El llamado

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Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Predica de Hoy: El llamado – Hijo de hombre, ponte sobre tus pies

Introducción

Si se acuerdan, la semana pasada estudiamos acerca del crecimiento espiritual, y descubrimos que aunque muchos piensan que han crecido espiritualmente, la realidad es que se han quedado estancados en su crecimiento.  En la predicación de la semana pasada, les explique que existen diferentes niveles de crecimiento espiritual, y que este crecimiento podía ser comparado al crecimiento de todo ser humano.

Es decir las etapas de nuestra vida, nacimiento, infancia, niñez, adolescencia, y finalmente adultez.  Pero que el problema que existe en cuanto al crecimiento espiritual, es que no todos llegan a madurar. Y la gran realidad es que si no maduramos, entonces nunca podremos descubrir y desarrollar, los dones que Dios nos ha entregado para laborar en Su obra. ¿Por qué sucede esto?

Esto es algo que sucede porque existen muchos que piensan que no tienen dones, pero esta manera de pensar es completamente erróneo.  Todos aquí tenemos dones muy importantes que tenemos que ejercer.

Dios nos ha entregado dones [1] que tenemos que utilizar para evangelizar a todos aquellos que nos rodean, que se encuentran atrapados debajo de gruesas capas de religiones, sectas, y mentiras del diablo.  Y como fieles cristianos, es hora de comenzar a ejercer los dones que Dios nos ha dado para la edificación, y fortalecimiento de Su iglesia.

Pero para que una congregación pueda comenzar a ejercer los dones que Dios nos ha entregado, primero tiene que suceder algo. ¿Qué tiene que suceder?

Para que una congregación pueda debidamente cumplir con la responsabilidad de propagar el evangelio de Jesucristo, nuevas personas dispuestas a trabajar hombro a hombro en la obra del Señor tienen que emerger; en otras palabras, los creyentes tienen que pararse firme en su fe, y asumir la responsabilidad que Dios nos ha entregado.  Así que hoy deseo que estudiemos acerca del llamado, y las condiciones que existen en el llamado. 

El llamado del profeta Ezequiel

Pasemos ahora a la Palabra de Dios.

Ezequiel 2:1-8 – Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo. 2 Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba. 3 Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. 4 Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. 5 Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos. 6 Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde. 7 Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes. 8 Mas tú, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que yo te doy.

Como todos podemos apreciar, en estos versículos encontramos el llamado del profeta Ezequiel, y en éste llamado encontramos lo principal que Dios desea que sepamos.  En este llamado encontramos las condiciones que existen en el llamado, y el resultado de cuando lo aceptamos.  Pero antes de proceder, deseo eliminar el mito de que predicar el evangelio de Jesucristo es solo y exclusivo de un pequeño grupo de personas.

El llamado y los dones

Lo que ha sucedido a través del tiempo en cuanto al llamado, es que al igual que los dones, una gran porción del pueblo de Dios ha determinado que no han recibido nada.   Un gran número de personas, sino la mayoría del pueblo de Dios, ha determinado que el llamado solo se aplica a los pastores, ministros, y líderes de la congregación, pero esto es algo muy lejos de la verdad.

Digo esto porque antes de ascender al cielo, el Señor nos dejo un mandato a cumplir.  Esto es algo que encontramos bien declarado en Mateo 28:18-20 cuando leemos: “…Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén…” (RVR1960)

Ahora bien, la razón por la que muchos piensan que proclamar el evangelio de Jesucristo, es solo y exclusivamente la responsabilidad de los pastores y ministros, es porque piensan que cuando Jesús hablo en este instante, Él solo se dirigía a los apóstoles que le rodeaban, y por lo tanto un simple creyente no tiene la responsabilidad de cumplir con este mandato.

El llamado no es para mi. 

Algunos piensan, o han llegado a la conclusión, que la responsabilidad de proclamar el evangelio descansa sobre los hombros de un pequeño número de personas, pero ésta manera de pensar está muy lejos de la verdad.  ¿Por qué digo eso?

