La fe es la puerta del mandamiento

La fe es la puerta del mandamiento

Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Predica de Hoy: La fe es la puerta del mandamiento

Predicas Cristianas Lectura Bíblica: “[…] Y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia en la fe en todas las naciones por amor de su nombre […]” Romanos 1:5

Introducción

El evangelio siendo predicado hoy parece no colocarle la importancia debida a la fe en el hijo de Dios. El mundo actual es más consumidor de lo que se ve, de lo palpable, y coloca la “fe” en cosas mundanas.

En estos últimos tiempos de apostasía, en donde el ser humano se ha convertido en un autómata, la “fe” se ha transformado en maldición. Se ha establecido como un sinónimo de creer teorías, conceptos y obras mundanas o diabólicas, más no de esperar. Creer en el hombre, creer en el poder creador, imaginador y por tanto pecador de la condición humana. Los cristianos debemos expresamente hacer una buena definición de nuestra Creencia de verdadera Fe.

Predicas existen en las cuales, bajo engaño y “en el nombre de Jesucristo” declaran fe y poder en el hombre, igualándonos a Jehová. Con este acto menosprecian el sacrificio y la obediencia que implicó el sufrimiento de Cristo. Sin embargo, la Biblia es estricta al afirmar que la fe en el hombre es para el Señor una abominación. Y la fe es totalmente incompatible con el orgullo humano.

Conceptos para la Fe

¿Estamos llenos de amor hacia Dios y hacia nuestro prójimo? El doble mandamiento es que creamos en el nombre de Jesucristo para Fe y que nos amemos los unos a los otros.

El concepto de fe expresado por Pablo (Hebreos 11:1) habla de condiciones pasadas y futuras, por así decirlo. Es esperar lo que no se ve o no hemos visto, con esperanza y en verdad. Un concepto sencillo que es difícil de digerir para un mundo que no espera, que necesita las cosas rápidas y tangibles. Siempre que se piensa así, desobedecemos el mandamiento de Dios. La Fe que proviene de Dios no radica en pecado.

Los corazones humanos se han envanecido de orgullo, soberbia y fe en nosotros, lo que comúnmente se traduce en: “Somos grandes”. Un corazón obstinado tiene ansias de una mayor libertad para poder ser más testarudo. Un espíritu altivo, sin fe, ambiciona volar más alto para poder ser todavía más altanero.

Un holgazán en espíritu pide una mayor quietud para poder ser más indolente. Y, lo peor, un espíritu dominante pide más poder para gozar de mayores oportunidades para la opresión.

Vidas sin fe

No existe nada más peligroso que creer en Jesús sin fe. Santiago afirma que dudar coloca nuestro espíritu en actitud vacilante, comparándolo con olas del mar y su ir y venir desordenado (Santiago 1:6).

Esta actitud, vacilante e inconstante, nos desecha de la presencia del Señor, y le somos desagradables (Hebreos 11:6). El comportamiento dudoso nos aleja más del señor, pues la puerta estrecha se desaparece, abriendo más la ancha, terminando en perdición.

Siendo que la Fe tiene cuota impuesta de obediencia, cualquier acto en contra nos condena inmediatamente.

¿Cuántos de nosotros desagradamos a Dios sin saberlo por no aceptar a Jesucristo como el medio para llegar a Él? como nuestro único y suficiente salvador es el medio por el que debemos entrar.

Vidas con Fe y por Fe

El concepto de Fe en la palabra de Dios está más acentuado en el nuevo testamento que en el antiguo. Técnicamente, si a presencia se evalúa, solo menciona una vez esta palabra de dos letras, sencilla, pero tan poderosa. Quien resulta el ganador del testamento antiguo al mencionarla es la epístola de HABACUC (Habacuc 2:4). La herencia de la Fe en el justo es la vida eterna al lado de Dios.

El antiguo pacto está lleno del creer, tangencialmente hablando. La dispensación anterior nos habla de personas que fueron guiadas por Jehová, y en cierta medida, llevadas a creer en su palabra. Algunos desobedecieron en momentos de debilidad y tentación, mas su creencia y obediencia bajo la justicia divina les fue contado como Fe. Por ello, se puede decir que su vida es por Fe.

Después de la vida y sacrificio de Jesucristo, es necesario vivir con Fe esperanzadora en su nombre, en su vida y en su venida. Él nos enseñó que primordialmente es el camino a seguir (Juan 14:6). La tarea del cristiano moderno, no es laxa ni pacífica, mucho menos alentadora. Tiene mucha mayor responsabilidad y demanda mayor obediencia, mucho más que los héroes de la Fe. Y la recompensa para esa obediencia de corazón, es exquisita en los cielos, con gloria y poder del Altísimo.

