La oración del pecador
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Predicas Cristianas Predica de Hoy: El peligro de la oración del pecador
La oración del pecador, un reflejo de nosotros mismos
La llamada oración del pecador se trata de una de las doctrinas más dañinas de aquellas predicadas en el evangelio de hoy en día. Esta doctrina consiste en recitar una oración profesando supuestamente una fe en Jesús, para que después de esto nazcamos inmediatamente de nuevo, pasando a formar parte del cuerpo de Cristo.
Todo esta enseñanza no es más que el reflejo de nuestra imperfecta sociedad humana. Nuestra sociedad es tremendamente superficial, impaciente y ávida por recetas de comida rápida. En nuestros tiempos abundan libros del tipo de: “Pierda 10 kg en un mes” o “Las 8 normas infalibles para la prosperidad”. La Biblia nunca ha sido ni será comida rápida.
Toda esta comida es por naturaleza dañina. Estas enseñanzas son peligrosas porque dan un falso sentido de seguridad en la salvación. Es una doctrina de demonios.
Esta doctrina nos muestra un claro conflicto entre la voluntad de Dios y la voluntad del hombre. Y aunque está bien orar por nuestra propia salvación o la de otros, hay que recordar que al final es Dios quien decide, no nosotros. Mientras no comprendamos esto, es que no hemos comprendido nada.
Toda esta doctrina sólo está poniendo de relieve una teología defectuosa, en definitiva que aún no hemos comprendido verdaderamente qué es la salvación.
Oración del Pecador | El peligro de creer que una oración salva
Esta doctrina ha engañado durante años a mucha gente haciéndoles creer que son salvos. Algunos creen que el familiar recién fallecido irá al cielo, tan sólo porque recuerdan que de pequeño pronunció una oración para aceptar a Cristo en un altar, aunque su vida entera haya sido un total desastre.
Como muchas personas creen en esta mentira, muchos más acaban creyendo que es verdad. La lógica es como sigue: “muchos están en lo correcto porque son muchos, y pocos están equivocados porque son pocos.” Dios nunca ha obrado de esta forma: en el diluvio millones estaban equivocados y sólo ocho estaban en lo correcto y Dios obró en favor de los pocos y condenó a los muchos.
Muchas iglesias simplemente preparan recetas estandarizadas, dulces y deliciosas, seguidas del bautismo en agua, música, impregnado todo de un pomposo aire ceremonial para hacer todo muy atractivo a la carne.
Obsesión
Tenemos la obsesión de que todos nuestros problemas se resuelvan instantáneamente. Sin embargo, la Biblia afirma que el justo se salva con dificultad (1 Pedro 4:18), no dice que sea fácil, ni rápido. Este evangelio es fácil de aceptar para el hombre carnal, porque no requiere casi nada, no es necesario cambiar de vida, no es necesario servir al Señor con todas tus fuerzas y tampoco es necesario arrepentirse de la forma en que Dios define el arrepentimiento.
En ningún lugar en la Biblia encontramos siquiera una pequeña pista de que sencillamente “aceptando” a Jesucristo como Salvador mediante una simple oración, obtenemos automáticamente la salvación.
Esta idea deja al hombre carnal con la sartén por el mango en el asunto de la salvación, de forma que satisface a su naturaleza no regenerada. Que estúpido, presuntuoso y arrogante es este pensamiento de que somos nosotros y no Dios quien tiene el control de todo esto. La verdadera conversión no es aceptar, es morir a nuestra naturaleza (Efesios 4:22).
No existe ningún ejemplo bíblico de nadie que haya sido convertido al Señor mediante una oración como esta. Si algunos no obstante, hemos hecho tal oración y hemos perseverado en la doctrina cristiana, esto ha sido por la predicación de la palabra y por la acción del Espíritu Santo, y no por unas “palabras mágicas” pronunciadas en un altar con música con efectos manipuladores.
La evidencia de la conversión es la obediencia | Acción del espíritu
La Biblia dice “por sus frutos los conoceréis” en referencia a cómo saber si alguien es o no cristiano. No dice “por sus palabras los conoceréis”, por tanto la evidencia externa de la salvación son que nuestras acciones se alinean con la escritura de forma que la obedecemos. Aunque existe una evidencia interna que es la transformación de nuestro entendimiento, esto es más bien una evidencia para nosotros mismos.
