El Señor sentado sobre un trono alto .. Predicas Cristianas

Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto

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Predicas Cristianas Prédica de Hoy: Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto

Introducción

Uno de los principales problemas que afecta la vida de muchos creyentes hoy en día, es que no han tenido un verdadero encuentro con Dios. En otras palabras, hay muchos creyentes que no han experimentado un evento que cambia la vida. Digo esto porque aunque hay muchos que profesan ser cristianos, la gran mayoría de todos continúan conduciendo vidas pecaminosas.

En otras palabras, hay muchos que siguen persistiendo en las cosas que han aprendido que son abominación a Dios. Ahora, no me voy a parar aquí y darles una larga lista de lo que estas cosas pueden ser, o son, pero les diré que persistir en ellas impide que puedan experimentar un acontecimiento que cambia la vida, el cual es lo único que les permitirá poder ver la gloria y poder de Dios en su vida.

Es por eso, que hoy quiero que examinemos un acontecimiento histórico que nos permitirá aprender cómo podemos experimentar un verdadero encuentro con la misericordia, gracia, y el poder de Dios. En otras palabras, un acontecimiento histórico que nos revelara lo que debemos hacer para tener una experiencia que cambiara nuestra vida.

Pasemos ahora a la Palabra de Dios.

Isaías 6:1-8 – En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5Entonces dije: !!Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. 6Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. 8Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí

Como siempre digo, para tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros hoy, necesitaremos hacer un breve repaso de historia. En otras palabras, tendremos que conocer algunos detalles acerca de Isaías, y los eventos que sucedieron durante su vida.

Por si no lo sabían, la mayoría de los teólogos consideran el libro de Isaías como una Biblia en miniatura. “Los primeros treinta y nueve capítulos (como los treinta y nueve capítulos, del Antiguo Testamento) están llenos de juicio sobre los hombres inmorales e idólatras; Judá ha pecado, las naciones vecinas han pecado, toda la tierra ha pecado.

El juicio ha de venir, porque Dios no puede permitir que el pecado tan flagrante continúe por siempre. Pero el final, los últimos veintisiete capítulos (como los veintisiete libros del Nuevo Testamento) declararan un mensaje de esperanza. El Mesías viene como Salvador y Soberano para cargar la cruz y llevar una corona. El ministerio profético de Isaías, abarca el reinado de cuatro reyes de Judá, y cubre por lo menos cuarenta años[1]

«Isaías comenzó su ministerio cerca del final del reinado del rey Uzías, y continuó durante el reinado de tres reyes, el último de ellos fue Ezequías. Isaías vivió durante esta época de amenaza militar a Judá, y les advirtió a los reyes en contra de confiar en las alianzas con otros países, envés de confiar en el poder de Dios.

Después de la desaparición de Israel en 722 aC, Isaías le advirtió a Judá del juicio venidero, no por los asirios, pero por Babilonia; esto es a pesar de que Babilonia aun no había salido al poder. En otras palabras, Isaías le advirtió a Judá solemnemente acerca del juicio venidero debido a la depravación moral, la corrupción política, la injusticia social y la idolatría, especialmente la idolatría espiritual[1]

¿Por qué es necesario conocer estos detalles?

La razón principal por la que debemos estar consientes de estos breves detalles se debe a que «el capítulo uno es un mensaje comprimido de todo el libro. Judá estaba plagada de enfermedades morales y espirituales, el pueblo había desatendido Dios y se inclinaban ante el ritualismo y el egoísmo[1]«.

La verdad del asunto es que cuando comparamos la condición de Judá en esa época a nuestra época moderna, podemos claramente ver que el mundo de hoy se comporta más o menos de la misma manera.  Digo esto porque vivimos en un mundo que no desea aceptar la verdad de Dios, y ni tan siquiera oír hablar de Él. Así que mantenimiento estos breves detalles en mente, continuemos ahora con nuestro estudio de hoy.

Lo primero que encontramos aquí es que se nos dice: “…En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo…” Como podemos ver, aquí Isaías recuerda su encuentro con Dios todopoderoso; un encuentro que cambiaría su vida para siempre.

Dile a la persona sentada a su lado: un encuentro con Dios cambia tu vida por siempre. Y como podemos ver, Isaías comienza identificando la fecha de cuando él tuvo esta experiencia que cambio su vida. Esto sería más o menos como si alguien nos pregunta, ¿dónde estabas cuando los terroristas destruyeron las Torres Gemelas?