Bueno, para que entiendan bien porque les digo esto, será necesario que examinemos el significado de la palabra “discípulo” encontrada en esos versículos.  Cuando tomamos el tiempo de estudiar la biblia, y examinar esta palabra más de cerca, encontramos que la palabra “discípulo” es una traducción de la palabra griega “μαθητεύω” (pronunciación: mathe-tuó), cuyo significado es: I. Ser discípulo de uno; A. seguir sus preceptos e instrucciones; II. Hacer un discípulo, A. enseñar, instruir [2].

Profundizando un poquito más en la definición de esta palabra, encontramos que el diccionario de la Real Academia Española define la palabra “discípulo” de esta forma: 1. Persona que aprende una doctrina, ciencia o arte bajo la dirección de un maestro.  2. Persona que sigue la opinión de una escuela, aun cuando viva en tiempos muy posteriores a los maestros que la establecieron.

Así que cuando seguimos las definiciones encontradas de esta pequeña palabra, se nos hace fácil entender que el mandato del Señor no está exclusivamente dirigido a un pequeño número de personas; es decir a los líderes de las congregaciones, sino que el mandato está dirigido a toda persona que proclame ser creyente. 

Esto quiere decir que todos nosotros que estamos aquí, sin excepción de uno,  hemos recibido el llamado del Señor a obrar para el reino de Dios.  Dile a la persona que tienes a tu lado, fuiste llamado.  Manteniendo esto en mente, continuemos ahora con nuestro estudio bíblico de hoy.

El llamado tiene condiciones 

La primera condición la encontramos en el primer versículo cuando leemos: “…Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo…”  ¿Cuál es la primera condición?  La primera condición es ponernos en pie al recibir el llamado de Dios.  Si queremos ver el poder de nuestro Padre celestial reflejado en nuestra vida, y deseamos escuchar Su voz, tenemos que pararnos firme en Su santa y divina Palabra.  Tenemos que pararnos firme sobre la roca de nuestra salvación [3], y no permitir que nada nos desvié de los caminos de Dios. Dile a la persona que tienes a tu lado: “…ponte sobre tus pies…”

El problema más grande que existe es que muchos han reconocido que han recibido un llamado, pero no han respondido efectivamente; en otras palabras no se han puesto en pie.  Muchos han permitido que las circunstancias, y que las excusas, detengan la bendición y el privilegio que es el ser llamado. 

Digo esto porque si analizamos bien las cosas, no es difícil discernir que servir a Dios es un gran privilegio, y una tremenda bendición. Pensemos en esto por un momento para determinar si lo que les digo tiene sentido.

Dios pudo haber mandado a un ángel o a legiones de ángeles a que predicaran Su Palabra, pero no lo hizo así.  Nosotros servimos a un Dios omnipotente, lo que quiere decir que Él puede causar que Su voz sea escuchada por todos en el mundo a la misma vez, pero tampoco lo ha hecho así.  El Señor nos ha escogido a nosotros para que prediquemos el evangelio de salvación.

Para que entiendan bien lo que les estoy diciendo, fijémonos bien en un detalle; en Mateo 5:14-16 encontramos que el Señor nos dice:

“…“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida. 15 Tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón, sino sobre el candelero; y así alumbra a todos los que están en la casa. 16 Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.…” (RVA-2015). En otras palabras, Dios nos escogió a nosotros, seres imperfectos, pecadores, para que seamos nosotros los que edifiquemos Su reino.

Ahora quiero que nos fijemos bien en otro detalle; en 2 Corintios 5:20 el apóstol Pablo nos dice: “…Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios los exhorta por medio nuestro, les rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconcíliense con Dios!…”  (RVA 2015). ¿Qué les quiero decir con este detalle?

