El cristiano y la tentación

El cristiano y la tentación

Predicas Cristianas Prédica de Hoy: El cristiano y la tentación

© José R. Hernández, Pastor
El Nuevo Pacto, Hialeah, FL. (1999-2019)

Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: Santiago 1:13-16

Introducción

La semana pasada hablamos acerca de las condiciones en la que se encuentra el mundo de hoy, y tocamos brevemente el tema de las falsas doctrinas que son propagadas. Y como pudimos observar, cuando permitimos ser influenciados por esos conceptos y/o doctrinas, entonces nos alejamos de Dios.

En otras palabras, somos sutilmente conducidos fuera de la voluntad de Dios. Pero ahora debemos preguntarnos,  ¿por qué es que tantos cristianos caen enredados en esta trampa del enemigo? Yo diría que la razón principal por ello, es porque por naturaleza, todos nosotros tendemos a ser personas impacientes. Como he repetido en numerosas ocasiones, la mayoría de nosotros no queremos las cosas hoy, sino las queremos ayer.

Y como he predicado en otras ocasiones, la impaciencia siempre nos conducirá a que contemplemos, o que le demos cabida a las influencias de los poderes de las tinieblas, y que cedamos a las tentaciones. Y es exactamente por esa razón, que no es fuera de lo común escuchar como muchos suelen decir “el diablo me hizo hacerlo”, cuando sale a la luz alguna mala acción.

Pero, ahora debemos reflexionar en esto y hacernos dos preguntas. ¿Tiene el diablo este poder y autoridad?  ¿Puede el diablo obligarnos a hacer el mal?  Estas son las preguntas que estaremos analizando en el día de hoy; hoy encontraremos no solo las respuestas a estas preguntas sino también la formula de cómo podemos ser victoriosos sobre la tentación.  Pasemos ahora a la palabra de Dios.

La tentación abunda en esta vida

Lo primero que vemos aquí es una confirmación de algo que muchos de nosotros ya sabemos, y esto es que la tentación es algo que abunda en esta vida, y es algo que le llega a toda persona sin excepción.  Esto es algo que queda bien reflejado aquí cuando leemos: “…Cuando alguno es tentado…”.  Fíjense bien que aquí no dice si alguno es tentado, aquí dice cuando alguno es tentado.  Esto nos deja saber con claridad que no existe excepción, todos seremos tentados a hacer el mal, o a separarnos de la presencia de Dios.

Lo que sucede con frecuencia es que cuando se habla acerca de hacer el mal, la mayoría de las personas inmediatamente solo piensan en los diez mandamientos.  La mayoría de las personas piensan en matar, robar, adulterio, y demás.

La mayoría de las personas no piensan en cosas como la avaricia, la inmoralidad, las drogas, el alcohol, la envidia, el engaño, los celos, herejías, y las impurezas. En otras palabras, acciones y/o sentimientos que nos separan de la presencia y voluntad de Dios [1]. Y la realidad es que nada de esto que les acabo de mencionar nos acercara a Dios, sino que son cosas que solo sirven para apartarnos de Su presencia.  Y es exactamente por eso que en Colosenses 3:5-6 encontramos que se nos dice: «…Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; 6 cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia…».

La tentación es algo muy personal

La realidad es que es imposible cubrir todas las tentaciones que existen, y esto es debido a que la tentación es algo muy personal.  Digo que es algo muy personal porque lo que alguien aquí puede considerar como una gran tentación, o algo que no se puede resistir, para otros será algo fácilmente vencido.  Esto es algo que sucede porque no todos vemos las cosas de la misma manera, y no todos tenemos los mismos impulsos o necesidades.

Si queremos obtener la victoria sobre la tentación, lo primero que tenemos que saber es el origen de ella.

El problema que existe, es que muchas personas no saben discernir entre la prueba y la tentación. Pero la realidad del caso es que existe una gran diferencia entre ambas cosas.  Como he predicado en otras ocasiones, Dios prueba nuestra fe y nuestro corazón [2]. Pero la prueba no puede ser confundida con la tentación. ¿Cómo podemos diferenciar entre la prueba, y la tentación?  Esto es algo que podemos lograr fácilmente ya que:

La prueba cumple el propósito de Dios, fíjense bien como esto queda bien reflejado en 1 Pedro 1:7 cuando leemos: «…para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo…»  En otras palabras, la prueba refina nuestra fe.  La prueba cumple el propósito de revelarnos el área donde podamos estar débiles, y a través de ellas aprendemos de nuestros errores.

La tentación busca apartarnos de la presencia de Dios. 

La tentación solo tiene un origen, y esto es algo que queda bien declarado aquí en los versículos que estamos estudiando hoy.  Fíjense bien como lo dijo Santiago cuando leemos: “…porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie….”.   La tentación tiene su origen en los poderes de las tinieblas, y su único propósito es hacernos pecar; y cuando cedemos a ella, entonces somos apartados de la presencia de Dios.

Fíjense bien como esto queda bien declarado en Isaías 59:2 cuando leemos: “…pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír…”.