Estoy seguro de que la mayoría de nosotros, si no todos, recordaremos exactamente donde estábamos cuando esto sucedió, ya que este acto de terrorismo por siempre cambio y/o impacto nuestra vida de una manera u otra. Así que en este primer versículo, Isaías nos da la fecha en que recibió la visión profética de Dios Todopoderoso, sentado en su santo templo, exaltado por encima de todas las cosas, y que “…sus faldas llenaban el templo…” Pero, ¿qué significado tiene esta visión profética para nosotros?

Lo que esta visión profética nos enseña es que, así como en el Templo, cuando exaltamos a Dios por encima de todas las cosas, y le permitimos tomar la posición que sólo Él merece en nuestra vida, entonces sus faldas llenaran nuestro templo. En otras palabras, cuando permitimos que Dios sea el Señor en nuestra vida, entonces Su presencia nos llenara completamente; no habrá espacio para más nada, Su presencia expulsara cualquier y todas las impurezas del Templo.

¿Y qué es nuestro templo?

Nuestro templo es mucho más que un edificio o estructura, nuestro Templo es como lo encontramos en 1 Corintios 3:16-17 cuando leemos: “…¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? 17Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es…”  Dile a la persona que tienes a tu lado: somos el Templo de Dios.

Continuando leemos: “…Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo…”

Como podemos ver, Isaías no sólo vio al Señor sentado en su trono lleno de majestad y poder, él también vio a los serafines; Isaías vio a los ardientes[2].  Es decir, a los ángeles que están en la presencia de Dios, que a menudo son relacionados con el juicio de Dios. Digo esto porque “serafines”, es una palabra derivada de la palabra hebrea «Saraf», que significa «quemar»[3]. Y como todos sabemos, el fuego a menudo es asociado con la ira de Dios; sin embargo, también es relacionado con limpieza o purificación.

Un ejemplo del fuego como el juicio de Dios es fácilmente encontrado en las palabras de nuestro Señor en Lucas 17:29 cuando leemos: “…mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos…” Y un ejemplo del fuego como manera de purificación es también fácilmente encontrado en las palabras del apóstol en 1 Pedro 1:7 cuando leemos: “…para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo…”

¿Qué le pasó a Isaías aquí?

Lo que le sucedió a Isaías fue que al ser confrontado por la presencia y santidad de Dios, él repentinamente se dio cuenta de que él no era digno de estar ante Su presencia. Hermanos esto es algo que todos nosotros debemos hacer. Debemos reconocer que no importa cuán santo pensamos que somos, ninguno de nosotros somos dignos de estar ante la presencia de Dios.

Es más, cuando más pensamos que somos santos y completamente dignos de pararnos ante Su presencia, más equivocados estamos. Esto es algo que está claramente establecido en Romanos3:23 cuando leemos: “…por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios…” Y es exactamente por eso que el apóstol Pablo nos advierte como encontramos en 1 Corintios 10:12 cuando leemos: “…Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga…”

Ahora la pregunta que debemos hacernos es: ¿qué debemos hacer para lograr una experiencia que cambia la vida como Isaías? Hay tres cosas que debemos hacer para lograr una experiencia que cambia la vida.

Lo primero que debemos hacer es reconocer, como lo hizo Isaías, que hay algo que falta o carece en nuestra vida. El Profeta dijo: “…!!Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos….”

¿Qué carecía y/o faltaba en la vida del profeta?

Isaías inmediatamente reconoció que lo que carecía y/o faltaba por completo en su vida era la santidad. Así como Isaías, debemos reconocer que vivimos en un mundo impío, vivimos rodeados por el pecado y la maldad. Vivimos en un mundo virado al revés, donde Dios y el bien son visto como algo malo; mientras que el mal y la maldad son visto como algo bueno.

En realidad esto no es algo que nos debe sorprender, ya que las Escrituras nos advierten que esto sucedería. Esto es algo que encontramos claramente declarado en 2 Timoteo 4:3-4 cuando leemos: “…Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas…”

Pero para todos aquellos que ignoran la verdad de Dios, y se piensan más santos que el santísimo, el profeta Isaías también les advierte: “…!!Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! 21!!Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos! 22!!Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida; 23los que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho! 24Por tanto, como la lengua del fuego consume el rastrojo, y la llama devora la paja, así será su raíz como podredumbre, y su flor se desvanecerá como polvo; porque desecharon la ley de Jehová de los ejércitos, y abominaron la palabra del Santo de Israel…” (Isaías 5:20-24).

