¿Por qué estáis así amedrentados?
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Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Predica de Hoy: ¿Por qué estáis así amedrentados?
Predicas Cristianas Lectura Bíblica de Hoy: Marcos 4:35-41
Introducción
Una gran realidad de nuestro caminar es que a todos nosotros nos tocara pasar por tribulaciones o momentos difíciles. Y en la vida del creyente fiel, en la mayoría de los casos esto es algo que sucede simplemente por el hecho de que hemos escogido seguir a Dios, y no al mundo. Así que el hecho de que tengamos que atravesar por tribulaciones o momentos difíciles, no quiere decir que Dios se ha olvidado de nosotros, o que no está atento a lo que nos sucede.
Dios está atento a todo, y escucha la oración de todo creyente fiel. Dios no abandona a Su pueblo. Sin embargo esté conocimiento o convicción no nos detiene de cuestionar a Dios durante nuestras tribulaciones. ¿Por qué cuestionamos a Dios?
En la mayoría de los casos lo hacemos, porque las tribulaciones o situaciones por las que en ocasiones atravesamos nos amedrentan (intimidan, atemorizan, abaten). Y esto en casi toda ocasión nos conduce a pensar que Dios se ha olvidado de nosotros, o que es indiferente a lo que nos sucede. Pero ahora la pregunta que debemos hacernos es, ¿por qué llegamos a pensar que Dios se ha olvidado de nosotros? Este es el tema que estaremos estudiando en el día de hoy.
¿Se ha olvidado Dios de nosotros?
Marcos 4:35-41 – Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. 36 Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. 37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. 38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? 39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. 40 Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? 41 Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?
¿Por qué estáis así amedrentados?
Como acostumbro a decir, para tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros hoy, nos será necesario hacer un breve repaso de historia. En éste punto de la historia Jesús había iniciado su ministerio, y había hecho varios milagros. Él había liberado a un hombre que estaba poseído por un espíritu inmundo [1].
Él había sanado a la suegra de Pedro [2]. En una ocasión sano a muchos enfermos [3]. Él había sanado a una persona de la enfermedad mas temida de ese entonces [4]. El había sanado a un paralítico [5]. Y también había sanado al hombre con la mano seca [6].
¿Por qué debemos saber estas cosas? Es necesario saber estos pequeños detalles, porque estos detalles nos demuestran que Jesús, en más de una ocasión había demostrado el poder de Dios. Jesús, en más de una ocasión, les había demostrado Su identidad, y Su autoridad; sin embargo, en éste momento en la historia, tal parece que ellos nos se acordaron de nada de lo que habían presenciado.
Pero la pregunta que continua es, ¿por qué sucedió esto? ¿Por qué fue que ellos habiendo presenciado los milagros que Jesús había hecho sintieron ese temor y dudaron de Dios? Continuemos con nuestro estudio para descubrir la razón.
En los versículos que estamos estudiando en el día de hoy leemos: “…Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. 36 Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas…”
Quiero que prestemos atención a estos versículos porque en ellos encontramos muy bien reflejado lo que les dije al inicio; en ellos encontramos que debido a que ellos habían elegido seguir a Jesús, ahora ellos estaban en medio de un serio problema.
Hermanos y esto es algo que es una gran realidad; cuando decidimos seguir a Jesús genuinamente, a nuestro alrededor se levantaran grandes tormentas. Y esto es algo que se nos advierte, y se nos dice lo que realmente debemos hacer cuando suceda en 1 Pedro 4:12-13 cuando leemos: “…Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese. 13 sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría...”
Ahora, para que entiendan bien el mensaje de hoy, detengámonos aquí por un breve momento y examinemos el significado de la “tempestad.” Una tempestad en el mar es algo impresionante y amedrentador; el cielo se pone negro, no se ven ni el sol ni las estrellas. El viento comienza a soplar, la lluvia comienza a caer, el sonido de los truenos es ensordecedor, y la luz de los relámpagos deslúmbrate.
A todo esto ahora añadamos las olas del mar que crecen a grandes alturas; olas capaces de tomar el buque más grande que pueda existir, y lanzarlo de un lado a otro como si fuera un simple barquito de papel. Esta era la situación en la que ellos se encontraban en ese entonces, fíjense bien como nos dice la Palabra aquí cuando leemos: “…Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba…” Dile a la persona que tienes a tu lado, estaban a punto de hundirse.
