¿Amén? – Predicacion
Predicas Cristianas
Predicas Cristianas Prédica de Hoy: ¿Amén?
Introducción
En ocasiones nosotros tendemos a afirmar cosas que realmente no entendemos. Es decir, la mayoría de nosotros tenemos la tendencia a afirmar declaraciones simplemente por el hecho de que los que nos rodean lo hacen, porque es algo popular, o porque simplemente respondemos sin realmente pensar en el significado y las consecuencias que lo que hemos escuchado puedan producir.
No es que afirmemos las cosas con malas intenciones, ya que yo estoy seguro que ningún creyente fiel es mal intencionado. Todos los que genuinamente servimos al Señor buscamos agradarle en todo momento, y perseveramos en permitir que Su infinito amor, misericordia, y gracia sea reflejado en nosotros, ¿amén?
Ya que tantos están de acuerdo en lo que les acabo de decir, ahora deseo hacer una pregunta. ¿Qué me acaban de decir ustedes a mí, y más importante de todo al Señor quien está aquí entre nosotros, cuando me respondieron diciendo “amén”? Así que este será nuestro tema para el día de hoy.
Hoy vamos a examinar el significado, el uso, y las consecuencias del amén.
Procedamos ahora con nuestro estudio de hoy.
El primer significado de la palabra “amén” es una solemne aceptación formal de los mandamientos de Dios[1]. La palabra “amén” es probablemente la más universal de todas las palabras, y en hebreo significa «afirmar», “fundar, construir, edificar”; por lo tanto significa, «apoyo», «confirmar, que así sea”.
Así que «amén» es mucho más significativo que un punto o un descanso ortográfico; la palabra amén es mucho más significativa que el cierre de una oración, o que decimos cuando alabamos.
La palabra “amén” lleva el peso de aprobación, confirmación y apoyo de lo que se dice o se canta. La importancia y significado de esta palabra es algo que queda claramente expuesto en las instrucciones de Moisés a Josué referente a las maldiciones según encontradas en Deuteronomio 27:11-26 [2].
No leeremos todas las maldiciones citadas por Moisés en el monte Ebal; maldiciones que este pueblo recibiría si ellos apartaban sus oídos de la ley que Moisés les entregaba, pero solo basta decir que al final de toda maldición encontramos que Moisés dijo: “…Y dirá todo el pueblo: Amén….” ¿Qué les quiero decir con esto?
Lo que les estoy diciendo es que en el monte Ebal, Moisés quería estar seguro de que todos, sin excepción de uno, confirmaran que habían entendido, y que completamente aceptaban la Palabra de Dios. ¿Por qué les estoy diciendo estas cosas?
Se las estoy diciendo porque como les dije hace un breve instante, con frecuencia nosotros aceptamos, o afirmamos declaraciones y/o acciones simplemente porque es lo más popular, o porque los que nos rodean lo hacen.
Con frecuencia decimos “amén”
En otras palabras, con frecuencia decimos “amén”, sin haber realmente estado prestando atención a lo que se ha dicho o hecho, pero lo hacemos solo porque el que tenemos al lado lo ha dicho. Y existe un gran peligro en hacer esto.
El peligro que existe es que si no estamos realmente prestando atención a lo que escuchamos, entonces estaremos afirmando y aceptando maldiciones en nuestra vida. Digo que estaremos aceptando maldiciones porque la realidad de todo es, que todo lo que se aparte de la Palabra de Dios es maldición.
Fíjense bien como esto es algo que queda bien declarado por el apóstol Pablo en Gálatas 1:8 cuando leemos: “…Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema…”
Y para los que no lo entienden bien, les leeré de la versión Dios habla hoy; “…Pero si alguien les anuncia un evangelio distinto del que ya les hemos anunciado, que caiga sobre él la maldición de Dios, no importa si se trata de mí mismo o de un ángel venido del cielo…”
¿Qué les quiero decir con todo esto?
Lo que les estoy diciendo es que cuando no prestamos atención a la Palabra de Dios, sino que prestamos atención a lo que dice el hombre, y fácilmente decimos “amén”, entonces somos propensos a las maldiciones. ¿Por qué les digo esto?
Les digo esto porque la realidad de todo es que a pesar de que existen numerosas personas que claman venir de parte de Cristo, es decir que se llaman y titulan reverendos, pastores, profetas, ministros y demás, en realidad no lo son, y nunca lo serán. Digo que no lo son y nunca lo serán porque estas personas tergiversan y manipulan la Palabra de Dios para su conveniencia y/o ganancia, o para manipular a las personas.
Fíjense bien como esto es algo que queda bien claro en 1 Juan 2:19 cuando el apóstol les habla acerca del anticristo diciendo: “…Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros….”