Así que lo primero que tenemos que hacer para experimentar un evento que cambiara nuestra vida, es reconocer que la santidad con frecuencia escasea o nos falta por completo. Y como todos nosotros sabemos: “…Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor…” (Hebreos 12:14).

Isaías fue purificado de todo pecado por el fuego de Dios.

Lo segundo que debemos hacer es pedir ser limpiados. Las Escrituras aquí nos dicen: “…Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado….”

Isaías fue purificado de todo pecado por el fuego de Dios. Isaías fue purificado con el carbón del fuego del altar de Dios. Pero nosotros recibimos nuestra limpieza inicial a través de la sangre de Jesucristo. Pero debido a que vivimos en un mundo lleno de tentaciones y de maldad, el fuego del Espíritu Santo es lo que nos continua refinando y purificando.

Esto es algo que queda claramente ilustrado en las palabras de Juan el Bautista cuando dijo lo que encontramos en Lucas 3:16-17 cuando leemos: “…Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. 17Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará…”

El fuego del Espíritu Santo quemara la “paja”, en otras palabras, las cosas indeseables de nuestra vida; los pecados que nos separan de la presencia de Dios. Nunca nos olvidemos que: “…nuestro Dios es fuego consumidor…” (Hebreos 12:29).

Lo tercero que tenemos que hacer es pararnos y aceptar el llamado de Dios. Las Escrituras aquí nos dicen: “…Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí…” Durante la vida de Isaías, las únicas personas que eran permitida entrar al Lugar Santísimo eran los sacerdotes; sin embargo, todo esto cambio. En Marcos 15:38 leemos: “…Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo…” ¿Qué significa esto, y como se aplica a nosotros?

Lo que esto significa es que el sacrificio perfecto de Jesús en la cruz, rasgo y por siempre elimino, lo que separaba a las personas del Lugar Santísimo. Jesús hizo posible que todos tengamos acceso al Lugar Santísimo. En otras palabras, todos tenemos acceso a la presencia de nuestro Dios y Señor.

De la manera que esto se aplica a nosotros es que ahora debemos hacer lo que hizo Isaías, y decirle a Dios: aquí estoy listo para servir, envíame al mundo a predicar Tu verdad.

Todos hemos escuchado el llamado de Dios, todos estamos conscientes de que nuestro Señor nos encargó predicar el evangelio a todas las naciones; sin embargo, con gran frecuencia no somos capaces de decir: “…Heme aquí, envíame a mí…”

Mientras tanto la maldad continúa abundando, mientras que la gran mayoría del pueblo de Dios está cómodamente sentado en los bancos y sillas de la iglesia. Pero recuerde que esto no es a lo que fuimos llamados. Esto no es lo que Dios quiere o espera de nosotros. Es hora de dejar de poner excusas; es hora de que el mundo conozca el plan de salvación de Dios.

Cuando Isaías se presentó ante la presencia de Dios, y experimento Su majestad y gloria, él inmediatamente se dio cuenta de que la santidad escaseaba en su vida, y cuando sus labios fueron tocados por el carbón encendido del altar de Dios, su vida cambió para siempre. Fíjense que tan grande cambio, que como dije al principio, el libro de Isaías es considerado por la mayoría de los teólogos como una Biblia en miniatura. Dile al que tienes a tu lado: Isaías experimentó un acontecimiento que cambió su vida.

Lo mismo debería ser cierto para todos nosotros. Una vez que aceptamos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, su gloria y majestad llena el templo; Su sangre limpia nuestros pecados, y el fuego del Espíritu Santo, consume todo lo malo en nuestra vida. Por lo tanto, no hay ninguna razón por la que no podamos experimentar un evento que cambia la vida, como el que le sucedió a Isaías

Pero recordemos que para tener este tipo de experiencia, primero tenemos que reconocer que la santidad escasea en nuestra vida; segundo, tenemos que pedir perdón al Señor y pedir ser limpiados por el fuego consumidor del Espíritu Santo; tercero, debemos escuchar y obedecer Su palabra, para que todos también veamos al Señor sentado en su trono en todos los aspectos de nuestra vida.

[1] The Wilkinson & Boa Bible Handbook
[2] Easton’s Bible Dictionary
[3] Blue Letter Bible Lexicon

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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