Prepara tu corazón

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Predicas Cristianas Prédica de Hoy: Prepara tu corazón

Predicas Cristianas Texto Bíblico:Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y solo a Él servid, y os librará de la mano de los filisteos. Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron solo a Jehová.1 Samuel 7:3-4

Introducción

Muchos buscan a Dios solo cuando tienen alguna necesidad. Otros buscan a Dios solo porque saben que deben hacerlo, pero no hacen un esfuerzo extra para santificarse. Muchos nunca buscan al Señor y viven desordenadamente. Pero hay un pequeño grupo de personas que ha puesto a Dios en primer lugar y le buscan continuamente.

El pueblo de Israel se encontraba en una situación difícil, siendo acechados por los filisteos. El pueblo se había alejado de Dios y su aflicción llegó, pero clamaron a Dios buscando una reconciliación con el Señor. De esta manera Dios podría librarlos de sus enemigos y ellos estarían seguros en las manos de Dios.

Dios busca personas que quieran acercarse a Él, que le adoren de todo corazón (Juan 4:23-24). Dios libra a su pueblo de la condenación, libra a su pueblo de los enemigos. Dios es bueno y lo mejor de sus bendiciones son para los hijos amados que le entregan todo a Dios.

I. La aflicción del pecado

El pecado puede significar satisfacción para muchos, pero la realidad es que el pecado lleva a la muerte del alma. Cometer pecado tal vez no signifique tribulación o castigo en el momento, todo lo contrario, tal vez parezca atractivo el realizarlo. Pero Dios no lo aprueba y castiga el pecado. 

No hay un castigo mayor para las personas que estar lejos de Dios. La aflicción que el pecado trae es ausencia de la presencia de Dios, esto es estar desprotegido ante los ataques del mundo, ante las artimañas de enemigo. La aflicción del pecado es carecer de las bendiciones de Dios por la obediencia, todo lo contrario, es estar expuestos al castigo de Dios al pecado.

Al estar en pecado carecemos de la presencia de Dios en nuestra vida y quedamos expuesto al juicio de Dios para condenación. Nuestra alma es eterna y Dios quiere que esa eternidad la pasemos a su lado, en su misma presencia adorando. El Señor busca que no estemos afligidos por el pecado sino que vivamos en su presencia cada uno de los días que Él nos concede en esta tierra y por toda la eternidad.

II. El arrepentimiento (Mateo 3:2)

Pero hay una manera para no estar más afligidos por las consecuencias del pecado. Esa forma es el arrepentimiento de nuestra maldad y venir a Dios. El Señor quiere que nos humillemos delante de Él, porque solo nuestro Dios es digno de que nos humillemos ante su presencia y le pidamos perdón por nuestros actos.

El pueblo de Israel se arrepintió de su pecado y decidieron buscar a Dios. La más grande de las decisiones que podemos tomar en esta vida es arrepentirnos de nuestro pecado. Esto no es debilidad, todo lo contrario, requiere de mucha valentía el humillarse ante el Dios Todopoderoso e implorar el perdón de nuestros pecados.

El Señor quiere que nos demos cuenta que sin Él nada podemos hacer y necesitamos que la sangre del cordero limpie nuestra maldad, para así, acercarnos confiadamente a su trono. Dios es bueno y nos enseña que debemos humillarnos ante Él para ser exaltados.

No hay salvación en nadie más, porque nadie ha muerto por nosotros teniendo una vida perfecta como Jesús. Debemos darnos cuenta que el pecado nos lleva a la perdición pero el arrepentimiento nos lleva al perdón.

III. Entregando el corazón

Al arrepentirnos de nuestro pecado y venir humillados ante Dios nos da el perdón. Esto porque reconocemos que solo en Dios hay salvación y clamamos a Dios por ese perdón. Pero Dios no acepta un arrepentimiento solo de labios, sino que busca un genuino arrepentimiento desde lo profundo de nuestro ser.

Dios quiere que el arrepentimiento sea verdadero, no solo apariencias, no solo miedo del qué dirán, no solo por cumplir un requisito. Dios busca un arrepentimiento de todo corazón. Es por eso que el Espíritu Santo nos ayuda para darnos cuenta que sin Dios estamos perdidos. 

Es su Santo Espíritu que nos convence de pecado, de juicio y de verdad. Es por medio de ese conocimiento que nuestro pecado ha de condenarnos que venimos apresurados ante Dios implorando su perdón. Así nos damos cuenta de que la seguridad de la vida eterna solo la tenemos en Dios, porque Él es bueno y para siempre es su misericordia.

Dios es digno de que todo nuestro ser lo presentemos delante de Él. Todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas, sin ningún tipo de reservas debemos entregar al Señor. No que unos pocos se humillen ante Dios, sino que Él es digno de que toda rodilla se doble y toda lengua le confiese. Dios es digno que todo el universo, todo lo que existe le adore por los siglos de los siglos.

