Procedamos a la meta
En solo unos días estaremos despidiendo este año; muchos se reunirán con sus familias en forma de celebración, mientras que otros de nosotros simplemente nos acostaremos a dormir esperando que el Señor nos bendiga con otro día más de vida.
Muchos reflexionaremos en las bendiciones que Dios ha derramado sobre nosotros durante el año, mientras que otros simplemente menospreciaron, o simplemente no se dan cuenta de todo lo que Dios ha hecho en su vida. Y cuando tomamos el tiempo de meditar en estudios bíblicos, y predicaciones, es fácil encontrar que este ha sido el problema desde el inicio del mundo, el hombre ha menospreciado lo que Dios ha hecho, el hombre no le ha dado importancia a las bendiciones que Dios ha derramado, o simplemente ha escogido olvidar.
Como siempre he dicho, ninguno de nosotros es perfecto, todos nosotros siempre tenemos algo que superar, siempre existirá algo por lo cual debemos arrepentirnos [1].
Así que si al reflexionar en este año que pronto se terminará encontramos que no le hemos dado el lugar debido a Dios, si al reflexionar en este año que pronto terminará encontramos que no le hemos dado a Dios el lugar número uno en nuestra vida, entonces reconozcamos que es hora de arrepentirnos. Es hora de dejar de menospreciar a Dios y todo lo que Él ha hecho, hace, y esta haciendo. Es hora de arrepentirnos por el mal que hemos hecho conscientemente, como también por lo que conscientemente hemos dejado de hacer.
Lo más bello acerca de un final es que lo que le sigue siempre es un nuevo comienzo; no existe la noche sin el día, y no existe un año viejo sin un año nuevo.
Es de esto que quiero hablarles en el día de hoy; hoy examinaremos una parte de la historia bíblica con el propósito de comprender que con cada nuevo día podemos tener un nuevo comienzo. Procedamos ahora con nuestro estudio bíblico de hoy.
Filipenses 3:12-14 – No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Antes de proceder, hagamos un breve repaso de historia para obtener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros hoy. Así que la pregunta que nos debemos hacer es: ¿con qué intención o propósito escribió el apóstol Pablo esta epístola a la iglesia en Filipo?
La razón o razones por la que el apóstol redactó esta epístola fue porque durante este momento en la historia, ellos estaban sufriendo persecución [2]. Pero los problemas que encaraba la iglesia no eran limitados a solo esto. Digo esto porque los estudios bíblicos claramente nos revelan que la iglesia de Filipo de cierta manera se encontraba dividida, ya que existía discordia entre los miembros, y los líderes no estaban completamente unidos [3].
Y como si todo esto no fuese suficiente, la iglesia también estaba batallando contra falsos maestros, que estaban tratando de introducir leyes y rituales propios del judaísmo, como parte del plan de salvación [4]. Y el último detalle que debemos conocer, es que la epístola a la iglesia en Filipo fue escrita por el apóstol Pablo, mientras se encontraba bajo la custodia del emperador romano [5].
Los estudios bíblicos nos revelan que Pablo estuvo bajo la custodia romana alrededor de dos años antes de ser juzgado y ejecutado [6]. ¿Por qué les he mencionado estos detalles históricos? La razón principal por la que les he presentado estos detalles históricos es porque en ellos, encontramos la perseverante actitud triunfadora que todo cristiano fiel debe, y tiene, que desarrollar.
Ahora le pregunta del siglo es, ¿cómo podemos desarrollar esta actitud? Manteniendo en mente los breves detalles históricos que les he presentado, continuemos ahora con nuestro estudio bíblico de hoy para descubrir cómo podemos desarrollar una actitud triunfadora.
Lo primero que encontramos en los versículos que estamos estudiando en el día de hoy es que se nos dice: “…No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús…” En este pequeño versículo encontramos dos cosas extremadamente importantes.
Número uno; aquí vemos un acto de humildad y sumisión a Dios. Fíjense bien como dice el apóstol aquí para que entiendan bien lo que les estoy diciendo; él dijo: “…No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto…” Y ahora quiero que notemos bien de cerca que estamos hablando de una de las personas más importantes en el cristianismo, después de todo, Pablo es el escritor principal del Nuevo Testamento; él escribió trece de los veintisiete libros encontrados en el Nuevo Testamento.
Pero a pesar de que Pablo fue un gran hombre de fe y perseverancia, él reconoció que no había alcanzado la perfección de Dios; y la realidad es que ninguno de nosotros alcanzaremos la perfección de Dios mientras vivamos en este mundo.
Sin embargo, esto no quiere decir que debemos o tenemos que rendirnos a la presión que vivir en este mundo produce, sino que tenemos que resistir y nunca comprometer nuestra fe. Dile a la persona que tienes a tu lado, no somos perfectos.
Número dos; aquí vemos un acto de perseverancia. Fíjense bien como dijo el apóstol aquí en la segunda porción del versículo, para que entiendan bien lo que les estoy diciendo: “…sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús…”
Con esta pequeña porción del versículo vemos que Pablo nos dice claramente, que tenemos que perseverar. Tenemos que desarrollar una actitud triunfadora, no obstante la situación o circunstancia.
Tenemos que perseverar en obtener la victoria que Jesucristo murió en la cruz para entregarnos. Como he dicho en numerosas ocasiones, a pesar de que profesamos a Cristo, a pesar de que tratamos de siempre hacer lo correcto, ninguno de nosotros somos perfecto o libres de pecado.
Todos aquí, sea conscientemente o inconscientemente hemos cometido errores, o le hemos faltado a Dios. ¿Qué tenemos que hacer? Lo primero que tenemos que hacer es reconocer nuestras faltas, y arrepentirnos de ellas. Lo segundo que tenemos que hacer es avanzar; esto me conduce al segundo punto de la predicación de hoy.
Continuando con nuestro estudio bíblico leemos: “…Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús…”
Aquí vemos nuevamente la humildad y sumisión del apóstol Pablo, pero también encontramos lo que todo cristiano tiene que hacer para desarrollar una actitud triunfadora.
¿Qué tenemos que hacer? El apóstol nos responde esta pregunta claramente aquí cuando leemos: “…olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante…”