¿Quién soy yo…?
Hoy vamos a examinar una cosa fundamental en la vida de todo cristiano. Hoy vamos a reflexionar y examinar acerca del llamado que todo cristiano ha recibido. ¿Qué llamado? A través de las predicas cristianas y estudios bíblicos, los cristianos hemos aprendido que el Señor nos ha convocado a Su obra [1]. Pero lo que sucede con mucha frecuencia, es que muy pocos están dispuestos a reconocer esta obligación, es decir, escuchar el llamado, y por resultado no lo aceptan.
Ahora bien, no deseo que nadie se vaya incomodar con lo que les he dicho, y con lo que les diré a continuación. La realidad es que negar, o intentar evadir el llamado que hemos recibido, es algo que le sucede a un gran porcentaje de los cristianos. Sin embargo, cuando diligentemente estudiamos la palabra de Dios, pronto concluiremos que por más que intentemos huir de nuestra responsabilidad, nunca lo lograremos. La realidad es que por muchos que tratemos, ninguno de nosotros podrá escapar ni escondernos de la presencia de Dios, ya que nosotros servimos al Todopoderoso [2].
Sin embargo, a pesar de que a través de las predicas cristianas y estudios bíblicos hemos aprendido que no existe lugar donde podamos escondernos de Dios [3], esto no detiene a muchos de tratar de esconderse de la presencia de Dios. Y el resultado final siempre es el mismo; el resultado final es que se pasan una vida entera inventando excusas para tratar de justificar la posición que han tomado. Pero la realidad de todo es que no existe nada más grande que el llamado que Dios nos ha entregado. La razón por la que digo esto es porque la predicación de la palabra de Dios no solo es un privilegio, sino que es un privilegio que produce bendición [4]. Procedamos ahora a la palabra de Dios y aprendamos acerca del llamado, y las bendiciones que cumplirlo produce.
Éxodo 3:10-14 – Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. 11 Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? 12 Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte. 13 Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? 14 Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.
Como podemos apreciar, estos versículos nos revelan a un Moisés transformado. Moisés pasó de ser un poderoso príncipe en Egipto [5], a ser un simple pastor. ¿Cómo y por qué sucedió esto? La razón por la que Moisés experimentó un cambio tan drástico, fue porque él había sido seleccionado por Dios para cumplir Su propósito. Pero Moisés no estaba destinado a ser un simple pastor, Dios tenía planes mucho superior a estos. Dios había seleccionado a Moisés para que sirviese de Su instrumento para liberar a Israel de la esclavitud a Egipto. Y la palabra de Dios fue la que produjo un cambio radical en la vida de este siervo de Dios. Dile a la persona que tienes a tu lado: Dios le habló, y Moisés cambio.
Ahora pregunto, ¿le ha sucedido esto a alguien aquí? Yo no sé cómo fue que cada uno de ustedes llegó a los caminos del Señor, pero seguramente fue muy parecido a la manera que llegue yo. Estoy seguro que el día cuando alguien nos habló acerca del evangelio de Jesucristo, y que esa palabra penetró en nuestro corazón fue un día cualquiera. Quizás estábamos en el trabajo, o en una reunión social, o nos tropezamos con una vieja amistad que nos habló de la palabra de Dios. En otras palabras, al igual que Moisés estábamos en nuestras obligaciones cotidianas, y en lo menos que estábamos pensando era en Dios, Jesucristo, o la palabra de Dios. ¿Le sucedió lo que acabo de describir a alguien aquí?
Estoy seguro que a la mayoría de nosotros nos sucedió algo similar a lo que les acabo de describir; si hacemos memoria, creo que todos nos recordaremos muy bien del día cuando Dios permitió que Su palabra llegara a nosotros y penetrara en nuestro corazón. Y ese llamado de Dios fue el que produjo, y continúa produciendo el cambio en nuestra vida, y es la razón por la que hoy estamos aquí reunidos para alabar y bendecir a nuestro Señor.
Cuando tomamos el tiempo de reflexionar en nuestro pasado, y examinar el camino que hemos recorrido, pronto nos damos cuenta que cuando le entregamos nuestra vida al Señor, Él nos ha enseñado un nuevo camino [6]; el Señor nos ha enseñado el camino que nos lleva a la presencia de Dios. Pero en el camino en que ahora nos encontramos existen obligaciones, y desdichadamente muy pocos las cumplen. Y creo que una de las razones por las que tantos no están dispuestos a evangelizar, es decir, hablarle a otras personas de la palabra de Dios y de Jesucristo, es porque simplemente no han logrado entender lo que quiso decir el Señor cuando dijo: “…Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura….”, (Marcos 16:15). La realidad es que con estas palabras el Señor no estaba haciendo una sugerencia. Él dijo “Id”, así que predicar el evangelio no es una sugerencia, testificar, y evangelizar es una orden a la que NO nos podemos negar. Pero desdichadamente, un gran porcentaje de cristianos actuamos de la manera que Moisés actuó inicialmente, y nunca lo superan. En otras palabras, decimos como Moisés, “..¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?..”
Decimos: ¿quién soy yo? Decimos: yo no soy pastor, yo no soy diácono, yo no soy ministro, y pronto hacemos un listado de todo lo que no somos, y no nos damos cuenta de quien somos. ¿Quién somos? La palabra de Dios contesta esta pregunta claramente en 1 Pedro 2:9 cuando leemos: “…Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable…” Sé que en la predicación de la semana pasada también les mencione este versículo, y la razón por la que los incluyo en esta predicación también es porque todos necesitamos ser recordados a diario de quienes somos. Los poderes de las tiniebla no quieren que tú recuerdes tu verdadera identidad, y harán todo lo posible para que te olvides de ella, y esto es algo que no podemos permitir. No permitas que el enemigo te convenza de que no eres nadie; tú eres alguien muy especial para Dios. No permitas que el enemigo infunda duda o miedo en tu vida, sino repréndelo y échalo fuera [8]. No permitas que el enemigo te detenga, sino confía en el Todopoderoso, y Él guiará tus pasos.
Algo que los estudios bíblicos claramente nos demuestran es que al recibir el llamado de Dios, Moisés sintió cierto nivel de temor. Moisés sintió temor porque él sabía la gran responsabilidad que ser el escogido de Dios implicaba. Moisés sabía muy bien que para cumplir con la palabra de Dios, él tendría que abandonar la paz y tranquilidad que él y su familia gozaban en Madián [9]. Y esto es exactamente lo que le sucede a un gran porcentaje de cristianos hoy en día.