Y se hundió Jeremías en el cieno
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Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Predica de Hoy: Y se hundió Jeremías en el cieno
Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Jeremías 38:1-10
Introducción
Una cosa que he repetido en varias ocasiones es que seguir a Dios y guardar Su palabra no es fácil. Digo que no es fácil porque como les dije la semana pasada, hoy en día las personas no quieren escuchar la verdad de Dios.
Como les mencioné la semana pasada, hoy en día las mentiras y falsas doctrinas tienen a un gran número de cristianos engañados, y el resto, es decir los que viven en el mundo, desean eliminar a Dios de la mente de las personas y de la historia.
El mundo quiere hacernos creer que la existencia de Dios es un mito, o superstición anticuada, y que no tiene lugar en la sociedad moderna. Y es debido a esto que de mil personas que le hablemos acerca de la verdad de Dios, quizás uno escuche.
Pero no obstante lo desalentador que esto pueda sonar, nosotros no podemos abandonar nuestra misión, sino tenemos que aumentar nuestro esfuerzo. Pero la realidad es que cuando aumentamos nuestro esfuerzo, cuando realmente nos mantenemos fiel a la palabra de Dios, y seguimos el camino que Él ha trazado para nosotros, en casi toda ocasión esto producirá consecuencias negativas de parte del mundo, y estas consecuencias afectarán no solamente nuestra vida, sino también la vida de aquellos que nos rodean.
Pero no obstante lo que pueda suceder, nosotros tenemos que mantenernos fiel a Dios y seguir Su camino. Así que en el día de hoy deseo que estudiemos un acontecimiento histórico que nos ayudara a entender la necesidad de mantenernos fiel a la palabra de Dios, y las consecuencias que nuestra fidelidad puede producir en nuestra vida.
Un día en la vida del profeta Jeremías, según encontramos Jeremías 38:1-10.
Debido a que el tiempo que compartimos es limitado, no les leeré todos los versículos, sino les leeré los versículos claves que sirven para ilustrar los puntos que deseo hacer. Pero si les pido que lean todos los versículos durante su tiempo de meditación en la palabra de Dios. Pasemos ahora a nuestro estudio de hoy.
Antes de entrar en el tema, y para tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros en el día de hoy, nos será necesario hacer un breve repaso de historia. Así que conozcamos mejor a este hombre llamado Jeremías.
Jeremías nació durante tiempos bien difíciles; eran tiempos cuando la apostasía, la idolatría, y los rituales paganos florecían en el pueblo de Dios, y Dios estaba un poco cansado de todo [1]. Esto es algo que queda claramente ilustrado en Jeremías 17:1-4 cuando leemos: “El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares, 2 mientras sus hijos se acuerdan de sus altares y de sus imágenes de Asera, que están junto a los árboles frondosos y en los collados altos, 3 sobre las montañas y sobre el campo. Todos tus tesoros entregaré al pillaje por el pecado de tus lugares altos en todo tu territorio. 4 Y perderás la heredad que yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, que para siempre arderá…”
Jeremías le ministro a este pueblo por un periodo de más de cuarenta años
Le tocó vivir durante lo que serían los últimos días del reino de Judá. En este punto de la historia, Judá tenía un bloqueo militar a su alrededor, y tenían al ejército de Babilonia a las puertas. El ejército de Babilonia había bloqueado la ciudad, y este bloqueo había durado por un periodo de más o menos dos años.
Usemos nuestra imaginación, e imaginémonos lo que está aconteciendo durante el relato que encontramos en Jeremías 38:1-10. La ciudad estaba aislada del mundo, las rutas comerciales estaban bloqueadas, la comida estaba disminuyendo, el pueblo se encontraba irritado y atormentado, el pueblo no tenía ánimo de nada, y como si todo esto no fuese poco, aquí tenemos a Jeremías predicando lo que podía fácilmente ser interpretado como un mensaje de traición. Pero, ¿predicaba Jeremías la traición?
Si miramos esto a través de nuestros ojos, es decir, los ojos del hombre, entonces contestáremos que sí; pero la respuesta en actualidad es un fuerte y redondo ¡NO! Digo que la respuesta es no porque Jeremías no estaba hablando sus palabras, Jeremías hablaba lo que Dios le mandaba [2].; Jeremías solo declaraba la verdad de Dios. Manteniendo estos breves detalles en mente, continuemos ahora con nuestro estudio de hoy.
Los mensajes que Jeremías les estaba trayendo no eran populares y alentadores.