Cuando Saulo de Tarso estaba en el camino a Damasco y fue detenido e interceptado por el Señor, dijo: ¿Quién eres Señor? Y cuando se dio cuenta de quién era el que le hablaba sus palabras fueron a continuación: Señor, ¿qué quieres que haga?
En ese sentido los judíos tenían las cosas claras, el aspecto principal de la relación del hombre con Dios era la sumisión y la obediencia a él. El evangelio dice claramente: “¿por qué me llamáis Señor, y no hacéis lo que os digo?” (Lucas 6:46), eso quiere decir que con su comportamiento demuestran falta de fe, y por tanto no dan testimonio de que son hijos de Dios.
Lo primero que hizo Pablo cuando el Señor se le apareció en Hechos 9 fue obedecer. No se arrodilló para recibirlo como Salvador y pasó a confesarlo a otros. Tampoco Pablo tuvo que demostrar su sinceridad en una llamada al altar. No. El Señor le dio una orden, la cual obedeció no solamente para confesar al Señor de labios, sino con toda su vida. Por otra parte, Romanos 10:8-10 no habla de confesar a Jesús como Salvador, sino como Señor.
Confesamos al Señor
Cuando por medio de la fe confesamos al Señor Jesucristo como Señor, y seguidamente obedecemos su voluntad, puesto que de otro modo no es fe genuina, Jesús continúa el proceso de salvación. La salvación viene a través del sometimiento a la autoridad de Dios. A través del reconocimiento de todo corazón de su soberanía en todos los ámbitos de tu vida. Mediante la obediencia todos somos salvados.
Los católicos se pasan la vida confesando al Señor de labios, pero negándolo en sus vidas (Mateo 15:8-9). Como está escrito “Da el espíritu Santo a aquellos que lo obedecen” (Hechos 5:32). Tres días después de su conversión a Pablo le fue dado el Espíritu Santo. ¿No dijo Jesús que aquel que guarda sus mandamientos es el que le ama, mi padre lo amará e iremos a él y permaneceremos con él? (Juan 14:21)
La fe no es una mera verbalización o intelectualización de palabras piadosas, tal y como muchos lo interpretan en pasajes como Romanos 10:8-10. La salvación no consiste en una simple afirmación intelectual de que Jesús es el Salvador o el Señor. Eso no cambia nada. La Biblia afirma con claridad que la fe sin obras está muerta (Santiago 2:26).
Incluso hay testimonios de exsatanistas que han pronunciado esta oración, sin ningún cambio en lo espiritual. Siguen siendo satanistas.
Si una profesión de fe cambiara algo, sólo sería para mal, ya que la gente estaría tomando el nombre de Dios en vano, atrayendo sobre sí mismos una mayor condenación que antes de pronunciar esas palabras.
Dios aborrece de una forma especial la hipocresía, que puede definirse entre un divorcio entre lo que decimos y lo que hacemos.
El corazón del hombre | Acción del Espíritu Santo
El corazón del hombre debe ser cambiado por medio de la palabra de Dios y la acción del Espíritu Santo, y no mediante ninguna obra humana como una confesión verbal. La consecuencia del cambio de corazón, el nuevo nacimiento, provocará que el nombre de Cristo sea confesado a los hombres verbalmente, pero sobre todo eso debe verse en el testimonio diario en la vida del creyente.
Cuando forzamos a las personas bajo coacción a repetir un formato de oración, (oración del pecador), estamos actuando como agentes de ventas, y no como transmisores del evangelio de Dios. El evangelismo no tiene que ver con ventas.
Se trata de predicar la palabra de Dios, y no está en mano de nadie que una persona se convierta, ni en la mano del candidato a convertirse, ni en la mano del evangelista. Una predicación ante mil personas puede resultar en cero convertidos. La salvación no es obra humana, ni siquiera un poquito, ni tan sólo un 1%.