Lo que les estoy diciendo es que si estamos predicando el evangelio de Jesucristo, si estamos llamando a aquellos que nos rodean a aceptar a Cristo como su Rey y Salvador, y a reconciliarse con Dios, entonces ¡somos embajadores de Dios!  Dile a la persona que tienes a tu lado: eres un embajador. Ahora pregunto, ¿no es esto un gran privilegio?

Nosotros representamos al creador de los cielos y la tierra; nosotros somos los representantes del Dios omnipotente, omnisciente y omnipresente. Pregunto nuevamente, ¿no es esto una gran bendición?  Yo no sé lo que algunos aquí piensen, pero ser un representante de Dios aquí en la tierra es el privilegio y la bendición más grande que podemos recibir.

Dios tiene a Su alcance innumerable seres y recursos que puede usar, pero Él nos ha escogido a nosotros.  Dile a la persona que tienes a tu lado, Dios te escogió.  Y cuando nos ponemos en pie, algo maravilloso sucede.  ¿Qué sucede?

Entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies

Continuando con nuestro estudio bíblico de hoy encontramos que la palabra de Dios nos dice: “…Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba…”  (vers. 2). Ezequiel se puso en pie y algo grandioso ocurrió.  ¿Qué ocurrió?  Dios le hablo en su Espíritu, y lo fortaleció.  La Palabra nos dice: “…entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies…”  Lo mismo sucede con nosotros cuando tomamos en serio el llamado de Dios, y nos ponemos en pie.

Cuando nos ponemos en pie, Dios nos llena del Espíritu Santo, y comenzamos a escuchar Su voz.  En el caso de Ezequiel, Dios le hablo y le dijo que Él lo enviaba a los hijos de Israel que se habían rebelado, y éstas palabras tienen el mismo significado en el día de hoy como en ese entonces.  Digo esto porque no es difícil llegar a la conclusión que el mundo se ha rebelado en contra de Dios.

Como les he dicho en muchas ocasiones, el mundo está siendo engañado por las mentiras del diablo, y esto es debido a que el ser humano está buscando la solución por manos del hombre. Pero nosotros que servimos a Dios conocemos la verdad [4].

Conocemos la verdad porque hemos escuchado la voz de Dios. Pero lamentablemente, lo que sucede con frecuencia es que no nos ponemos en pie.  Dile a la persona que tienes a tu lado: es hora de pararte firme.

La segunda condición del llamado es perseverar en todo momento. 

La misión de Ezequiel no fue nada fácil; fíjense bien como esto es algo que queda bien reflejado en lo que le dijo el Señor cuando leemos: “…Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. 4 Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor…” (vers. 3-4). Dile a la persona que tienes a tu lado: no fue fácil.

Y la misión que Dios nos ha encomendado tampoco es nada fácil.  Fíjense bien como nos dice el Señor en Lucas 10:2-3 cuando leemos: “…Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.  3 Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos…” (RVR1960). Qué cosas, “…corderos en medio de lobos…”  Dile a la persona que tienes a tu lado: no es fácil.

La realidad es que trabajar para la obra de Dios en ocasiones trae dificultad a nuestra vida; y es por eso que muchos dejan de trabajar para la obra.  En otras palabras dejan de perseverar en la voluntad de Dios.  Muchos permiten que la bendición y privilegio de obrar para Dios sea arrebatada de ellos.  Pero, ¿espera Dios eso de nosotros?  Absolutamente ¡NO!

Dios espera que perseveremos y nos mantengamos firmes sin importar las situaciones o circunstancias.  Fíjense bien como esto es algo que queda bien reflejado aquí cuando leemos: “…Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos. 6 Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde. 7 Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes.”  (verss. 5-7).

