y servir a Dios por y con amor, es lo principal que todos tenemos que hacer [4].
Fíjense bien como esto es algo que queda bien claro, en la respuesta que el Señor les dio a los fariseos y escribas que trataron de tentarle, preguntándole qué ¿cuál era el mayor mandamiento en la ley? El Señor les dijo: “…Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente…” (Mateo 22:37). Dile a la persona que tienes a tu lado: sirve a Dios porque le amas.
Continuando leemos: “…No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. 14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle…” Aquí encontramos la realización del error cometido por este hombre. En otras palabras, vemos claramente la destrucción que un estilo de vida rebelde produjo en su vida.
En realidad aquí encontramos algo bien reflejado que sucede en la vida de muchos creyentes. Digo esto porque existen muchos que se alejan de la voluntad de Dios por la misma razón que este hombre. Esto es algo que sucede porque existen muchos que piensan que el mundo tiene mucho que ofrecer, y que Dios es muy demandante. Pero preguntémonos, ¿es imposible cumplir con lo que Dios demanda?
Cuando se hace esta pregunta las personas inmediatamente comienzan a pensar en numerosas cosas, cuando en realidad lo único que tenemos que hacer es perseverar en una cosa para cumplir todo lo que pueda llegar a nuestra mente. ¿En qué debemos y tenemos que perseverar?
La respuesta a esta pregunta es fácilmente encontrada en Levítico 20:7-8 cuando leemos: “…Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios. 8 Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra. Yo Jehová que os santifico…” ¿Por qué digo que con cumplir esto cumpliremos con todo las demás cosas que nos podamos imaginar?
Lo digo porque la santidad, en todo caso, nos conduce a guardar el primer mandamiento, y guardar el primer mandamiento nos conduce a estar atentos a la Palabra de Dios, lo que nos conduce a guardar el resto de los mandamientos [3]. Y cuando guardamos los mandamientos nunca dejaremos de complacer a Dios. Dile a la persona que tienes a tu lado: persevera en la santidad.
Consecuencias de la desobediencia
Ahora quiero que notemos la consecuencia que este hombre sufrió al apartarse de la casa de su padre.
Continuando leemos: “…Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. 16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. 17 Y volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!..” Como podemos apreciar, aquí vemos que su desobediencia y rebeldía produjeron que él se viera completamente solo, y pasando necesidades y dolores.
Una pregunta que les hice al inicio fue, ¿por qué Dios no nos detiene de hacer las cosas mal hechas? La respuesta obvia es que no lo hace porque Él nos entrego el libre albedrío; pero te digo en el día de hoy que también lo hace para que al igual que este hombre recapacitemos, y aprendamos de nuestros errores. Dios desea que le sirvas no por obligación, sino que le sirvas de todo corazón, que llegues a Él arrepentido.
Esto es algo que queda bien reflejado en Isaías 55:7 cuando leemos: “…Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar…”
Cuando analizamos la parábola completa encontramos algo que es de suma importancia, aquí leemos: “…Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. 22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. 23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; 24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse…” (Lucas 15:21-24).
Así que a pesar de la gran ofensa que este hombre había cometido en contra de su padre, su padre nunca le dejo de amar. Hermanos nuestro Padre celestial es igual; aunque nuestro Padre celestial aborrece el pecado, Él ama al pecador.
Al inicio les dije que los hijos en esta parábola representaban a los creyentes, así que no nos podemos olvidar del hijo mayor. No nos podemos olvidar de su obediencia, pero tal como su hermano, este joven también permitió que las cosas de este mundo interrumpieran su relación con su padre, y al igual que su hermano, él también le causo dolor a su padre.
Digo esto porque cuando su hermano menor regreso, algo que debió producirle gozo, todo lo contrario ocurrió. Digo esto porque cuando continuamos examinando la parábola encontramos que: “…Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. 29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. 30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo…” (Lucas 15:28-30).
Preguntémonos ahora, ¿por qué esta reacción tan fea? ¿Por qué esta rebeldía de parte de ese hijo que nunca había abandonado la casa de su padre? La respuesta es fácil, la razón fue porque este hijo, al igual al que su hermano, no servía a su padre de todo corazón, sino más bien le servia por obligación. Él pensó que se merecía el estado de su padre porque nunca le había abandonado; él pensó que había ganado todo debido a su trabajo; él pensaba de una manera, pero su padre de otra.
Como podemos apreciar, en las palabras de este hijo también podemos encontrar una falta de respeto. Digo esto porque sus palabras insinúan que el padre no sabía lo que estaba haciendo; en otras palabras, cuestiono su autoridad. Este hombre demandaba justicia; su hermano menor se había ido lejos, había malgastado sus bienes, había insultado a su padre, mientras que él se mantuvo fiel.
Pero su padre no buscaba juzgarle, su padre demostró misericordia. Y esta misericordia es la que Dios nos brinda en todo momento. Fíjense bien como esto es algo que queda bien reflejado en Juan 12:47 cuando leemos: “…Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo…”
La actitud demostrada por el hijo mayor refleja la actitud de muchos en el pueblo de Dios. Muchos piensan que merecen o se han ganado el favor del Padre, porque vienen a la iglesia todos los servicios; muchos piensan que se han ganado el favor del Padre, porque alaban en voz alta; muchos piensan que se han ganado el favor del Padre, porque de vez en cuando entregan un dólar en la bandeja de los diezmos; muchos piensan que se han ganado el favor del Padre, porque sirven en un ministerio.
Es triste decirlo y pensarlo, pero la mayoría de estas personas que se creen merecedoras de todo, con frecuencia se enojan con Dios, y permiten el espíritu de rebeldía entre en su vida. Y al igual que este hombre, empiezan a cuestionar a Dios, cuestionan su sabiduría, cuestionan su poder y su gracia. ¿Por qué sucede esto? Esto es algo que sucede porque no logran completamente entender que: “…por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe…” (Efesios 2:8-9).
Para concluir.
El padre en esta parábola tuvo dos grandes sufrimientos en su vida; primero tuvo que sufrir la rebeldía de su hijo menor, y cuando pensaba que ahora todo le seria de gozo porque su hijo menor regresaba arrepentido y pidiendo perdón, entonces tuvo que pasar por el dolor de ver como su hijo mayor, el hijo quien él pensaba que le servía de corazón y le amaba, ahora también se había rebelado en contra suya.
Pensemos en el dolor que hemos sufrido nosotros como padres, cuando nuestros hijos han entrado en un estado de rebeldía, especialmente cuando esas acciones les han conducido a los caminos de sufrimiento, y ha producido severas consecuencias. Ahora con ese sentimiento en nuestro corazón, pensemos en el dolor que le damos nosotros a nuestro Padre celestial.
Las cosas de este mundo fueron las que condujeron a que ambos hermanos le faltaran a su padre, y las cosas de este mundo son lo que conducen a muchos a faltarle a Dios. No podemos permitir que las cosas de este mundo detengan nuestro amor a Dios. No podemos permitir que las cosas de este mundo influencien de la manera que pensamos, actuamos, y nos comportamos.
Aprendamos de esta parábola, que la desobediencia a nuestro Padre sólo nos conducirá a un camino de dolor, angustia, y necesidad. Aprendamos que la desobediencia a nuestro Padre celestial nos conducirá a herir a aquellos que nos aman, y nos rodean. Seamos obedientes en todo momento, confiando en Dios y recibiremos nuestra herencia (bendiciones) en el tiempo que nos corresponde.
[1] Torah (www.torah.org)
[2] Baker’s Evangelical Dictionary of Biblical Theology
[3] Éxodo 20:1-17
[4] Deuteronomio 6:5