Fijémonos bien donde él dice “…Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros…” En otras palabras, el apóstol esta afirmado lo que nos dice el Señor en Mateo 7:15 cuando leemos: “…Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces…”
Cuidado al decir “amén”
Así que tengamos cuidado al afirmar, aceptar, apoyar, y o aprobar lo que escuchamos sin prestar atención, y sin compararlo a la Palabra de Dios, no sea que estemos aceptando y bien viniendo maldiciones a nuestra vida. Habiendo explorado el significado y uso de la palabra “amén”, exploremos ahora las consecuencias de esta palabra.
Como les dije ahora mismo, una de las consecuencias de decir “amén” puede ser aceptar una maldición en nuestra vida. Sin embargo, esta no es la única consecuencia que existe. La realidad es que más a menudo que en otras, la palabra “amén” nos sirve de gran bendición[3], pero esto implica un compromiso genuino.
Estoy seguro que la mayoría de ustedes están cansados de oírme decir que lo que este mundo más necesita es un avivamiento. Pero como les he repetido en otras ocasiones un aviamiento nunca llegara al mundo, sin antes llegar al pueblo de Dios. ¿Qué les digo con esto?
Lo que les estoy diciendo no es nada nuevo, sino que se los he repetido en numerosas ocasiones, y muchos de ustedes han dicho “amén”. Sin embargo, todo continúa igual. A pesar de que la palabra “amén” confirma un voto o acción, a pesar de que la palabra “amén” es repetida por muchos en toda congregación, el Cuerpo de Cristo continúa sufriendo grandes pérdidas debido a la inacción o la falta de cumplimiento de nuestro voto, a la falta de cumplimiento de nuestro compromiso. No un compromiso con el hombre, sino nuestro compromiso con Dios.
¿Cuántas veces hemos de escuchar y decir amén?
Ahora me pregunto, ¿Cuántas veces hemos de escuchar y decir amén a: “…Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo…” (Mateo 28:19), y continuar sin actuar?
¿Cuántas veces hemos de escuchar y decir amén a: “…y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén….” (Lucas 24:47), y continuar sin actuar?
¿Cuántas veces hemos de escuchar y decir amén a: “…Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos….” (Hechos 10:42), y continuar sin actuar?
¿Cuántas veces hemos de escuchar y decir amén a: “…pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra…” (Hechos 1:8), y continuar sin actuar?
¿Acaso no ha cumplido Dios sus promesas? ¿Acaso no tenemos la promesa de nuestra salvación a pesar de que ¡NO! nos la merecemos?
¿Acaso no ha Dios perdonado nuestras transgresiones y pecados? Hermanos Dios siempre ha cumplido sus promesas al hombre, el hombre es quien no cumple sus promesas a Dios. A pesar de que no somos merecedores de la salvación, por Su gracia somos salvos [4].
A pesar de que somos pecadores, y continuamos pecando, sea conscientemente, o inconscientemente, si confesamos nuestros pecados a Dios, cuando reconocemos nuestras faltas, Él es misericordioso y nos perdona[5]. Y a todo esto decimos ¡amén!, pero ¿qué del compromiso que esto implica? ¿Por qué no cumplimos con nuestro “amén”?
Y quizás algunos se pregunten, ¿quién es nuestro amén? La respuesta a esta pregunta es encontrada en Apocalipsis 3:14 cuando leemos: “…Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto…” Dile a la persona que tienes a tu lado ¡Cristo es nuestro Amén!
Pero sabiendo todo esto, ¿por qué no cumplimos con nuestro Amén?
Existen dos respuestas comunes a esta pregunta. La primera respuesta es que no hemos genuinamente recibido convicción de nuestra fe, o no estamos dispuestos a dejar nuestra comodidad, o reprender nuestros temores.
La segunda respuesta es que no cumplimos porque no nos hemos dado cuenta de la gran bendición que cumplir con nuestro Amén produce.
¿Cuántos desean recibir bendiciones de Dios? ¿Cuántos desean agradar y traer una sonrisa al rostro de Dios? Tú puedes lograr ambas cosas en el día de hoy. Tú puedes lograr ambas cosas todos los días de tu vida. ¿Cómo podemos lograr recibir bendiciones, y traer una sonrisa al rostro de Dios?
La respuesta a estas preguntas quedan bien reflejada en Lucas 15:7 aquí cuando leemos: “…Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento….”
Cuando cumplimos con nuestro compromiso, cuando cumplimos nuestros “amén”, cuando logramos llevar la Palabra de Dios a los caídos, débiles y perdidos, y se arrepienten, habrá gozo en el cielo. Pregunto, ¿no es esto una gran bendición?
Para concluir.
Como hemos podido apreciar, “amén” es mucho más que una palabra a repetir. Amén es mucho más que un punto o una coma ortográfica. Decir “amén” significa que hemos entendido, que reafirmamos, y que estamos en completo acuerdo con lo que hemos escuchado. Decir “amén” significa que nos comprometemos a cumplir con la Palabra de Dios.
[1] Dictionary of Bible Themes
[2] Encyclopedia of The Bible
[3] Apocalipsis 22:20-21
[4] Efesios 2:8
[5] 1 Juan 1:9
© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.