No eran mensajes de “todo está bien, piensa positivamente” que todos desean escuchar. Los mensajes de Jeremías revelaban el pecado de una generación rebelde, y les llamaba al arrepentimiento. Y una gran verdad acerca de la palabra de Dios es que los mensajes no siempre son populares y/o aceptados.
Definitivamente esto fue lo que sucedió en este caso, ya que el mensaje que él estaba llevando fue visto como un mensaje de traición, y es por eso que vemos que le querían matar. Pero lo importante a notar aquí, es que el punto de vista del hombre no detuvo a este varón de Dios.
Jeremías no permitió que nada le detuviera o amedrentara.
¿Por qué fue que nada pudo detenerlo o amedrentarlo? La razón es fácil, Jeremías sabía que Dios estaba con él. Desdichadamente no todo creyente tiene este tipo de convicción [3], y es por eso que vemos como muchos se aguantan de hablar la verdad de Dios. Y les voy a decir algo, esto no es algo que solamente se aplica a los creyentes, sino que se aplica a muchos ministros, pastores, y líderes en el cuerpo de Cristo.
Digo esto porque existen muchos que no predican la verdad de Dios porque en ocasiones, la verdad de Dios duele. En ocasiones, la verdad de Dios es difícil de aceptar, y como todos nosotros, y todo cristiano fiel sabe, declarar la verdad de Dios causara que perdamos amistades, y familiares, y hasta puede causar que se vacié una congregación. Pero no obstante las circunstancias o consecuencias que la verdad de Dios pueda producir, la verdad de Dios tiene que ser predicada, y tiene que prevalecer siempre.
Una de mis películas favoritas es “Algunos hombres buenos” (A few good men), y mi escena favorita es cuando el abogado defensor está interrogando al coronel durante el juicio y le dijo “yo quiero saber la verdad,” y el coronel le respondió “usted no puede aguantar la verdad.”
Y hoy en día las personas están de la misma manera; las personas no quieren aceptar la verdad de Dios, sino que como les dije la semana pasada, aceptan un evangelio diferente, y prefieren creer en los mitos, falsas promesas, y doctrinas de hombre.
Pero manteniendo nuestra atención en los acontecimientos mundiales, nada de esto nos debe sorprender, ya que todo esto se nos fue advertido con anticipación [4]. Pero no obstante lo que las personas deseen escuchar, como siervos fieles de Dios, nada nos debe detener de predicar Su verdad.
Recordemos siempre que Dios no nos hizo con espíritu de temor, Dios nos hizo con espíritu de valentía [5]. Esto significa que no podemos hablar y predicar para agradar al hombre; tenemos que hablar y predicar para agradar a Dios [6]. Dile a la persona que tienes a tu lado: “hay que declarar la verdad de Dios.”
¿Qué es la verdad de Dios?
La verdad de Dios es que Él es santo, y no habita en medio del pecado [7]. Dile a la persona que tienes a tu lado: ¡Dios no habita en el pecado! Cuando pensamos que Dios habita en la vida de una persona pecaminosa, que Dios habita en la vida de una persona que persevera en el pecado y no en la palabra de Dios, entonces el que realmente reina en esa vida es el diablo y no Dios. ¿Por qué digo esto?
Lo digo porque la verdad es que Dios nunca cambiara Su Palabra para agradar al hombre; el hombre es el que tiene que cambiar su vida para agradar a Dios. Y Dios nos advierte y amonesta diariamente a través de Su palabra con el propósito de que reconozcamos nuestras faltas y pecados, lleguemos al arrepentimiento, y seamos salvos [8].
A pesar de que este pueblo de la antigüedad le había dado las espaldas a Dios, Dios en su infinita misericordia les dio la oportunidad para arrepentirse y salvar sus vidas. Jeremías les advirtió las consecuencias de sus acciones por un periodo de cuarenta años, y ahora faltaba poco tiempo antes de que ellos fueran llevados cautivos por Babilonia, quedaba poco tiempo pero Dios en su infinita misericordia les estaba ofreciendo otra oportunidad.
Fíjense bien en las palabras de Jeremías:
“…Así ha dicho Jehová: El que se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; mas el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y vivirá…”
Pero estas palabras de misericordia fueron vistas por el pueblo de ese entonces como una traición. Es verdad que lo que el profeta les dijo fueron palabras desalentadoras y fuertes, pero eran la verdad de Dios.
Dios había decidido que Judá seria castigada por sus malas acciones, Dios había decidido que el imperio de Babilonia la tomaría, y Jeremías solo declaraba la verdad, pero como les dije, la verdad es difícil de aceptar, especialmente cuando no concuerda con la manera en que pensamos.