La puerta que abre los cielos

Teniendo en cuenta la obediencia en la fe, punto central del versículo a estudiar, procederemos a abrirla de acuerdo con el mandamiento. ¿Cuál es el mandamiento? Jesucristo es el mandamiento. Es el principio y fin de la fe (Hebreos 12:2). Para abrirla, solo tenemos que recibir el regalo de hacernos uno con Él a través de la gracia. Ese regalo inmerecido que nos hace un solo cuerpo, un solo espíritu, y es aceptar a nuestro señor Jesucristo como nuestro único salvador.

Tres aspectos de la Fe como entrada

El versículo de estudio, ofrece tres fundamentos para comprender que la obediencia de fe, es la entrada esperanzadora y segura a la vida eterna.

1. Cuando decidimos someter nuestra vida a la obediencia de la Fe, nos coloca en unidad con Jehová a través del Don de la Gracia. Si la Fe es la entrada (Romanos 5:2), y Jesucristo la puerta (Juan 10:7), lógicamente, la Fe reside en Jesucristo. Por tanto todo cristiano debe y tiene que estar en Él, ya que es la puerta abierta al amor de Dios.

La obediencia termina donde comienza el cuestionamiento. Si cuestionamos la Fe en Jesucristo, vana se hace. Si no creemos que murió por amor a nosotros y resucitó entre los muertos para vencer con poder, nuestra vida es un total desierto. Así conocemos y recibimos el amor grande de Dios con el que nos amó desde la creación del mundo.

Bienaventurados somos, pues nos concede el regalo divino de hacernos uno con él a través de su hijo amado. Por ello, queda definido que la gracia es a través de Jesucristo (Romanos 1:5).

El texto de la epístola a los Efesios (Efesios 4:3-6), es donde propiamente hace mención a que somos unidad, y debemos guardarla en todo momento.

Somos unidad en espíritu, en cuerpo y en alma. En espíritu, porque poseemos la promesa que nos dejó antes de partir resucitado. Es el espíritu santo, que nos permite disfrutar la bienaventuranza de dar testimonio de su vida sin haberlo visto. En cuerpo, porque debemos ser miembros de la Iglesia de Jesucristo, y adorarlo como nuestro Señor, adorarlo con certeza y esperanza. Y en alma, porque somos los Hijos de Jehová, y Él es Sobre todo, Por todo y En todo (Efesios 1:23). Una trinidad perfecta, una Unión perfecta.

La Fe es la puerta

2. Como la Fe es la puerta, una vez abierta nos hace dar testimonio del mandamiento (el amor) en otros pueblos y naciones. Esto se traduce en apostolado. Jesucristo antes de subir al cielo con poder y gloria, nos encomendó una gran responsabilidad. Y no es más que llevar su palabra a toda nación. Esto se conoce como la gran comisión. (Mateo 28:19). Pero para esto, nos consoló con el Espíritu Santo, quien mora sobre nosotros y nos hace dar el más sublime testimonio en unidad.

Dios establece la salvación como un don, a través de la Fe (Efesios 2:8). No es el fin como muchos quieren ver; es el medio que lleva a Jehová.

Jesucristo, su vida, su obra, su sufrimiento, muerte; y más su resurrección, son el medio que debemos seguir en nuestras vidas. Nada más cierto que su afirmación en Juan 14:6 y es que todos vamos al padre por Él.

El testimonio que demos

3. Por último, y más importante, es que con el testimonio que demos, y con la unidad que Él nos regala a través de la gracia, nos abre las puertas a su poder; es decir, la FE es el poder que solo procede el Padre.

Poder para hacer la diferencia entre tantas aguas revueltas. Poder que cambia vidas, poder que, bajo su amor y su voluntad expulsa demonios, vicios, conductas, y edifica, exhorta y restaura, haciéndonos a la estatura perfecta de su Hijo.

Es el Poder del amor. Es el poder que el da a sus hijos para hacer cosas buenas, para las cuales estamos predestinados. Es el Poder del que habla Pablo, que recibimos a través del don, el que vayamos en su nombre, por la obediencia a la Fe.

Por esta Fe, Abel ofreció con un corazón contrito y humillado las mejores primicias de su rebaño. La obra de Noé hizo el arca con alegría y sin preguntar. Abraham, el padre de la Fe ofreció a su propio hijo a sacrificio, entre otros.

Conclusión

El poder que recibió Jesucristo, al ser declarado Hijo de Dios y así nos testifica que si somos sus Hijos, recibiremos ese poder. Cuando estemos a su altura, nos revestirá con poder, y será bien derramada su gracia en nosotros.

Preparado es todo por el Señor desde antes de la fundación del mundo. Dios por su infinito amor, nos perdonó y cumplió su palabra. Nos toca a nosotros colocar toda nuestra confianza en Él, para darle testimonio a Él y a nuestros semejantes, del Amor. Jesucristo, su Hijo amado, fue su mejor testimonio de cumplimiento; ahora queda de parte de nosotros, seguir el camino, amar la verdad, recibir la vida eterna.

© Jose R. Hernández. Todos los derechos reservados.

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