¿Tienen algún valor para Dios las confesiones obtenidas bajo coacción de que Jesús es el Salvador o el Señor? La experiencia demuestra que muchísimas veces tales confesiones no llevan consigo un testimonio de vida que avale que la persona verdaderamente ha nacido de nuevo.
Los pastores insisten verdaderamente para que esta confesión se produzca, ignorando que la salvación no es obra humana. Las confesiones que supuestamente ocurren en el lecho de muerte son casi todas falsas. A pesar de que esta doctrina muestra con contundencia que no es cierta las iglesias siguen atrapadas en este error.
Debemos exponer a la persona candidata a la palabra de Dios de forma constante y esperar que esta sea quien haga el trabajo y no nosotros.
Oración del Pecador | Una tradición eclesiástica que lleva a un autoengaño
Esta doctrina solamente es una tradición eclesiástica, sin un verdadero apoyo bíblico y con una hermenéutica incorrecta. A los seres humanos nos gusta tener el control de las cosas, así es como nosotros pensamos, pero la salvación es obra enteramente de Dios. Al hombre le cortocircuita que algo no esté bajo su control, por tanto trata de alterar la realidad para engañarse a sí mismo y creer que la salvación está bajo su control.
Juan 3:8 al hablar de la salvación del hombre y el nuevo nacimiento, dice: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va”. Este versículo sobre el Espíritu Santo nos sugiere a un ser inteligente que no puede ser comprendido o controlado por el ser humano. Jesús le dice a Nicodemo: “os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7).
Jesús no dice que la salvación estuviera al alcance de Nicodemo mediante algún tipo de acción (oración del pecador). Más bien nacer de nuevo, que puede traducirse también “nacer de lo alto”, implica una incapacidad total del hombre para resolver el asunto, así como una necesidad imperiosa de que el Dios de los cielos actúe.
De la misma forma que una mujer no puede embarazarse sola, o un campo no puede dar una cosecha sin que el sembrador sparse la semilla, es imposible que el fruto se produzca sin intervención externa. Por tanto, ninguna oración o cualquier otra acción humana puede acercarnos la salvación.
Un valioso regalo | Acción del espíritu
La salvación suele ser presentada como un valioso regalo que para poseerlo sólo requiere de tu aceptación. Y sí, la salvación es un regalo, pero un regalo personalizado, un regalo que no es para todos y aunque muchos lo acepten no todos lo retendrán.
Nadie puede elegir cuando y donde nacer, sencillamente sucede y no por voluntad propia sino por voluntad de Dios, incluso antes que la de nuestros padres. No puede existir voluntad propia porque el que no ha nacido no tiene vida para elegir nada, ni para decidir nada.
Cuando el sembrador lanza una semilla, no tiene certeza alguna si tal semilla nacerá, o si nace la planta llegará a adulta y dará buen fruto. Damos por sentado que la semilla va a producir fruto en abundancia, pero tanto el nacimiento, el crecimiento y el fruto corresponden totalmente a Dios. Nada puede hacer el hombre para forzar, interferir o impedir este proceso.
Somos salvos por el conocimiento de la verdad a través de la predicación de su palabra y la acción del Espíritu Santo, que nos da fe. Nadie es salvo mediante una oración forzada. Dios odia las palabras fingidas. La Salvación es obra íntegramente del Señor y nadie mediante una confesión verbal puede salvarse.
Oración del Pecador | Conclusión
Nadie que se está ahogando debe dar el consentimiento al rescatador para que pueda ser salvado, la situación es tan dramática que el rescatador sencillamente salva y ya. Dios no es un caballero tocando tímidamente una puerta con la esperanza de que tal vez alguien le abra. Él puede echar la puerta abajo si así se lo propone. Jehová forzó a Jonás a ir a Nínive, Él es el Rey del universo.
La cita de Apocalipsis 3:20 está claramente fuera de contexto y malinterpretada, está dirigida a supuestos creyentes que deben dar un paso de obediencia para confirmar su fe y no a inconversos.
Dios no habla a muertos para pedirles autorización, Dios hace que los muertos vivan. El supremo pastor rescata a sus ovejas que previamente ha elegido. Nadie pide permiso para tomar posesión de algo que es suyo, si es suyo no necesita pedir autorización a nadie.
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