El Vigilante – Predicas Cristianas
Deseo advertirles desde ahora, que algunos de ustedes encontraran la predicación de hoy un poco fuerte. La razón por la que advierto esto es porque en el estudio bíblico de hoy estaremos analizando nuestro papel como cristianos.
Pero antes de pasar a la lectura de la palabra de Dios de la predicación de hoy, deseo hacerles una pregunta; ¿cuántos han escuchado un mensaje cristiano, o predicación que no les ha agradado?
Tomemos un breve momento de reflexión y analicemos nuestro pasado, y busquemos en nuestro presente.
¿Hemos escuchado en alguna ocasión una predicación o estudio bíblico que no nos ha agradado?
La razón principal por la que hago esta pregunta, y los llamo a reflexionar, es porque la mayoría de los cristianos, en un momento u otro, hemos escuchado una predicación o estudio bíblico que hemos encontrado fuerte, o que nos ha desagradado. ¿Qué sucede entonces?
Algo que sucede con frecuencia es que las personas se enfadan, y dejan de mirar más allá de lo que han escuchado, y en muchas ocasiones dejan de asistir a la iglesia.
La razón principal por la que esto sucede es porque en la mayoría de las ocasiones, las personas se dejan llevar por los primeros instintos, esto es, reaccionan según la carne, lo que causa que pasen a un estado de rebeldía y desobediencia.
Pero ahora debemos preguntarnos, ¿por qué permite Dios que escuchemos esas predicaciones que nos enfadan? Pasemos ahora a la palabra de Dios para descubrir la respuesta a nuestra pregunta.
Ezequiel 3:16-21 – Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 17 Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. 18 Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. 19 Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. 20 Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano. 21 Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma.
Como acostumbro a decir, para obtener un mejor entendimiento del estudio bíblico de hoy, nos será necesario conocer a este hombre llamado Ezequiel, (en hebreo significa Dios fortalece o fortalecido por Dios).
Ezequiel fue uno de los profetas mayores, y profetizó entre los judíos exiliados en Babilonia durante los últimos días de la decadencia y la caída de Judá. Este hombre ministro a lo largo de los días más difíciles de la historia de ese pueblo; el período de setenta años de cautiverio en Babilonia.
Ezequiel fue llevado cautivo antes del asalto final en contra de Jerusalén; y él uso profecías, parábolas y señales para dramatizar el mensaje de Dios para Su pueblo [1]. ¿Y por qué fue que Jerusalén y Judá dejaron de existir? Todo fue debido a la desobediencia e idolatría. Teniendo en cuenta estos breves detalles, continuemos ahora con la predicación de hoy.
Ahora tomemos el tiempo para analizar la palabra «atalaya.» ¿Qué quiere decir esto? Para poder comprender el significado de esta palabra tendremos que transportarnos al pasado por un breve momento. Como hemos aprendido en otros estudios bíblicos y/o predicas cristianas, las ciudades de antigüedad eran muy diferentes a las ciudades de hoy en día.
Hoy en día no es fuera de lo común encontrar ciudades con numerosos ciudadanos, pero en el tiempo de Ezequiel las ciudades eran pequeñas en comparación a las ciudades modernas. Algo importante que también debemos notar, es que las ciudades de antigüedad no gozaban de los mismos sistemas de protección que tenemos en actualidad.
Esto significa que de la única manera que los gobernantes podían ofrecer cierto nivel de protección a los residentes era construyendo paredes alrededor de la ciudad, con portones fuertes que podían ser cerrados en brevedad, y que podían evitar o detener por un tiempo un ataque.
Lo normal era que los portones permanecieran abiertos, para que los ciudadanos y visitantes pudiesen entrar y salir libremente. Pero estos portones eran cerrados a la primera señal de peligro para evitar que el enemigo pudiese tomar la ciudad por sorpresa. Y es aquí exactamente donde comienza el papel del atalaya.
Los atalayas eran las personas que se paraban en las murallas y/o torres, constantemente vigilando los alrededores y el horizonte, para dar la voz de alarma a la primera señal de peligro.
Ellos eran como los guardias de toda la ciudad, lo que significa que no obstante las condiciones ambientales, (frío, calor, lluvia, etc.) ellos tenían que permanecer en su posta siempre vigilando. Ahora bien, ¿cómo se aplica esto a nuestra vida?
Lo primero que encontramos en los versículos que estamos usando hoy es que Ezequiel recibió una gran responsabilidad, él fue llamado a ser el vigilante de la nación completa.
Ezequiel fue llamado a que llevara la palabra de Dios a ese pueblo, a todos aquellos que se habían rebelado en contra de Dios, a todos aquellos que vivían en pecado. Y les digo que su misión no fue nada fácil, les digo que no fue nada fácil porque Ezequiel no les presentaría mensajes que alentaban, él no les presentaría mensajes muy populares.
Ezequiel les presentaba fuertes mensajes y palabras de Dios. Ahora pregunto, ¿es esto muy diferente a nosotros hoy? La realidad es que existe mucha diferencia entre el tiempo de Ezequiel y el nuestro.