Escúchenme bien pueblo de Dios, al demonio no le importa cuando estamos frió. Al demonio no le importa que nos sintamos indiferentes, no le importa que seamos complacientes. Al demonio no le importa que despreciemos o menospreciemos las bendiciones de Dios. Pero cuando decidimos seguir a Jesús genuinamente, el demonio causará que se desaten tempestades a nuestro alrededor.
¿A qué tempestades me refiero? Me refiero a todas esas situaciones y circunstancias que surgen en nuestra vida una vez que decidimos seguir al Señor, y cruzamos de vivir en el mundo a vivir en el Reino de Dios.
Me refiero a esas situaciones y momentos difíciles en nuestro hogar, con nuestra esposa o esposo, con nuestros hijos, con nuestros familiares, en nuestros trabajos, con nuestras amistades, y demás. Todo cambia en un abrir y cerrar de ojos. Pasamos de estar navegando tranquilos por esta vida, a navegar en medio de una gran tempestad. ¿Por qué una tempestad? Existen tres razones.
Número uno; una tempestad nos puede desanimar o desalentar.
Esto mismo fue lo que sucedió con los discípulos en ese entonces; cuando las olas de adversidad comenzaron a levantarse, y el viento de oposición comenzó a soplar, a pesar de todo lo que ellos habían presenciado, ellos se desanimaron y pensaron que Jesús dormía y que no le importaba lo que estaba sucediendo.
Lo mismo sucede con muchos de nosotros cuando nos toca atravesar por esos momentos difíciles; el diablo nos susurra en el oído que a Dios no le importa por lo que estamos atravesando y que nos ha abandonado. Pero en momentos como esos recordemos que el diablo es el padre de la mentira [7]. Dile a la persona que tienes a tu lado, el diablo es un mentiroso.
Número dos; una tempestad nos puede debilitar.
Esto fue lo segundo que les sucedió a ellos en ese instante, a pesar de todo lo que ellos habían presenciado; su fe fue debilitada de tal forma que no pudieron confiar en el hecho de que Dios todopoderoso estaba presente, y que no permitiría que nada les sucediera.
Fíjense bien lo que ellos hicieron, la palabra nos dice: “…Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?..” Su fe debilitada causo que ellos cuestionaran las intenciones del Señor.
Pero en momentos como esos recordemos siempre lo que nos dice la palabra en Romanos 8:26 cuando leemos: “…Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles...” Y también en Salmos 28:8 que nos dice: “…Jehová es la fortaleza de su pueblo, Y el refugio salvador de su ungido...” Dile a la persona que tienes a tu lado, Dios nos fortalece.
Número tres; una tempestad nos puede derrotar.
Una tempestad en el mar es capaz de hundir el barco más grande y mejor hecho en el mundo, igualmente una tempestad en nuestra vida es capaz de derrotar el propósito de Dios para con nosotros. Yo sé que no es fácil mantenerse firme durante momentos difíciles, yo no soy exento de ellos.
No es fácil perseverar en la fe cuando esa perseverancia aparenta empeorar nuestra situación, y es por eso que no es fuera de lo común ver como algunos permiten ser derrotados. Existen muchos que son derrotados y que se alejan de los caminos del Señor por completo, y otros que se marchan del lugar donde Dios les ha puesto, de esa forma cambiando las bendiciones de Dios por la conveniencia.
Pero recordemos que cuando nos mantenemos fiel a Dios y perseveramos en nuestro caminar, no existe nada que nos pueda derrotar. Esto es algo que queda bien claro en 1 Juan 5:4 cuando leemos: “…Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe...” Dile a la persona que tienes a tu lado, el diablo no te puede derrotar.
Él estaba en la popa, durmiendo: ¿Por qué estáis así amedrentados?
Continuando leemos: “…Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? 39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. 40 Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? 41 Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?..”
Usemos nuestra imaginación por un breve momento. El viento estaba soplando reciamente, los truenos eran ensordecedores, las olas cubrían la barca y la tiraban de un lado a otro, y el Señor dormía. El Señor estaba comodito durmiendo como si nada estuviese ocurriendo. ¿Por qué dormía Jesús?
