Hizo lo recto ante los ojos de Jehová
Existen muchos cristianos que han llegado a pensar que Dios les ha abandonado, y esto es un serio problema. Digo que es un serio problema porque esta manera de sentir, o estado de ánimo, produce que muchos cristianos pierdan su esperanza en Dios.
Las razones específicas por la que esto puede suceder son numerosas; pero en todo caso, la razón subyacente es debido a los problemas y situaciones difíciles que surgen en nuestra vida, los cuales tienden a hacernos sentir impotentes o derrotados.
En otras palabras, las situaciones y momentos difíciles que se presentan en nuestra vida, que nos hacen pensar y sentir que Dios nos ha abandonado. Y existe un gran peligro en esto, ya que esta manera de pensar o estado de ánimo, conduce a que muchos intenten buscar las soluciones a sus aflicciones o preocupaciones, en lugares incorrectos.
Es por esta razón que no es fuera de lo común ver como muchos ignoran lo que han aprendido en la palabra de Dios, y depositan su fe y esperanza en prácticas y rituales, que para lo único que sirven es para crear una barrera entre ellos y Dios.
Y es exactamente debido a esto, que hoy deseo que estudiemos un acontecimiento histórico, el cual nos demostrara lo que tenemos que hacer para evitar caer en esa trampa del enemigo. Y digo que es una trampa, porque la realidad de todo es que Dios no es quien abandona al hombre, sino que en todo caso, el hombre es quien abandona a Dios. Pasemos ahora a la palabra de para encontrar un ejemplo de lo que les acabo de mencionar, e iniciar el estudio de hoy.
2 Reyes 18:1-6 – En el tercer año de Oseas hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías hijo de Acaz rey de Judá. 2 Cuando comenzó a reinar era de veinticinco años, y reinó en Jerusalén veintinueve años. El nombre de su madre fue Abi hija de Zacarías. 3 Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre. 4 El quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán. 5 En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá. 6 Porque siguió a Jehová, y no se apartó de él, sino que guardó los mandamientos que Jehová prescribió a Moisés.
Como acostumbro a decir, para tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros hoy, nos será necesario hacer un breve repaso de historia. Lo primero que debemos notar es que Ezequías fue uno de los reyes más buenos en la historia del reino de Judá, y es por eso que aquí vemos que la palabra de Dios nos dice: “…ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá…” En los versículos que estamos explorando hoy, vemos que él asumió el trono después de la muerte de su padre Acaz. La realidad es que Ezequías asumió el trono de Judá en los momentos más difíciles que afrontaba esa nación, ya que su padre se había apartado completamente de Dios. ¿Qué hizo este rey?
Acaz instituyo y siguió las practicas de las naciones paganas que rodeaban a Judá [1]. Acaz cerró el Templo para evitar que el pueblo pudiese asistir para alabar y adorar a Dios, e hizo que los utensilios fuesen hechos pedazos, y ordenó que se edificaran altares y santuarios paganos en toda la nación, para que las personas pudiesen hacer sacrificios y quemar incienso a dioses paganos [2].
La rebeldía total de este rey produjo grave consecuencias, y su reino sufrió una seria de tragedias. Fueron derrotados en guerras, y miles del pueblo fueron exiliados a otras tierras. Y a pesar de todos estos desastres, Acaz no se arrepintió y busco del Señor. Bueno, hasta aquí el resumen histórico. Manteniendo estos breves detalles en mente continuemos ahora con nuestro estudio de hoy.
Aquí encontramos que se nos dice: “…En el tercer año de Oseas hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías hijo de Acaz rey de Judá. 2 Cuando comenzó a reinar era de veinticinco años, y reinó en Jerusalén veintinueve años. El nombre de su madre fue Abi hija de Zacarías…” Si leemos estos versículos iniciales por arribita sin tomar el tiempo de meditar en ellos, lo único que nos viene a la mente es que es una simple descripción de la descendencia del rey Ezequías, pero en realidad aquí encontramos un mensaje bien fuerte para los jóvenes de hoy.
Digo esto porque quiero que notemos que cuando Ezequías asumió el reino, él solo tenía veinticinco años de edad, en otras palabras era un hombre joven sin mucha experiencia de la vida. Además de esto, él había sido criado expuesto a los malos ejemplos de su padre.