IV. Santificandose

Si de todo corazón nos arrepentimos y buscamos el perdón de Dios debemos además santificarnos y rechazar todo lo que nos aleja de Él. Rechazar todo lo que nos aleja de Dios significa literalmente todo. No podemos ser permisivos y dejar parte de la maldad que había en nuestros corazones, debemos rechazar todo lo malo, todo lo que hace daño a nuestra alma.

Solo podemos servir a un Señor, no podemos presentarnos delante de Dios y seguir sirviendo a nuestra carne, a los deseos del mundo o al enemigo. Cuando decidimos servir a Dios es con todo nuestro ser, no dejando espacio para ser ocupado por nadie más, solo por Dios. 

Debemos estar llenos de su Espíritu Santo y que todo nuestro ser esté consagrado al Señor. Que nuestra mente, que nuestras manos, que nuestros ojos, que todo lo que somos esté única y exclusivamente dedicado al Señor. Podemos estar en este mundo pero no ser del mundo ni servirle. Estamos en este mundo pero le pertenecemos a Dios.

Nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro corazón pertenecen íntegramente a Dios. Debemos santificarnos cada día, venir delante del Señor y pedirle que nos limpie de maldad, para presentarnos delante de Él sin mancha ni arruga.  Rechacemos, pues, todo aquello que no viene de Dios y recibamos solo aquello que cumple con la palabra bendita de Dios.

V. Obediencia

El pueblo de Israel escuchó al profeta y fue obediente a su palabra. El pueblo desecho las estatuas de otros dioses y sirvieron sólo a Dios. Se convirtieron en sus malos caminos y reconocieron que solo en Dios hay salvación. 

Por difícil que pueda parecer dejar la vida pasada, es más valioso ponerse a cuentas con el Señor que permanecer en pecado. Ese acto de ser obedientes al Señor puede parecer pequeño, pero tiene repercusiones en la eternidad. Ese acto de arrepentirnos y derramar nuestro ser delante de Dios nos permite entrar en la vida eterna que el Señor tiene preparada para sus hijos.

Aunque duela, aunque parezca difícil, debemos ser obedientes al Señor. Aunque a este mundo le parezca imposible, debemos permanecer y perseverar en su palabra, cumpliendo cada uno de sus mandamientos. La palabra del Señor no ha muerto, sigue viva y continuará instruyéndonos hasta que Él venga. La palabra de Dios es viva porque Él vive y vivirá para siempre.

Debemos obedecer en lo poco, en este corto período de tiempo para que un día entremos en la eternidad del Señor. Esa obediencia debe ser total y no reservar nada para alguien más, solo nuestro Señor es digno de recibir toda la gloria y nuestra obediencia. 

VI. La victoria de Dios

Al haber vuelto al Señor, arrepentirse y pedir perdón, al ser obedientes y desechar todo aquello que no provenía de Dios, el pueblo de Israel pudo ver la mano de Dios con ellos para librarlos de sus enemigos.

Dios recompensa la obediencia de sus hijos. Aunque el mundo entero esté en nuestra contra por seguir a Cristo, solo nos basta que Dios esté de nuestro lado para salir victoriosos. Solo necesitamos de Dios, todo nos puede faltar pero si tenemos a Dios lo tenemos todo.

Dios da la victoria a sus hijos, así como el pueblo de Israel salió victorioso contra sus enemigos cuando se volvieron a Dios, así Dios nos dará la victoria ante cualquier circunstancia de la vida si Él está con nosotros. Dios está donde se le alaba, donde se le obedece, donde se le adora de todo corazón. Dios está con sus hijos amados, y donde Dios está la victoria se hace presente, no existe la derrota y las bendiciones sobreabundan.

En ninguno otro podemos tener salvación, en ningún otro podemos tener la victoria sobre nuestros enemigos, solo en Dios hay salvación, solo en Dios hay vida eterna. A Él debemos rendirnos y Él peleará por nosotros para que estemos tranquilos, adorando.

Conclusión

El pecado mata, el pecado destruye (Romanos 6:23), pero Dios da vida. La palabra de Dios nos dice que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Pero el sacrificio de Jesús es el medio para acercarnos a Dios y que el pecado no se enseñoree de nosotros.

Vengamos a un arrepentimiento genuino, de todo corazón, por ese pecado que nos aleja de Dios. Démosle al Señor todo nuestro corazón y adoremos con nuestro espíritu, con nuestra alma y con nuestro cuerpo para que todo nuestro ser sea hallado irreprensible delante de Dios. Quitemos delante de nosotros todo aquello que desagrada a nuestro Padre y vivamos en santidad para Él.

Cada día de nuestra vida seamos obedientes a su palabra, seamos verdaderos adoradores en cualquier lugar, en cualquier tiempo, en cualquier circunstancia. Dios da la victoria a sus hijos sobre tribulaciones, sobre angustias, sobre el dolor, porque Dios vive y su gloria es para siempre. Que nuestra obediencia a Dios sea en todo, aunque parezca difícil, pidamos ayuda de su Espíritu.

© José R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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