¿Creen ustedes que a Jeremías le iba bien?
¿Creen ustedes que por hablar la verdad Jeremías fue aceptado y reconocido?
Fíjense en lo bien que le iba y el reconocimiento que recibió: “…Y dijeron los príncipes al rey: Muera ahora este hombre; porque de esta manera hace desmayar las manos de los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y las manos de todo el pueblo, hablándoles tales palabras; porque este hombre no busca la paz de este pueblo, sino el mal…”
Pero nada de lo que ellos pudieran decir o le hicieran causo que Jeremías retractase lo que había dicho. ¿Por qué no retracto lo que había dicho para evitar un sufrimiento o que perdiese su vida? No lo hizo porque Jeremías predicaba la verdad de Dios.
Jeremías perseveraba en su fe, y nada lo detendría de agradar a Dios Todopoderoso.
Jeremías fue echado en la cisterna, fue lanzado por el hombre a un lugar desagradable donde perdería su vida, pero ¿abandono Dios a Jeremías?
Para contestar ésta pregunta continuamos con nuestro estudio y leemos: “…Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malaquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno.…” A primera vista muchos dirían que Dios aparentemente había abandonado a Su siervo, pero les aseguro que éste no fue el caso. Dios no le abandono, pero si probo la fe de este varón. ¿Pasamos nosotros por lo mismo?
Cuándo un creyente recibe la salvación, ¿le da Dios una vida sin problemas y perfecta? Algunas veces pensamos que Dios debería hacer esto ¿verdad? Pensamos que Dios no debería permitir que las pruebas, o como muchos lo ven, cosas malas nos sucedan. Pero, ¿por qué permite Dios que sucedan? ¿Por qué llegan las pruebas a nuestra vida?
Tenemos pruebas porque nuestra fe tiene que ser refinada; fíjense bien como esto es algo que queda bien ilustrado en 1 Pedro 1:7 cuando leemos: “…para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo…” Pero la pregunta que se mantiene es, ¿por qué Dios prueba nuestra fe? Hermanos, Dios prueba la fe de los creyentes para que desarrollemos una fe genuina.
Como podemos ver, Pedro aquí hace una comparación bien interesante, él compara al creyente con el oro. ¿Sabe alguien aquí el proceso por cual el oro tiene que pasar antes de que llegue a su pureza final? Porque después de todo, el oro sin procesar no es muy bonito, es solo como una piedra de metal llena de impurezas.
El oro tiene que ser puesto al fuego para limpiar todas las impurezas y pueda llegar a ser puro y limpio. Igual nuestra fe, cuando nos mantenemos fiel, el fuego de la prueba refina nuestra fe y la hace brillar, y el brillar de la fe de un verdadero cristiano es lo que atrae a otros a los caminos de Dios. El brillar del fuego del Espíritu Santo es el que nos saca de las tinieblas.
Para concluir.
Dios no abandono a Jeremías: “…Y oyendo Ebed-melec, hombre etíope, eunuco de la casa real, que habían puesto a Jeremías en la cisterna, y estando sentado el rey a la puerta de Benjamín, 8 Ebed-melec salió de la casa del rey y habló al rey, diciendo: 9 Mi señor el rey, mal hicieron estos varones en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, al cual hicieron echar en la cisterna; porque allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad. 10 Entonces mandó el rey al mismo etíope Ebed-melec, diciendo: Toma en tu poder treinta hombres de aquí, y haz sacar al profeta Jeremías de la cisterna, antes que muera…” Dios no abandono a Jeremías y Dios no te abandonara jamás [9]. Dios le aseguro a Jeremías su seguridad, y Dios te asegura a ti tu seguridad.
Dios le aseguro a Jeremías que no serían sus palabras, sino que él predicaría palabras de Dios. Y Dios llama a todo cristiano fiel a hacer lo mismo; Dios te dice a ti declara la verdad, yo pongo las palabras en tu boca [10].
Así que confiemos en Dios y Su palabra, y prediquemos la verdad de Dios en todo momento, declaremos la verdad de Dios en todo instante en nuestra vida, no obstante las consecuencias que esto pueda producir.
[1] Wilkinson & Boa Bible Handbook
[2] Jeremías 1:4-8
[3] Mateo 28:20
[4] 2 Timoteo 4:3-4
[5] 2 Timoteo 1:7
[6] Gálatas 1:10
[7] 1 Pedro 1:15-16
[8] 1 Timoteo 2:3-4
[9] Juan 14:16
[10] Marcos 13:11
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