Ezequías había presenciado como su padre había destrozado la nación. Como les dije, aquí encontramos una buena enseñanza para los jóvenes; digo esto porque la realidad de todo es que la juventud de hoy ha crecido rodeada de malos ejemplos.
Con esto no estoy diciendo que todos los jóvenes de hoy han recibido malos ejemplos de sus padres; yo estoy completamente convencido que en la familia cristiana esto no es algo que sucede con frecuencia; pero la realidad de todo es que en el hogar no es donde único se observan los malos ejemplos. La realidad de todo es que nuestra juventud está siendo influenciada, y en ocasiones seducida, por la corriente de maldad que corre por este mundo.
Es por eso mismo que no es fuera de lo común ver como muy pocos jóvenes están dispuestos a hacer un compromiso con Dios, y elijen seguir las costumbres y las modas que surgen a su alrededor. La triste realidad es que la mayoría de los jóvenes de hoy están más interesados en seguir la onda que seguir a Cristo. Muy pocos jóvenes están dispuestos a hacer un compromiso con Dios porque han sido influenciados por los poderes de las tinieblas a pensar, que serle fiel a Dios y seguir Sus mandamientos es algo completamente aburrido y fuera de moda.
Pero para ti joven que quizás piensas de esta manera, escucha bien lo que te dice la Palabra de Dios en Eclesiastés 11:9 cuando leemos: “…Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios…” Y también en Eclesiastés 12:1 cuando leemos: “…Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento…”
¿Cómo puede nuestra juventud enderezar sus caminos? La realidad del caso es que solo existe una manera, y esta manera es fácilmente encontrada en Salmos 119:9 cuando leemos: “..¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra…” Pero desafortunadamente existen muy pocos líderes de Dios dispuestos a decir estas palabras; existen muy pocos líderes dispuestos a llamar las cosas por lo que son.
Muy pocos están dispuestos a llamar las cosas por lo que son por temor a que los jóvenes dejen de asistir a la iglesia. Sin embargo, guardar la Palabra de Dios fue exactamente lo que hizo Ezequías al asumir el poder. Dile a la persona que tienes a tu lado: Ezequías guardo la Palabra de Dios.
Continuando con nuestro estudio leemos: “…Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre. 4 El quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán…” Con esto aquí encontramos lo que todos tenemos que hacer para eliminar ese obstáculo de nuestra vida que quizás esta atravesado entre nosotros y Dios, y también lo que tenemos que hacer para evitar que los obstáculos que se presentan en nuestra vida no sean fortalecidos por los poderes del maligno hasta separarnos por completo de Dios, como en el caso de Acaz. ¿Qué tenemos que hacer? Tenemos que hacer lo recto ante los ojos de Jehová.
Fíjense bien como fue la cosa; cuando Ezequías asumió el trono de Judá, él tenía una enorme tarea por delante. Como les dije al inicio, su padre le había dejado una nación destrozada. La idolatría era rampante, el Templo estaba cerrado y miles de personas habían muerto o estaban en el exilio. El trabajo de Ezequías era obvio, él tenía que reconstruir una nación. ¿Cómo lograría él hacer esto?
De la única manera que Ezequías lograría esta tarea era buscando agradar a Dios; es por eso que él inicio la tarea de reconstruir su reino primeramente consagrando y abriendo las puertas del Templo. Esto es algo que queda bien claro en 2 Crónicas 29:3-5 cuando leemos: “…En el primer año de su reinado, en el mes primero, abrió las puertas de la casa de Jehová, y las reparó. 4 E hizo venir a los sacerdotes y levitas, y los reunió en la plaza oriental. 5 Y les dijo: !!Oídme, levitas! Santificaos ahora, y santificad la casa de Jehová el Dios de vuestros padres, y sacad del santuario la inmundicia…” Dile a la persona que tienes a tu lado: primero Dios.
Después mando a destruir todos los santuarios paganos, los pilares sagrados y los símbolos Asera de toda parte de la nación. En otras palabras, Ezequías se dio cuenta de que aparte de cualquier problema físico y/o económico que enfrentaba el país, estos no eran lo principal. Él sabía que los problemas principales en su reino eran los problemas espirituales.
Estoy seguro que algunos de ustedes ya deben estar pensando, yo no soy idolatra así que: ¿Qué tiene que ver todo esto con nosotros? Pero si piensas así, si piensas que nada de esto tiene que ver algo contigo, te voy a invitar a que pienses otra vez.