Ahora lo que debemos preguntarnos es, ¿tienen los poderes de las tinieblas la autoridad y potestad de hacernos pecar? 

¿Es el diablo responsable por todas nuestras tentaciones?

Las respuestas a ambas preguntas es un absoluto ¡NO!  Como he dicho en otras predicaciones, al diablo se le esta dando mucho mas mérito de lo que merece.  Digo esto porque existen muchos cristianos que piensan que él es responsable por todas las tentaciones que llegan a nuestra vida. Pero pensar de esta manera no es algo completamente correcto.  Pero ahora debemos preguntarnos, ¿por qué es que tantos piensan de esta manera?

La razón por la que tantos piensan de esta manera, es porque es más fácil culpar a otros por nuestros errores, que asumir la responsabilidad de ellos.  Esta manera de actuar y pensar es algo que aprendimos bien temprano en nuestra vida. Reflexionemos ahora en nuestra niñez por un breve instante, para ver si lo que les digo es verdad.  ¿Se acuerda alguien aquí de haber hecho algo malo cuando era un chico? ¿Algo que sabíamos que seriamos castigados por haberlo hecho?

Estoy seguro que todos aquí nos podemos acordar de por lo menos un incidente, cuando tratamos de cubrir nuestros errores y culpamos a otros.  Me recuerdo de un incidente que sucedió hace ya muchos años atrás con mi hija, cuando una de sus maestras nos envió una nota diciendo que le había tenido que llamar la atención, porque estaba hablando en clase.

Cuando mi esposa y yo le preguntamos acerca de esta mala conducta, ella trató de explicarnos que no había sido su culpa, sino que era la culpa de su amiguita que le estaba hablando.  En otras palabras, porque ella sabía que esta conducta no sería aceptada por nosotros, ella inmediatamente apunto su dedo a otros.

Cuando llega a la tentación

Lo mismo sucede con nosotros cuando llega a la tentación. Nosotros tratamos de culpar a los poderes de las tinieblas, y hasta en ocasiones se escucha como muchos dicen que fueron tentados de tal manera que fue imposible resistir.  ¿Pero es esto verdad?  Hermanos, la respuesta a esta pregunta también es un absoluto ¡NO!  Si esto fuera verdad entonces nosotros no estaríamos sirviéndole a un Dios justo.  ¿Cual es la verdad?

La verdad es como encontramos en 1 Corintios 10:13 cuando leemos: “…No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar…”  Dile al hermano que tienes a tu lado, puedes vencer la tentación.  Pero la pregunta siempre es, ¿cómo podemos vencer?

Para poder vencer las tentaciones que llegan a diario a nuestra vida, existe algo que tenemos que reconocer.  Fíjense bien como lo dijo aquí Santiago cuando leemos: “…sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido…”  Hermanos, tenemos que reconocer que el problema tiene su inicio en nosotros.  El problema tiene su inicio en nuestra mente, y en nuestro corazón.  Como les dije hace un breve instante, al diablo se le esta dando mucho más mérito de lo que merece.  Ahora, deseo detenerme aquí por un breve instante y hacer una aclaración.

No quiero que nadie mal interprete lo que les digo.  Yo no estoy diciendo,  ni implicando,  que los poderes de las tinieblas no nos tentaran.  El diablo tentó a Eva en el Edén [3], y él si tiene a sus demonios obrando sin descansar tratando de separarnos de Dios [4]. Pero esto no quiere decir que nos puede obligar a ello.  Recordemos que él tentó a Eva en el Edén, pero no forzó el fruto dentro de su boca.  Ella lo tomo voluntariamente del árbol que bien sabia no podía tocar.

Para poder obtener la victoria sobre las tentaciones, tenemos que reconocer que la tentación comienza en nosotros.

La tentación comienza con nuestros deseos y necesidades

Santiago nos dice: «…sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido….» Aquí está la respuesta, somos tentados a causa de nuestras propias concupiscencias, nuestros propios deseos; somos tentados por nuestro apetito por las cosas del mundo.

Santiago nos dice que a causa de nuestra concupiscencia, que a causa de nuestra lujuria somos seducidos. En otras palabras, somos seducidos pero no completamente por el diablo y sus demonios.  Nosotros también tenemos la culpa, y es por eso que les digo que no podemos culpar solo a los poderes de las tinieblas, sino tenemos que asumir nuestra culpabilidad, y tenemos que darnos cuenta que cuando cedemos a la tentación existe una grave consecuencia.  ¿Cual es la consecuencia cuando cedemos a la tentación y pecamos voluntariamente?

Santiago nos da la respuesta a esta pregunta aquí claramente cuando leemos: «…Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Amados hermanos míos, no erréis…» Esto es el resultado final cuando optamos ceder al pecado.

Si dejamos que nuestros deseos gobiernen nuestra vida, si cedemos al pecado, entonces moriremos. No les estoy hablando de una muerte física, no les estoy diciendo que Dios nos matara al instante que pequemos, pero si les estoy diciendo que con cada pecado, con cada tentación que no resistamos, empezamos a morir espiritualmente, empezamos a morir a las cosas de Dios.

