Vence con el bien el mal

Hace unos días atrás recibí un email de una joven que visito nuestra página en el Internet, en el cual ella me indico que había tenido la bendición de leer la predicación titulada “Fiebre Espiritual”, y me dijo que le había servido de mucha ayuda. Pero según me indico, las condiciones que le rodeaban la estaban conduciendo a caer en tristeza y desilusión.

Por lo que pude apreciar en su escrito, la familia no la está apoyando en la fe, y su vida de oración ha sufrido debido a que sus oraciones por sus pastores y su iglesia, (aparenta haberse desviado de la sana doctrina), no aparentan ser contestadas. También me indico que se encontraba tan desilusionada y debilitada, que ya no tenía ganas de continuar orando, me dijo que todo esto era para ella una gran aflicción, y que se sentía muy sola; para finalizar me pregunto, ¿qué tengo que hacer yo para que las cosas mejoren?

Al leer esta correspondencia el Espíritu Santo me movió a redactar esta predicación, porque la desilusión y tristeza que esta joven siente, es una reflexión de los sentimientos de muchos jóvenes cristianos hoy en día. Como he repetido en numerosas ocasiones, todo cristiano se encuentra en medio de una guerra espiritual [1]. Todos nosotros somos atacados constantemente, pero los jóvenes son el blanco preferido de nuestro enemigo. ¿Por qué digo esto? Lo digo porque los jóvenes, debido a la falta de experiencia en la vida, pueden ser fácilmente convencidos o adoctrinados a apartarse de Dios [2].

Los jóvenes son fácilmente influenciados, por la presión de los pares, y la presión social. Tampoco debemos, o podemos olvidarnos, que también son influenciados por lo “políticamente correcto”, las películas y programaciones de cine y televisión, y las publicaciones y revistas que se dirigen a los jóvenes, las modas, las relaciones, los juegos de videos, y mucho más. Los jóvenes cristianos de hoy están siendo atacados fuertemente, y estos ataques producen una gran batalla interna. Producen una gran batalla interna porque como les he dicho en numerosas ocasiones, a todos nos gusta ser aceptados y apreciados por los que nos rodean.

¿Por qué es que la juventud cristiana esta siendo atacada tan fuertemente? La respuesta es fácil, los jóvenes son el futuro de la iglesia, y si el demonio logra destruirles, y/o apartarles de Dios, la iglesia quedara en ruinas; y es eso exactamente lo que el diablo quiere hacer. Así que el tema principal de hoy será contestar la pregunta que me hizo esta joven, ¿qué tienen que hacer los jóvenes para que mejoren sus situaciones? Pasemos ahora a la palabra de Dios.

Romanos 12:17-21 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. 18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. 19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. 20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

Como acostumbro decir, para tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros hoy, nos será necesario hacer un breve repaso de historia. La carta a los romanos fue escrita por Pablo, y estaba dirigida a los cristianos que residían en la ciudad de Roma [3]. Esto es algo importante de notar, porque Roma era el centro del imperio y era una ciudad étnica diversa. En el primer siglo d.C, esta ciudad tenía una población de alrededor un millón de personas, en un área de menos de diez millas cuadradas. Dentro de esta población tan grande, se estima que había entre 40,000 y 50,000 judíos.

Como podemos deducir según el número de la población, la ciudad era predominantemente habitada por gentiles. Esto significa que la iglesia cristiana en Roma estaba compuesta de ambos judíos y gentiles. Es importante también saber que Pablo le estaba escribiendo a una iglesia que él nunca había visitado, y que él no estaba enfocando ningún problema específico en la iglesia. Pablo escribió esta epístola para enseñarles el plan de salvación a través de Cristo Jesús; para enseñarles como los judíos y gentiles formaban parte del plan de Dios, y para exhortarles a que viviesen vidas justas y en armonía [4]. Manteniendo estos breves detalles en mente continuemos ahora con nuestro estudio de hoy.