Y para que logren completamente entender el punto que deseo hacerles, permítanme leerles estos mismos versículos de la traducción Reina Valera actualización 2015, donde encontramos que se nos dice: “…Ya sea que ellos escuchen o que dejen de escuchar (porque son una casa rebelde), sabrán que ha habido un profeta entre ellos. 6 Pero tú, oh hijo de hombre, no temas; no temas de ellos ni de sus palabras. Aunque te halles entre zarzas y espinos, y habites entre escorpiones, no temas de sus palabras ni te atemorices ante ellos; porque son una casa rebelde. 7 Tú, pues, les hablarás mis palabras, ya sea que escuchen o dejen de escuchar, porque son una casa rebelde…”. ¿Cuál es el punto que deseo enfatizar?

Hermanos, lo que deseo enfatizar es que nos escuchen o no, nosotros tenemos que predicar la palabra de Dios.  Digo esto porque con esto aquí Dios estaba exaltando a Ezequiel a que continuara llevando Su palabra, y nos exalta a cada uno de nosotros a que perseveremos en llevar el mensaje de salvación al mundo.

Dios nos está diciendo: proclamen el evangelio de salvación a esos duros de corazón; lleven mi palabra a todos; prediquen y no se preocupen por nada; témanle a nada.  Dios nos dice que lo importante no es que nos presten atención o no, lo importante es que ellos sepan “…que hubo profeta entre ellos…» En otras palabras, lo importante es que sepan que el Reino de Dios todavía está a su alcance.

Esto en si es el mensaje principal, el mundo tiene que saber que el Reino de Dios todavía está a su alcance. El mundo tiene que saber que Dios está presente y dispuesto a perdonar nuestras ofensas, y derramar su gracia sobre nosotros [5].  Y cuando decidimos tomar el llamado de Dios en serio, y estamos atentos a Su voz, sin importarnos las circunstancias o situaciones, entonces algo maravilloso sucede.

El resultado de pararnos firme en nuestra fe es como encontramos aquí cuando leemos: “…Mas tú, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que yo te doy…”  (vers. 8). Cuando dejamos nuestra rebeldía, y tomamos el llamado que se nos ha hecho en serio, y estamos atentos a la voz de Dios, entonces Él nos nutrirá con Su palabra.  Cuando nos ponemos en pie y tomamos el llamado que Dios nos ha dado en serio, entonces seremos fortalecidos y podremos resistir y derrotar los ataques del enemigo.

Cuando somos nutridos por la palabra de Dios, entonces somos dirigidos por el Espíritu Santo, y cuando el Espíritu Santo guía nuestros pasos y pensamientos, entonces al surgir las dificultades y tentaciones será como encontramos en Deuteronomio 28:7 cuando leemos: “…Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti…”  Dile a la persona que tienes a tu lado: el enemigo tiene que huir.

Para concluir. 

Dios nos llamo, Dios nos escogió. Él nos nutre con Su palabra, nos bendice con Su Santo Espíritu, y nos exalta a que prediquemos el evangelio.  Y es por eso que les digo que tenemos que pararnos, y estar atentos a Su voz.

Tenemos que dejarle saber al mundo que el Reino de Dios todavía está a su alcance.  Tenemos que dejarle saber al mundo que Dios es un Dios de justicia, un Dios de amor. Tenemos que dejarle saber al mundo que Dios está dispuesto a perdonar nuestros pecados, no importa cuán grande o cuan chico.  Dios está dispuesto a limpiarnos y darnos una vida nueva, y aun más; Él nos ha dado la salvación a través de su hijo Jesucristo [6].

No confundamos el llamado con el liderazgo, existe una gran diferencia entre uno y el otro.  Recordemos siempre que no todos estamos llamados a ser líderes, pero todos si estamos llamados a obrar para el reino de Dios.

[1] Romanos 12:6-8; 1 Pedro 4:10-11
[2] Blue Letter Bible Lexicon – Strong’s G3100
[3] Mateo 7:24; Lucas 6:48; 1 Corintios 10:4
[4] Juan 8:32
[5] Santiago 4:7-10; 1 Juan 1:9
[6] Juan 3:16

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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