Nuestro espíritu comienza a alejarse más y más de la voluntad de Dios, y eventualmente morimos por dentro. Yo me atrevo a decir que esta es la causa número uno por la que muchos se apartan de los caminos del Señor.  Les estoy hablando acerca de personas que conocieron a Dios, pero que ahora han regresado a vivir en el mundo, personas que han muerto espiritualmente a causa del pecado que no supieron, y/o no quisieron resistir.

Personas que no supieron, y/o no buscaron hacer lo que encontramos en Efesios 4:22-24 cuando leemos: «…En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente, 24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad…”

Personas que le han permitido al diablo, y a su ejército de demonios que los atormenten con tentaciones, debido que los deseos y lujurias en sus corazones no fueron eliminados.  Esto sucede porque en ocasiones, la tentación pude lucir como algo inocente, o sin importancia.  Permítanme un ejemplo de algo que sucede a diario, y que muchos no lo ven como algo grave.

No es fuera de lo común que exista un grupo de hombres o mujeres hablando, y que de momento pase un miembro del sexo opuesto atractivo, y que alguien del grupo diga algo para atraer la atención de todos en el grupo para que miren.  No quiero ni pensar en los comentarios que se hacen después.  Las consecuencias siempre son las mismas, a la mente de toda persona llegan pensamientos impuros, pensamientos de codicia y lascivia.  Pero, ¿se puede pecar con solo un pensamiento?  La respuesta es si.

Esto es algo que queda bien reflejado en las palabras del Señor Mateo 5:27-28 cuando leemos: «…Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón…” ¿Cómo se puede vencer esto?  Existe una frase vieja que dice «guerra avisada no mata soldado.»

Lo que les quiero decir con esto, es que no podemos exponernos a situaciones o circunstancias donde seremos tentados.  ¿Quién aquí le daría un revolver a un asesino?  ¿Quien aquí le daría un puñal a un asaltante?  Por supuesto que nadie.  De igual manera, no podemos darle una espada al enemigo para usar en contra nuestra. En otras palabras, debemos cuidar dónde y con quien nos reunimos. Debemos cuidar a quien, y que escuchamos.

Debemos siempre tener en mente la advertencia del apóstol Pablo encontrada en 2 Corintios 11:3-4 que nos dice: “…Pero me temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, de alguna manera los pensamientos de ustedes se hayan extraviado de la sencillez y la pureza que deben a Cristo. 4 Porque si alguien viene predicando a otro Jesús al cual no hemos predicado, o si reciben un espíritu diferente que no habían recibido o un evangelio diferente que no habían aceptado, ¡qué bien lo toleran!…” [Reina Valera Actualizada (RVA-2015)].

Debemos cuidar que aquellos que nos rodean no nos influencien a pensar, o a conducirnos de manera que desagrade a Dios.  Como les dije la semana pasada “…a estos evita…” [5].  Dile a la persona que tienes a tu lado, no erréis.

Para concluir. 

Como hemos aprendido, nunca podremos ser tentados si el deseo ya no existe en nosotros. No podremos ser seducidos, al no ser que la lujuria todavía viva en nuestro corazón. Es hora de reconocer las cosas por lo que son. ¡Dios NO tienta a nadie! Dios no causa que las tentaciones lleguen a nosotros; nosotros mismos somos los que causamos que las tentaciones nos alcancen. Es hora de asumir responsabilidad por nuestras acciones, y hacer morir en nuestra vida todo aquello que bien sabemos desagrada a Dios.

Recordemos siempre que las consecuencias de la tentación son reales, y que la consecuencia del pecado es muerte [6].  El pecado, y/o faltarle a Dios, nos conducirá a la muerte espiritual durante nuestros días aquí en la tierra, y definitivamente a la muerte eterna en el día de juicio [7]. Así que reconozcamos que aunque las tentaciones son influenciadas por los poderes de las tinieblas, sus orígenes se encuentran profundamente dentro de nosotros.

Recordemos que el diablo es el padre de mentiras [8], y tratara de hacer lucir la tentación como algo inocente, pero nosotros tenemos que examinar las situaciones cuidadosamente. Tenemos que siempre acordarnos que Dios no es la causa de la tentación, y que Él si nos ha hecho una promesa sobre ellas.

Hermanos, Dios nos ha dado el poder para resistir y derrotar toda tentación.  El diablo no te puede forzar porque no tiene autoridad ni potestad sobre ti, pero tu si tienes autoridad y poder sobre él.  Escucha hoy lo que el Señor te dice en Santiago 4:7 cuando leemos: “…Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros…”

[1] Gálatas 5:19-21
[2] Salmos 7:9
[3] Génesis 3:1-6
[4] Efesios 6:12
[5] 2 Timoteo 3:1-5
[6] Romanos 6:23
[7] Apocalipsis 20:11-15
[8] Juan 8:44

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