Cuando tomamos el tiempo de reflexionar en los versículos que estamos estudiando hoy, no nos será difícil ver que estos versículo reflejan muy bien, la batalla interna en la que todos los cristianos nos encontramos. Estamos hablando acerca de la batalla que toma lugar en nuestra mente, que tanto jóvenes como adultos peleamos a diario. La realidad es que la batalla entre el bien y el mal es peleada en nuestra mente, y si no estamos saludables espiritualmente, entonces no podremos vencer los ataques que el enemigo lanza, sino que caeremos derrotados, y gravemente heridos en el campo de batalla. Caeremos en depresión, desilusión, tristeza, apatía, y rebeldía, que son las enfermedades del espíritu. Pero como cristianos, como hijos de Dios que somos [5], nosotros podemos vencer [6]. Pero la pregunta ahora es: ¿qué tenemos que hacer para vencer?

Para poder vencer, lo primero que todos debemos hacer, es analizarnos a nosotros mismos para determinar qué es lo que nos motiva. Debemos preguntarnos, ¿es mi amor por Dios lo que me motiva a asistir los cultos de la iglesia? ¿Es mi amor por Dios lo que me motiva a servirle, o es el reconocimiento y popularidad? ¿Es mi amor por Dios lo que me motiva a ayudar en la obra, o son las actividades y conveniencias? La razón por la que he preguntado estas cosas, es porque en su email, esta joven también me dijo que en su iglesia había muy pocos jóvenes. Esto es una indicación de que quizá ella no se sienta cómoda, ya que no tiene, o quizá sean muy pocos, con los que ella pueda compartir, conversar, reunirse, etc.

Su inquietud es algo que todos podemos entender, pero que no podemos aceptar. No la podemos aceptar porque la realidad es que un carbón enciende otro; esto quiere decir que los jóvenes son los que tienen que hablarles a los jóvenes, y predicarles la palabra de Dios. Los jóvenes son los que tienen que invitar a los jóvenes a los cultos y reuniones de la iglesia.

La carencia de jóvenes en las congregaciones cristianas es una epidemia mundial, y se continúa esparciendo porque muy pocos jóvenes están dispuestos a ir en contra de la corriente. Muy pocos jóvenes están dispuestos a seguir el ejemplo de Timoteo, y predicar la palabra de Dios en todo momento [7]. ¿Quieres que algo suceda en tu iglesia? Entonces levántate, asume responsabilidad, y comienza a obrar; y esto es algo que se aplica a todos en la congregación. Las derrotas que los jóvenes cristianos sufren hoy en día no se limitan a ellos solamente, sino que se aplica a muchos que aunque maduros en edad, no han madurado espiritualmente. ¿Por qué sucede esto?

Esto sucede porque existen muchos cristianos, tanto jóvenes como adultos, que no han llegado a la convicción de que no obstante la situación, los cristianos fieles podemos vencer. Dile a la persona que tienes a tu lado: somos más que vencedores. Existen muchos cristianos que no han recibido la convicción que tenemos el poder de vencer toda tentación y ataque del enemigo [8]. Dile a la persona que tienes a tu lado: Dios es justo.

Yo estoy completamente consciente de que las batallas no son fáciles. Estoy completamente consciente de que en ocasiones las batalla aparentan insuperables ¿saben por qué estoy completamente conscientes de estas cosas? Estoy completamente conscientes de estas cosas porque nadie esta excluido de ellas; yo también he tenido, y continuo encarando batallas a diario. La única diferencia que existe entre nosotros es que yo estoy convencido de lo que encontramos en 1 Juan 5:4 cuando leemos: “…Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe….” Dile a la persona que tienes a tu lado: nuestra fe nos entrega la victoria. Pero para lograr una fe que vence todo, tenemos que sanar nuestro espíritu, y la sanidad espiritual es algo que solo se puede lograr a través del antídoto del mal, cual es el bien.

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