Jesús dormía porque Jesús tenía paz.
Jesús tenía paz en el conocimiento de que Él estaba cumpliendo la voluntad del Padre. Esto es algo que queda bien declarado en Juan 6:38 cuando Él le dijo: “…Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió…” Jesús podía dormir cómodamente a pesar de ésta gran tempestad, porque Él confiaba absolutamente en que el Padre le mantendría seguro a pesar de toda situación.
Éste tipo de confianza absoluta no es algo fácil de lograr, pero si es algo que tenemos que luchar por obtener. Pero este tipo de confianza solo puede ser obtenido cuando dejamos de escuchar los susurros del diablo, y estamos atentos a la voz de Dios.
Tenemos que dejar de escuchar el ruido ensordecedor de los truenos que tratan de ahogar la voz de Dios; tenemos que dejar de fijarnos en los fogonazos deslumbrantes de los relámpagos que tratan de cegarnos a la realidad de que no existe poder ni potestad mayor que nuestro Salvador.
Notemos bien a quien nosotros servimos según encontramos en Filipenses 2:9-11 cuando leemos: “…Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre…” Dile a la persona que tienes a tu lado, yo sirvo a Dios todopoderoso.
Para concluir.
Todos tendremos que a atravesar por momentos difíciles; tarde o temprano todos aquí nos encontraremos en medio de una gran tempestad, donde todo aparenta estar perdido. Pero recordemos en esos momentos que a pesar de toda situación, y por muy duro que soplen los vientos de adversidad, Jesús siempre está presente.
Jesús nunca nos abandona, y cuando depositamos toda nuestra fe en Él, Él derramara sobre nosotros la paz en medio de la tormenta. Esto es algo que queda muy bien reflejado en Filipenses 4:6-7 cuando leemos: «…Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús…«
El Señor calmó la tormenta que aparentaba estar a punto de costarles la vida, y el Señor puede y desea calmar esa tormenta en la que te puedas encontrar hoy. Recordemos que en esos momentos cuando pensamos que no existe nadie quien nos pueda ayudar, Él hace exactamente lo que necesitamos.
Las tempestades son calmadas, y las preocupaciones se desvanecen. En solo un momento el recio viento de la tempestad pasa a ser una brisa que nos conforta, y las poderosas olas que azotaban nuestra barca ahora son un bello rocío que nos refresca.
Los discípulos en ese entonces no lograron ver que existía paz en medio de esa tempestad, y esto les sucedió porque ellos permitieron que la situación que les rodeaba les cegara a la realidad de que Dios estaba con ellos. Es por eso que vemos que ellos dijeron: “..¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?..”
Ellos permitieron que la duda contaminara sus pensamientos y los cegara a la realidad. No permitas que lo mismo te suceda a ti, sino más bien siempre recuerda las palabras del apóstol como encontramos en 2 Timoteo 1:12 cuando leemos: «…Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito…«
- ¿Tendremos que atravesar por momentos difíciles? Si.
- ¿Nos encontraremos en medio de fuertes tempestades? Si.
- ¿Nos ha abandonado Dios como nos susurra el enemigo al oído? Absolutamente ¡NO!
Nunca nos olvidemos que a través de todo Dios está con nosotros; Dios está con nosotros dispuesto a ayudarnos, a fortalecernos, y a calmar la tempestad. Esto es algo que el Señor nos ha prometido, y lo encontramos en Isaías 41:10 cuando leemos: “…No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia…”
Así que no te amedrentes al atravesar por situaciones que aparentan insuperables o difíciles, sino siempre recuerda que Dios está con nosotros a través de todo y en todo. ¿Qué significa esto?
Esto significa que podemos confiadamente siempre decir lo que encontramos en Romanos 8:37 cuando leemos: “…Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó...” Recordemos que Cristo venció, vence, y por siempre vencerá toda obra del enemigo.
[1] Marcos 1:23-26
[2] Marcos 1:30-31
[3] Marcos 1:34
[4] Marcos 1:40-42
[5] Marcos 2:10-12
[6] Marcos 3:5
[7] Juan 8:44
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El Nuevo Pacto .. Predicas Cristianas
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